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viernes, 9 de septiembre de 2011

Matando el tiempo


Te cuento que cuando la veo me enervo, la sangre me corre a mil por las venas.
La piel se me pone de gallinas y las mejillas se me tornan de arrebol, ¡pura química!
Nos vemos todos los días, más o menos a la misma hora.
Los encuentros son en el "super", de lunes a viernes.

No hay citas ni compromisos, "ella" no sabe quién soy, y yo desconozco quién es "ella".
Me acicalo desde temprano, ensayo mi mejor indiferencia, a veces frente al espejo.
Me lavo el pelo, brillo los zapatos y me empapo la mejor de mis fragancias.
Reviso cada ojal de mi camisa y cada una de las trabillas donde se coloca la correa, para no saltarme ninguna.

Siempre llego de primero, dando rondas para esperarla.
Como se espera a una novia, como se desespera a una amante.
Me imagino su nombre ¿Yahayra? ¿Yajaira? ¿Llajayra?
Son tan raros ahora, que debe ser uno de esos.

Oteo entre las novedades, en el deli, chequeo los precios, escondiendo mi ansiedad, matando el tiempo.
Combino ingredientes, sazones y fórmulas; ideando recetas en mi mente.
Adivino el peso de las frutas al tacto, me le despego al seguridad,
quien no parece muy contento de verme a diario merodeando entre víveres, hierbas y frutas..

Una señora muy mayor me asalta, justo en el momento que "ella" hace acto de presencia por la entrada principal, no puedo perder ni un segundo, puesto que "ella" no dura más que minutos tomando lo que necesita. La doña me pide por favor asesoría sobre las ciruelas, quiere cerciorarse si es cierto que son buenas como laxantes. Trato en vano de explicarle que no soy muy experto en cuestiones de medicinas y remedios caseros.

Alcanzó mi nueva amiga a notar en mi cesta una botella de bebida alcohólica, y sin perder tiempo comenzó  a explicarme el por qué no debo ingerir bebidas espirituosas. Que se pasó años aconsejando a su difunto esposo,  y que por no llevarse de su consejo, ahora la dejó en la eterna soledad de su viudez. Miro a lo lejos a mi anhelada comprando el pan recién horneado, señal de que me queda poco para poder tutearla con la mirada. Mi improvisada compañera me explica que el alcohol destruye el estómago y que además se gasta mucho dinero, que ella puede recomendarme un grupo que puede ayudarme a prescindir de ese hábito.

Le doy las gracias a la doñita, le explico que nos vemos en otra ocasión pues tengo que marcharme. Apenas llegaba a la misma caja registradora de "ella", cuando un señor un poco pasado de libras se interpone entre nosotros, allí mismo quedé separado, dividido de "ella", quien pagó y se marchó tan rápido como había llegado.

Yo, tuve que esperar que al gordiflón le fueran a buscar los códigos de unos productos que había escogido y no tenían las etiquetas pegadas. Para cuando salí al parqueo ya se había marchado, ni siquiera tuvo la oportunidad de verme, ni yo de verla a "ella", solo de lejos. Ahora, a lo mismo, hasta mañana...matando el tiempo.

Marihal / Desde La República Dominicana

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