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lunes, 22 de noviembre de 2010

Calidad de vida dominicana



NUESTRA CALIDAD DE VIDA
Al margen de los aspectos espirituales, el ser humano lo que desea es que su paso por el mundo sea lo más placentero posible. Mejorar la calidad de la vida es pues el elemento más importante de todo ser terrenal.

Una de las vías para lograrlo está directamente relacionada con el progreso económico de las personas, pero esto no es suficiente, ni tampoco imprescindible. La calidad de vida depende, en gran parte, del ambiente que nos rodea y el hábitat donde nos desenvolvemos.

Lamentablemente, percibo que la mayor parte de los dominicanos de diferentes estratos sociales y económicos, sentimos que nuestra calidad de vida se ha deteriorado sensiblemente. Y creo también advertir que se acrecienta el pesimismo sobre nuestro futuro.

Las frustraciones y desilusiones que a diario sentimos como consecuencia de la descomposición de nuestra sociedad en todos los órdenes, se ha convertido en una pesada carga que afecta negativamente nuestras vidas.

Jesús mi chofer, quien con múltiples sacrificio logró construir una modesta vivienda, me dijo que había decidido irse a vivir a Nagua, porque unos depravados le construyeron un colmadón en frente de su casa, que además de ser un punto de droga consentido por la policía del barrio, el estridente ruido que se mantiene a altas horas de la noche no le permite un merecido sosiego.

Le dije: sí Jesús, vete. Mi ex secretaria, decidió emigrar a  los Estados Unidos, porque no soportaba que a pesar de salir de su casa bien engalanada, llegaba a la oficina hecha un guiñapo, debido a que el transporte público que hemos desarrollado es una porquería.

Muchos ya no quieren salir de sus casas durante el día para hacer una diligencia o una visita social, porque el infernal tráfico capitaleño le quita las ganas a cualquiera.

Y en las noches, temen salir por la delincuencia generalizada que se ha entronado en nuestro país.

Asimismo, caminar nuestras avenidas, motivo de placer en la mayoría de las grandes ciudades del mundo, en nuestra capital es un suplicio.

Parecería que el peatón no es considerado gente, lo que se evidencia cuando observamos la desastrosa situación en que se encuentran las aceras  y la ausencia de lugares peatonales de esparcimiento, lo que se empeorará con la concepción urbanística actual.

En las tertulias de amigos, ya no se habla de cosas que elevan el espíritu  o que nos alegran.

Ahora el tema obligado es el deterioro que estamos presenciando, y el justificado temor a que esta situación se irá agravando rápidamente en la medida que sigamos permitiendo una invasión pacífica de nuestro territorio por emigrantes ilegales.

En fin, no basta el crecimiento económico, ni la estabilidad. Debemos poner atención a los otros aspectos que están degradando la calidad de vida de nuestro pueblo, antes de que sea tarde.

Carlos Despradel
elCaribe
Ilustración: http://campus.usal.es

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