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viernes, 10 de febrero de 2012

Príncipes del resentimiento



Los príncipes del resentimiento
Son los príncipes del odio y el resentimiento.

Incapaces de amar, son los dioses del horror y del encono.

Cuando dan la mano no miran nunca a los ojos.

Les pierde su vocación para dañar, su tendencia a herir a quienes, incluso, no conocen.

Su insatisfacción les hace ambiciosos.

Víctimas infelices de sus propios fantasmas.

Navegan entre sus propias frustraciones y el odio a los demás, un odio que les hace fuertes y emprendedores, quizás porque, como dice Amaury, "el odio tiene dotes que no he podido entender / pues tiene más bríos, quien tiene fuertes frustraciones".

Van por el mundo, por el taller o la oficina, rompiendo su marca de rencores, su marcha de frustraciones que sólo sus reiterados insultos, su encubierta o franca cizaña contra los demás les ayudan a sobrellevar.

Son los príncipes del insulto, a pesar de que Dios en su eterna bondad les dio el don de la palabra, pero el Diablo les regaló la enfermedad de hacer daño e irresponsablemente intentar fusilar reputaciones. Y viven presos de la envidia porque les molesta la paz, la tranquilidad espiritual, el llevarse bien con su conciencia.

Son un barril sin fondo de ambiciones porque están convencidos de que tienen menos de lo que merecen. Su ego no cabe en el Estadio Olímpico. Cuando cae un rayo, piensan que Dios quiere tomarse una foto con ellos.

Son la coprología nacional con “derecho” a ofender, se saben vergonzosamente impunes, no porque sean poderosos ó intocables, sino por su condición estercolera, que hace que los agraviados prefieran el silencio  a detenerse a batir lo que no debe batirse porque el hedor sería mayor.

Y así van por la vida, fusilando reputaciones, ofendiendo a seres humanos que no conocen.

Son los bufones del reino de la ignominia, la carnada infeliz que comen las hienas. Los he visto, los reconozco. Sé de ellos.

Sólo son felices en la infelicidad de poder aportar algo a la desdicha de los demás. Tal vez, Dios, Pichuco o Checherén, o quizás Tatica, la de Higüey, habrán de perdonarles un día. Quizás.
Pablo Mckinney
El bulevard de la vida
Marzo 29 de 2011
El Nacional / http://desdelarepublicadominicana.blogspot.com/2011/03/resentidos-sociales-amorales-sin.html

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