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domingo, 6 de marzo de 2016

Los muertos no votan, pero sus familiares sí

     El Alcalde golfista a quien llaman "las cuatro estaciones", porque solo se deja ver cuatro veces al año. DLRD

¡Caramba, boté mi voto a la basura!
Si los muertos hablaran seguro que rogarían a gritos y de rodillas para que no los sepulten en los cementerios del Distrito Nacional. Al alcalde de la capital Roberto Salcedo debería darle vergüenza que se hagan películas y documentales que dan la vuelta al mundo, sobre el abandono de los cementerios (hombres rompiendo los ataúdes con mandarrias).

Los “campos santos” (lugares en que la gente venera y hace el rito de comunicarse con sus muertos) son un infierno. El purgatorio para vivos y muertos: Roban, atracan, violan, practican ritos satánicos. Para citar un caso, hace un tiempo el inspector general de la Marina de Guerra, Ramón Gustavo Betances, limpiaba la tumba de su madre un domingo en el Cristo Redentor y fue asaltado. Lo hirieron y le robaron un arma de fuego.

Hace poco acudí al Cristo Redentor para rendir el último tributo a un familiar muy querido. Me turbé cuando su ataúd iba a descender a la tumba y los sepultureros (muy duchos en el oficio) pidieron que retiraran a la adolorida madre del lugar, “para que no vea lo que viene ahora”. Desde que, en medio del dolor y griterío, los familiares se alejaron, empezaron a golpear la caja con el muerto dentro moviéndose. Como de costumbre, dañaron el ataúd para que no se lo roben las pandillas que pululan allí, que viven del hurto y venta a las funerarias de las cajas. Ante el drama, sólo atiné a decir: “Diablo, boté mi voto a la basura”, ya que he votado por el alcalde del Distrito Nacional, quien prometió en campaña que iba a convertir los cementerios en lugares decentes. Hubo un familiar iracundo (yo entiendo su dolor) que su deseo es que los martillazos que daban al ataúd de su hermano se lo dieran a Salcedo “en los testículos por irresponsable”.

No hay palabra para narrar el drama que vive la población cuando saquean las tumbas de sus fallecidos, se llevan los ataúdes, abandonan los féretros. Se roban todo lo que tiene algún valor, hasta las flores. Parece (aunque así no sea) que el alcalde de la capital u otros poderosos  son dueños del “negocio” de los cementerios privados, por un lado los públicos son caóticos;  por el otro crece la oferta privada.

No entiendo el abandono del Cristo Redentor donde hay gente humilde sepultada y figuras como el padre del empresario José Luis Corripio, el expresidente Joaquín Balaguer, el líder perredeísta José Francisco Peña Gómez. El de la Máximo Gómez es una verdadera pocilga. Allí  “descansan” los restos de los héroes Francisco Alberto Caamaño, Amaury Germán Aristy. El de Ciudad Nueva, en la avenida Independencia, fue clausurado en 1965 y declarado Patrimonio Histórico en 1987, en él reposan poetas, escritores, historiadores, pintores y héroes de la Revolución de Abril de 1965. Merece atención el del sector Cristo Rey.

Urge que el Ayuntamiento  ponga seguridad permanente en los cementerios, dentro y en sus alrededores. Debe ser 24 horas al día. Es menester que se establezcan brigadas permanentes de hombres y mujeres limpiando, eliminando la maleza y varias unidades (camiones) deben ir retirando la basura. Pavimentar sus calles, pintar las fachadas y el interior del “campo santo”.

Señor Roberto Salcedo:

Querer es poder, si usted ha invertido millones y millones en iniciativas importantes (pomposas) como “Brillante Navidad”, la “Piscina del Malecón”, parques “Las Canquiñas”, trate que nuestros muertos descansen en paz. Los muertos no votan, pero sus familiares sí.



Roberto Valenzuela
Duendes del periodismo
Reportero
Acento

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