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lunes, 28 de junio de 2010

La pedofilia, el vaticano y la justicia belga



¡Qué vergüenza!¡Qué abuso! El Vaticano, por intermedio de su Secretario de Estado y el mismo Papa, han elevado su voz contra la barbaridad que supone que un juez instructor belga haya autorizado que la Policía entrara en Malinas y retuviera durante nueve horas a toda la Conferencia Episcopal reunida allí.

Esta acción del juez belga, está motivada, como todos sabemos, por los hechos por los que se ha declarado culpable desde abril de este año, monseñor Roger Van Geluwe, obispo dimisionario de Brujas, por la violación y abuso sexual continuado de un menor.

La respuesta del ministro de Justicia, un demócrata cristiano flamenco, es que la justicia se ha aplicado de acuerdo al código penal y al procedimiento y que hasta el momento no se ha demostrado que el juez instructor haya cometido ninguna irregularidad.

El asombro de muchos debe venir de que es sabido que Bélgica es un país mayoritariamente católico, tanto por la parte flamenca como por la valona, pero también lo es que la Constitución belga garantiza la plena neutralidad del Estado y la autonomía de las iglesias. Es decir, la iglesia católica no goza de ningún privilegio especial, tal como otorgan aquellos pocos estados que tienen firmados con el Vaticano un Concordato.

Por tanto, para el estado belga un presunto delincuente lo es, tanto si es un sacerdote consagrado, como si es un seglar, es decir, un ciudadano cualquiera. Ante la ley belga todos son iguales, tanto el delincuente con sotana como el sin ella.

La justica belga permitió que la Policía hiciera pesquisas en las que se apropió, de documentos que puedan dar luz sobre otros abusos a menores, por parte de sacerdotes y religiosos, que no han sido confesados, sino, al contrario, ocultados por las autoridades eclesiásticas.

Para el Vaticano puede bastar que se haya hecho un “mea culpa”, que el mismo Papa haya expresado su dolor por los numerosos casos de pederastia cometidos. Para algunos o muchos católicos que ser alinean en esta posición con sus líderes espirituales, también. Pero en un Estado laico, democrático, o neutral en materia religiosa, la justicia terrenal no se agota en tal gesto, sino que es necesario hacer un acumulo de pruebas, y las mismas hay que buscarlas dónde se presume que estén, sobre todo, si existe un muro de silencio y obstáculos para acceder a las mismas.

¡Qué barbaridad!¡Qué vergüenza! ¡Qué abuso! Para las víctimas, que los que cometan estos abusos no purguen sus penas, no ante el tribunal divino, sino ante la justicia del estado democrático.

¡Qué barbaridad!¡Qué vergüenza! ¡Qué abuso! Que tantos delincuentes estén sueltos por las calles del mundo sin purgar sus penas entre barrotes. Qué tantos corruptos, que tantos estafadores, que tantos criminales, sigan campando por sus respetos, e incluso dándonos lecciones de conceptualizaciones éticas, cuando muchas veces sabemos quiénes son, que delitos han cometido, y dónde están las pruebas materiales.

¡Qué barbaridad!¡Qué vergüenza! ¡Qué abuso!Que tantos ciudadanos incluso se postren ante ellos- material o moralmente-, o los premien, con sus votos, aunque sean comprados.

Carlos Báez Everst
Caricatura: Banegas
http://www.clavedigital.com/App_Pages/opinion/Firmas.aspx?Id_Articulo=18002

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