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domingo, 21 de febrero de 2010

El auténtico Caravaggio


      Musici (Los músicos)

Caravaggio murió sólo, enfermo, consumido por la malaria, huyendo de sus enemigos... Sin embargo, ahora que se cumplen 400 años de su muerte, hay codazos y empujones para ver sus cuadros. La prueba está en que ya se han vendido, vía Internet, 50.000 entradas de la exposición que hoy abre sus puertas en las antiguas caballerizas del Palacio del Quirinale de Roma en honor de uno de los artistas más pendencieros, tumultuosos, malditos y geniales que haya habido en la historia.


     Suonatore di liuto (Apolo tocando el laud)


La exposición, la más importante de los muchos actos y eventos con los que durante todo 2010 se conmemora el cuarto centenario de su muerte, es exquisita por su simplicidad: se compone tan sólo de 24 cuadros, todos ellos atribuidos sin ninguna discusión a Micheangelo Meresi, más conocido como Caravaggio por ser esa la localidad del norte de Italia en la que nació.

Proceden de los mejores museos del mundo. Hay cuadros que vienen del Museo Estatal de Berlín, de la Galería de los Uffizi de Florencia, del Museo de Arte de Kansas, de la Galería Nacional de Londres, del Metropolitan de Nueva York, del Hermitage de San Petersburgo, del Museo de Bellas Artes de Nancy... Hasta la Pinacoteca de Ambrosiana de Milán se ha avenido a prestar, por primera vez desde que en 1607 cayera en sus manos, la famosa 'Cesta de frutas' de Caravaggio. Un cuadro que pertenecía al cardenal Federico Borromeo y que éste amaba tanto que sentenció que excomulgaría a quien osara retirarlo de la pared en la que lo tenía colgado...


          Bacco (Baco)


En total son cerca de medio centenar las obras que sin ningún género de dudas los especialistas consideran realizadas por la mano de Caravaggio. Lo que significa que la muestra de las Scuderie del Quirinale reúne el 50% de la producción del artista. Y si a eso se añaden que los 'caravaggios' que se encuentran en varias Iglesias de Roma (las de San Luis de los Franceses, Santa María del Popolo y San Agustín) resulta que en estos momentos en la capital italiana se concentra el 90% de todos los cuadros de Meresi que hay en el mundo."Hemos conseguido reunir un número excepcional de originales de Caravaggio", asegura sacando pecho Rosella Vodret, comisaria de la muestra.


     Giudita e Oloferne (Judith y Holofernes


El secreto de un genio


      Cenna in Emmaus (Cena en Emáus)


La gran pregunta es: ¿cuál es el secreto de Caravaggio? ¿Por qué este artista despierta tantas y tan encendidas pasiones? Sobre todo teniendo en cuenta que, aunque murió disfrutando del éxito, después de su fallecimiento cayó rápidamente en el olvido. Hasta el punto de que en los siglos XVIII y XIX se le ignoró completa y clamorosamente. Sólo a principios del siglo XX comenzó a ser redescubierto. Hoy es tan famoso como una estrella del rock.


                      Amor vincit omnia (El amor victorioso)


Para Claudio Strinati, el padre de esta exposición, no hay duda: "El interés creciente en la figura de Caravaggio se explica en que es el artista por antonomasia, el de la vida descontrolada, el de la vida que todos querrían vivir pero que ninguno tiene el valor de llevar. Libre, creativo, no sometido a las leyes, siempre en conflicto y siempre desesperado", subraya. "Caravaggio atrae porque se percibe que su vida y su obra están estrechamente conectadas". A diferencia por ejemplo de sus contemporáneos, que idealizaban la realidad, Caravaggio la pintaba en toda su crudeza. Para sus obras utilizaba modelos de carne y hueso, gente real que encontraba por los callejones de Roma.


      Canestro di frutta (Cesto con frutas)


En el óleo 'Muerte de la Virgen', por ejemplo, utilizó como modelo el cadáver de una mujer que se había suicidado arrojándose al río Tiber, y que tenía los pies sucios y el vientre hincado. Los monjes de Santa María della Scala, que le habían encargado la obra, se escandalizaron tanto cuando la vieron que la rechazaron airados.


        I bari (Jugadores de cartas)


Realismo irreverente

                  San Giovanni Bautista (San Juan Baustista)


El descarando e irreverente realismo de Caravaggio también se puede contemplar ahora en la exposición de las Scuderie del Quirinale, concretamente en 'La conversión de San Pablo'. El cuadro en cuestión le fue encargado en septiembre de 1600 al pintor por el potentado Tiberio Cesarini para decorar su capilla en la basílica romana de Santa María del Popolo. Pero, cuando meses más tarde el pintor le presentó la obra, se quedó horrorizado: el cuadro tenían un aire excesivamente terrenal que resultaba ofensivo. Indignado, Cesarini ordenó a Caravaggio repetir el trabajo.


       Amorino dormiente (Amorcillo durmiente)


La segunda versión de la obra, la políticamente correcta, se encuentra en la Iglesia de Santa María del Popolo. La primera, la insolente, fue adquirida en secreto por un cardenal y hoy es propiedad de la familia Odescalchi, una noble dinastía romana que ha dado varios Papas a la Iglesia. Y ahora se puede contemplar en la exposición en las antiguas caballerizas del Quirinale. Y, por si fuera poco, la comisaria Rosella Vodret sale al paso con una nueva hipótesis: la posibilidad de que en la mayor parte de sus cuadros Caravaggio se hubiera pintado a sí mismo. Una idea que se le pasó por la cabeza mientras estudiaba, por enésima vez, el 'Narciso' de Caravaggio, que representa al efebo de la mitología griega contempla extasiado su propio reflejo en el agua.


                           Deposizione (Entierro de Cristo)

                 Conversione di Saulo (Conversión de San Pablo)

                                  Incoronazione di espine (Cristo coronado de espinas)


"Comencé a preguntarme desde qué perspectiva había pintado Caravaggio el cuadro, dado que en realidad la imagen de una persona que se mira en el agua desde la posición en la que lo hace Narciso es complemente distinta a la que él pintó". Vodret se puso a trajinar en su casa con unos espejos intentando dar con la solución. Y, según sostiene, la habría encontrado: Caravaggio se habría pintado a sí mismo.
Irene Hernández Velasco | Roma
elmundo.es

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