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miércoles, 21 de diciembre de 2011

Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez



El Cardenal
Su Eminencia Reverendísima Nicolás de Jesús Cardenal López Rodríguez, acaba de cumplir sus 75 años, fecha en que de acuerdo a la ley canóniga debe presentar renuncia a sus cargos eclesiásticos.  Luce que así lo hizo pero no le fue aceptada y lo reconfirmaron por dos años más, según él mismo informó.

De hecho yo soy unos dos meses mayor, y en reciente reunión y conversación con él, luce estar en muy buena forma y muy saludable.

Como uno de los Obispos de este país, ocupa la sede del Arzobispado de Santo Domingo, que acaba de cumplir sus 500 años, y en este momento, como en otras ocasiones, también la Presidencia (rotativa) de la Conferencia del Arzobispado Dominicano.

Su autoridad no es ni más ni menos que la de cualquier otro Obispo en su jurisdicción o diócesis, y no es el jefe de la Iglesia Dominicana como lo cree el vulgo, quizás debido a su carácter fuerte y su cardenalato, cuya principal función es la de elegir y ser elegido Papa, cuando la ocasión se presente por vacante del Solio Papal en Roma.

A pesar de sus muchas virtudes, el Creador le negó la de la humildad, una de las virtudes cardinales de nuestra religión: "contra la soberbia humildad", y la soberbia nos hace por lo general hablar más de la cuenta y valorarnos en demasía, mirando a los demás con orgullo y desdén.

Muchos hemos criticado y visto como un mal ejemplo que en nada ayuda a su causa, que no se pueda moderar, y que sus opiniones sean, en vez de religiosas como tanta falta hacen en estos tiempos de disolución moral, demasiadas veces de corte político, pareciendo otra de las "bocinas" gubernamentales que tanto nos agobian.

Hoy, leo en 7 Días sus últimas declaraciones que a mi juicio son desafortunadas, como tantas otras del mismo corte.  Demasiado frecuentes y reiterativas.

Entiendo al igual que muchos, que su verdadera misión es pastoral, es tratar arduamente de expandir y consolidar la religión Católica, mantener viva y floreciente la que recibió por la dura labor de tantos que lo antecedieron, sobre todo en estos tiempos de disolución cuando luce que estamos perdiendo la batalla, ante tantas otras religiones e iglesias, que le están minando y conquistando su feligresía, que muchas veces luce medio abandonada y desorientada.  Ante tal panorama de drástica disminución de porcentajes, no se debe perder tanto tiempo en cuestiones ajenas a su misión.  Primero es la obligación y luego la devoción.

Entiendo que para una iglesia que propende a la salvación de almas, nada le importa el sexo, el color, la nacionalidad, la condición económica, del cuerpo que la contenga.  Entonces me pregunto, ¿a qué se debe que viva selectivamente denigrando a hijos inocentes de personas, que en sus creencias religiosas y las nuestras son hijos de Dios?

Todos los hijos nacemos iguales y legítimos, del vientre de una madre y por el portentoso milagro de la concepción, y si Dios no discrimina al dotarlos de un alma, qué derecho tenemos sus seguidores en alterar ese precepto..  Dice un refrán que "no se puede repicar y decir misa al mismo tiempo".  Esas declaraciones son para políticos, no para señeros líderes religiosos, y hay que der al "César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios".

Es difícil imaginar lo a contrapelo en que laboran ciertas Asociaciones Religiosas y sacerdotes de pobres, teniendo a su superior jerárquico diocesano, en lo que luce una labor de zapa constante y efectiva.

Pienso que Su Eminencia Reverendísima, debería recapacitar y moderarse, y mover la palanca y enderezar, pues también su guagua va en reversa.  Debe ser penoso a nuestra edad, que los que puedan en su momento nos llamen al orden, algo que ya luce urgente.


Luis H. Arthur S.
luis@arthur.net 
7dias

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