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viernes, 27 de febrero de 2015

Hagamos valer nuestra condición de Estado organizado, soberano e independiente


El colmo de la desfachatez
Haití ha asumido para con la República Dominicana una actitud inconsecuente y agresiva, que pone al desnudo la desfachatez del régimen de ese país. La presencia de mano de obra haitiana en nuestro país se ha multiplicado más de 400 veces en una década, y no se ha oído decir que esos trabajadores se hayan quejado por racismo y maltrato. Sin embargo, el Gobierno haitiano, a coro con organizaciones que viven de la desdicha de los haitianos, atribuye a la República Dominicana una conducta racista que no le sienta por ningún costado. El régimen del vecino país actúa de manera inconsecuente ante la gran solidaridad de los dominicanos, que toleran sin acoso la presencia invasiva de indocumentados.

Nos sumamos a la respuesta enérgica del Gobierno dominicano ante este desplante y repudiamos las agresiones contra la bandera nacional, la embajada y el consulado nuestros en la capital haitiana. En contra del deseo y la voluntad de miles de haitianos que quieren regularizar su presencia en nuestro país, el Gobierno haitiano ha boicoteado el esfuerzo dominicano, ralentizando y encareciendo la entrega a sus súbditos de la documentación necesaria. Haití asume una postura hipócrita, aparentando interés por acuerdos con el lado dominicano, pero recurriendo a la vez a la falsedad y a la comedia de mal gusto. Hagamos valer nuestra condición de Estado organizado, soberano e independiente.

Editorial Hoy

Hasta la paciencia tiene límites
Las relaciones entre República Dominicana y Haití se han tensionado. Hechos comunes, protagonizados por la violencia en el seno de la sociedad, como la muerte de un haitiano a manos precisamente de sus connacionales, sirvieron de excusa para materializar el asalto del consulado dominicano en Puerto Príncipe, quemar la bandera nacional, asediar y apedrear la embajada de la República Dominicana, en una grosera violación del principio de la extraterritorialidad de la soberanía de las naciones. Todo precedido por una marcha previamente programada y anunciada, que contó con la protección de la policía haitiana. Tal y como dijo nuestro canciller, Andrés Navarro, eso “es inaceptable”.

El ministro haitiano de Asuntos Exteriores, Pierre Duly Brutus, ha pretendido una condena a esas acciones con la misma palabra usada por nuestro canciller: “inaceptable”, pero es un simple reflejo de una actitud profundamente fementida. No es una excusa sincera. Sólo hay que observar que inmediatamente después pretende justificar toda la cobardía de la turba denunciando los “crímenes y abusos” cometidos contra haitianos de parte de “algunos grupos xenófobos” en República Dominicana. Es decir, que la declaración de ese ministro es maliciosa, si se valora la verdadera dimensión de la ofensa contra la República Dominicana.

Lo que debe decir Duly Brutus es si Haití está en disposición y capacidad de garantizar la seguridad de las sedes dominicanas. Si el personal dominicano puede permanecer en esas instalaciones sin riesgos de ser atacado o convertirse en blanco recurrente de vejámenes, como ocurrió en Anse-à-Pitres, o en Juana Méndez, y en otros momentos, frente a la misma embajada dominicana. Y en general, si puede establecerse un clima de confianza verdadera entre ambas naciones.

Tal y como ha dicho el Gobierno dominicano a través del Canciller, los haitianos han ido demasiado lejos. Tiene que ver con la tolerancia excesiva de las autoridades dominicanas, que han actuado con paciencia y moderación, por el profundo interés de mantener en términos deseables unas relaciones amigables y de hermandad frente a nuestros vecinos.

Conviene prudentemente las mejores relaciones con Haití. Debe ser en términos de respeto recíproco.

Pero hasta la paciencia tiene un límite.

Editorial elCaribe

Si hay racismo, ¿a qué vienen?
Los haitianos pintan a la República Dominicana como un país racista y xenófobo donde se perpetran “actos de barbarie” contra ellos y donde no prevalece, por lo visto, un Estado de derecho.

Con un cuadro así, ni el infierno de Dante lo supera.

 Lo inexplicable es que, siendo este un “infierno”, se vea cada día a miles de haitianos que se arremolinan en la frontera pujando por entrar sin documentos al país a vivir en medio de los “Ku Klux Klan” dominicanos que persiguen a los extranjeros para lapidarlos o colgarlos en los sitios públicos.

También es inexplicable que siendo la República Dominicana un país que aplica segregación racial o desafección a otras culturas, las parturientas haitianas (tratadas de gratis en los hospitales públicos dominicanos) prefieran dar a luz en esta tierra de salvajes, o permitan que sus hijos reciban docencia (también sin costo) en el país de sus persecutores.

Esta sería, entonces, una xenofobia atípica -la que “existe” en el país-, pues hasta ahora no han sido proscritas las prácticas mágico-religiosas del vudú ni los bailes de ga-gá, ni se han dado casos como los que perpetran Boko Haram, de destrucción de aldeas donde habitan tribus desafectas o de matanzas brutales, tipo las del Estado Islámico.

Sin embargo, para el mundo exterior, y por culpa de la propaganda haitiana, que se nutre de sus corifeos locales,  República Dominicana está siendo proyectada como una nación donde se persigue, con actos de barbarie y crueldad, a los extranjeros, minimizando los esfuerzos que realiza el Estado para regularizar, gratuitamente, a miles de extranjeros, especialmente haitianos, en su estatus migratorio y de residencia o nacionalidad.

Sigue siendo una situación incomprensible que más de un millón de haitianos haya decidido, contra viento y marea, vivir aquí, en este “infierno” del racismo y la xenofobia, y no en su propio país, donde ni los blancos ni los mulatos escapan al desprecio de los demás.

Editorial Listín Diario

El haitiano no desperdicia chance
El robo a Cinéas y el muerto de Stgo. fue la señal

Eran previsibles las situaciones que desde ayer ocupan la atención nacional, después de cumplirse el primer plazo del proceso de regularización de haitianos.

Si las autoridades se las dan ahora de sorprendidas, es porque quieren, pues los haitianos sólo esperaban el momento, y llegó con hechos ajenos a su dominio.

El haitiano que apareció colgado en un parque de Santiago y el robo a la residencia del embajador Cineas. Los revoltosos del otro lado no necesitan excusas, pero se agarran de lo que sea para justificar sus acciones.

A todas luces vandálicas.

Cuando el canciller haitiano entra en escena, deja de importar lo que diga o haga la calle. El problema ya no es de bandas, sino de Estados.

La respuesta no se dejó esperar, pero se tiene la impresión de que el gobierno haitiano viaja más rápido que el dominicano, y que los responsables todavía creen en una buena fe que no existe.

La renuncia de Cinéas, por ejemplo, es una burla a la inteligencia de los dominicanos. Y ni siquiera puede considerarse forzada por la circunstancia.

Lo suyo era guante de seda, ahora será manopla, como debe ser en una diplomacia gansteril.

DE BUENA TINTA / Diario Libre

Sí al diálogo sincero y oportuno, no al odio y a la violencia
Hizo bien el gobierno dominicano en responder rápidamente con firmeza las agresiones de que fue objeto la embajada de la República Dominicana en Puerto Príncipe, por individuos que aparentemente se infiltraron en una manifestación que buscaba la entrega de un documento al gobierno dominicano a través de su embajada en la capital haitiana.

Hizo bien el gobierno haitiano en responder con rapidez, rechazando las agresiones contra la delegación diplomática y afirmando que la mismo no responde al interés ni a la política de la mayoría del pueblo haitiano.

En Haití como en República Dominicana hay personas, algunas con cierto poder, que quisieran generar un conflicto de mayores dimensiones, incluyendo la violencia, entre los dos países. Hay gente en los medios de comunicación y en la calle hablando de una declaración de guerra, porque el honor nacional fue agredido por la quema de la bandera dominicana.

En Santiago, la segunda ciudad más importante del país, recientemente un grupo de ciudadanos, que no representan el sentimiento mayoritario de la sociedad dominicana, quemaron públicamente una bandera haitiana hace unos días. También la casa del embajador haitiano en Santo Domingo fue objeto de un robo por parte de delincuentes, entre los que se encontraban dos agentes policiales. Un nacional haitiano, limpiabotas de 22 años, apareció ahorcado en el parque Ercilia Pepín de Santiago, con las manos y los pies atados, con claras señales de que se trataba de un crimen de odio.

Edwin Paraison, ex ministro haitiano que vive en la República Dominicana, también sacerdote anglicano, emitió un documento aclarando la intención de la manifestación en Puerto Príncipe, que fue convocada incluso por iglesias evangélicas y caóticas.

El texto dice lo siguiente:

 1) La manifestación por el respeto y la paz en la isla terminò con la entrega de un documento al embajador Silié en la misión dominicana. 2) No tiene nada que ver con los incidentes producidos por individuos no identificados en el consulado, el cual queda a 1.5 km de la embajada. 3) A pesar de que la bandera dominicana del consulado fue recuperada por la policía haitiana y no fue quemada, sino otra, el gobierno haitiano condenó de inmediato dichos hechos. Al igual, nosotros lo condenamos. 4) Trae interrogantes y sospechas, que el corresponsal de la Z-101 en Haiti haya enviado un despacho a la emisora desde el medio para decir que la marcha se inició con la quema de la bandera dominicana, lo cual es totalmente falso. Leánlo en este enlace, aquí.

Creíbles o no, estas aclaraciones buscan bajar los ánimos caldeados en ambos lados de la frontera.Lo mismo ocurre con las declaraciones del Ministro de Relaciones Exteriores de Haití, Pierre Duly Brutus, quien expresó lo siguiente:

Que su Gobierno “denuncia y condena el acto inaceptable cometido por un pequeño grupo de haitianos contra el consulado dominicano y la quema de la bandera dominicana, tras las manifestaciones de los grupos de la sociedad civil ayer”.

Brutus también subrayó que los crímenes y “abusos” cometidos contra los haitianos por los miembros de “algunos grupos xenófobos” en República Dominicana, no son compartidos por la mayoría del pueblo dominicano.

El canciller dominicano leyó un amplio documento protestando por los acontecimientos en Puerto Príncipe, y entiende que el gobierno haitiano tiene tolerancia con los actos delincuenciales.

Navarro afirmó que, “en una actitud claramente insoportable, el Gobierno haitiano ha permitido una sistemática violencia y ataques contra consulados dominicanos en territorio de Haití. Mientras el Gobierno dominicano trata de armonizar las relaciones, vemos en la parte haitiana un comportamiento de doble cara”.

Lo que corresponde es que estos puntos se aclaren, y que lo hagan con el diálogo sereno y despojado de la crispación que se ha creado. Tanto en Haiti como en República Dominicana hay gente incentivando el conflicto y el odio. Los hay que desean una guerra. Y eso es imposible en estos tiempos, en que los problemas entre los dos países deben dirimirse en un ambiente de colaboración y entendimiento, como lo ha auspiciado constantemente el presidente Danilo Medina.

No hay que ceder al chantaje, pero tampoco dejarse llevar por los que incentivan y promueven el odio.

Editorial Acento





Cristian Hernández
EL CARRUSEL DE LA VIDA
El Día
 Cristian Caricaturas.com

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