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miércoles, 15 de febrero de 2012

Así no avanza la democracia



Sociedad civil, en agonía y acosada
Es casi una ley general en las ciencias sociales que la democracia requiere una sociedad civil fuerte. Tres son las razones principales. Si la ciudadanía no se organiza para defender sus derechos puede ser aplastada por el Estado omnipotente.
Segundo, una sociedad civil bien organizada tiene más capacidad de presionar al gobierno para que ejecute mejores políticas públicas. Tercero, a mejores gestiones gubernamentales, mayor confianza en el sistema político y mayor estabilidad de la democracia.
La sociedad civil en cualquier país está compuesta con un sinnúmero de organizaciones de distintos tipos, propósitos y orientación ideológica. Que sea así es natural y positivo porque toda sociedad se caracteriza por la diversidad de creencias y objetivos que deben coexistir en una democracia.
La sociedad civil dominicana comenzó a forjarse de manera significativa después de la caída de Trujillo, y desde su gestación ha enfrentado grandes dificultades.
En los años de 1960 y 1970, muchas organizaciones que buscaban reformar el Estado autoritario fueron reprimidas, en particular, las sindicales, campesinas y estudiantiles.
Con la transición democrática de 1978 se reinició el proceso organizativo. En las décadas de 1980 y 1990 surgieron cientos de organizaciones sociales, entre ellas, organizaciones populares y de capas medias profesionales para democratizar el Estado Dominicano en distintas áreas: electoral, judicial, anti-corrupción y de género, entre otras.
Muchas de estas organizaciones han dependido del financiamiento internacional, sobre todo de Estados Unidos y la Unión Europea, porque en República Dominicana no existe un empresariado realmente comprometido con las reformas democráticas que supla recursos para tales propósitos. El empresariado dominicano, por lo general, apoya proyectos caritativos o corporativos, no de reformas políticas.
La crisis económica que afecta los países capitalistas desarrollados desde el año 2008 ha conllevado una reducción en la ayuda internacional a muchas organizaciones de la sociedad civil, incluidas las dominicanas. Además, por el alto nivel de crecimiento económico que año tras año reporta el Banco Central de la República Dominicana, el país ha dejado de ser prioritario para la ayuda internacional.
El Estado Dominicano, por su parte, es muy clientelar; ayuda a cambio de apoyo al gobierno de turno. Por eso, las organizaciones de la sociedad civil que reciben financiamiento sustancial del gobierno tienden a ser acríticas; se pliegan al gobierno y no luchan por reformar el Estado.
Atrapadas entre el Estado clientelar, el financiamiento internacional en declive, y un empresariado poco liberal, las organizaciones de la sociedad civil dominicana que se dedican a promover reformas democráticas enfrentan una agonía económica.
A estas precariedades se agrega el acoso del gobierno. El más reciente y notorio caso es el de Participación Ciudadana, una organización con claro historial de denuncia pública ante las irregularidades electorales, que ahora, según algunos funcionarios gubernamentales, está incapacitada para observar las elecciones.
Ha sido una constante de los partidos políticos desmeritar a Participación Ciudadana cuando están en el poder y valorarla cuando están en la oposición. Esta es la mejor prueba de que PC ha hecho un trabajo objetivo y crítico de observación electoral en las últimas dos décadas, bajo gobiernos del PRSC, PLD y PRD.
La democracia dominicana cojea por muchos lados, y el desbalance de poder entre los partidos políticos y la sociedad civil es una de sus mayores debilidades.
Mientras los partidos políticos navegan en dinero y son subsidiados por fuentes públicas y privadas sin real rendición de cuentas, muchas organizaciones de la sociedad civil arañan el financiamiento para subsistir o sucumben. Mientras las organizaciones de la sociedad civil que se adhieren al gobierno son favorecidas con recursos, las que lo cuestionan son acosadas y denigradas.
Así no avanza la democracia.
Rosario Espinal 

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