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jueves, 6 de febrero de 2014

Sin el Estado, Leonel Fernández es vulnerable y toda su dimensión terrenal


¿Somos un país de larga anomia?
Quizás no sea tan solo el Estado el que padezca anomia, sino todo el país. Una anomia larga, tediosa, machacona, que ya casi se percibe como algo natural. El diccionario de la Real Academia define la anomia como “El conjunto de situaciones que derivan de la carencia de normas sociales o de su degradación”.  Y, salvo en los casos de quienes la propician y se benefician de ella, todos debemos admitir que vivimos en un país sin normas, sin leyes, sin un régimen de consecuencias. Toda la intelectualidad del siglo XIX dominicano no hizo más que mortificarse porque la anomia angustiosa de la práctica política no terminaba de parir una nación de acuerdo con las normas modernas de convivencia social.

Y esa es, exactamente, la atmósfera en que vivimos en pleno siglo XXI; en la cual el poder lo puede falsificar todo.

¿No es lo mismo usar los fondos públicos para reventar a Danilo Medina en el 2008 (“Me derrotó el Estado”), que usarlos en el 2014 para reventar a Leonel Fernández (“A mí, también, me derrotó el Estado”)?  Esa permisividad, ese estado elástico, esa licencia que la práctica política ha ejercido con toda impunidad, casi desde la fundación misma del Estado-nación,  es la raíz de nuestros males. Esa es la ambigüedad aterradora con la que actúan nuestros “líderes”. Si las instituciones estuvieran por encima de las personalizaciones de quienes encabezan agrupaciones políticas, lo lógico sería que todo el que haga uso indebido de los fondos públicos fuera ante la justicia. Si Danilo Medina quería pasarle factura a Leonel Fernández, hay cientos de hechos en el ejercicio de su función pública que lo  llevarían sin remedio ante un juez (Aunque, en su mayoría, le deban su cargo a él). La corrupción es un bulto tan alto que no lo salta un chivo, y esas fortunas obscenas que se despliegan con todo el poder de mostración social, han sustraído tanta felicidad ciudadana que su impunidad llora ante la presencia de Dios. Posibilidades de pasarle factura es lo que más tiene a su disposición si, en verdad, se procurara la justicia.

Pero fue el mismo Danilo Medina quien dijo “no lanzar piedras hacia atrás”, y es el mismo Danilo Medina quien usa los recursos públicos para imponerse en una contienda intrapartidaria.  No es haciendo lo mismo que Leonel Fernández hacía con el erario, que vamos a superar la anomia del Estado-nación en que vivimos.  Porque fue la anomia del país lo que se desenrolló en las elecciones de miembros del comité central del PLD. Los ministros y directores, en violación a la ley, coordinando las comisiones de cada una de las provincias, consumiendo los recursos públicos sin ningún pudor, esparciendo esa forma de corrupción que es el clientelismo, empujando el listado oficial de la tendencia,  demostrando que en el seno de un Partido-Estado como el PLD las leyes de la nación no tienen vigencia, y las instituciones son remotas metáforas de la interactuación social.

Al término de su último  mandato los plumíferos de Leonel Fernández quisieron disfrazarlo de un Dios inalcanzable que se retiraba al descanso, mientras oteaba nuestro destino. Vallas gigantescas dibujaban la inexorable presencia de su vigilia. El rostro preocupado de un Dios nos perseguía.  Él decidía por todos nosotros. Parecía que se anestesiaba en la obscenidad de lo cotidiano, sacrificando su don divino.  Pero Danilo Medina, sin quererlo, lo bajó del altar. Todo su “glamour” era la fuerza del Estado, el derroche inmisericorde de los dineros públicos para construirse una imagen. Su “liderazgo” endiosado era una parodia del dinero, y fuera del dominio del aparato del Estado, era vulnerable y ruin. En rigor, Balaguer nunca tuvo partido, su verdadero partido era el presupuesto nacional. Leonel asumió el presupuesto como la plataforma final de su liderazgo, y el partido cohesionó las posibilidades de expansión de su poder económico. Sin el Estado, es vulnerable, y toda su dimensión, terrenal.

Es lo que ha demostrado Danilo Medina en estas elecciones. A costa de esa larga anomia del país. Y uno pudiera alegrarse de que se destronen los farsantes, pero al país le hace daño de esa manera.

Andrés Luciano Mateo

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