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viernes, 8 de noviembre de 2013

El perverso tiene apegos enfermizos a puestos y máquinas


La conducta perversa
Explicaba en el artículo anterior que “la perversidad es el abuso de confianza de una persona a otra, definiéndose también como el daño intencionado”. Para algunos estudiosos de la conducta humana el ser humano es perverso por naturaleza, ya que la perversidad es demostrada desde la infancia, con las mentiras o cuando se simula algo que no es; también cuando se destruye a alguien sin tener el más mínimo reparo que no sea el de lograr cualquier objetivo.

Lo que sí es una constante es que el perverso tiene apegos enfermizos a puestos y máquinas; para esto cualquier maldad con tal de mantener su estatus. Aunque una persona con estos vicios quiera superarlos, es algo que va muy dentro de ella, que aflora cuando tiene acumulados malos actos hacia los demás.

Las personas perversas son muy conscientes de lo que hacen. Tratan de lastimar, de lesionar más a la persona que a sus sentimientos, hieren en lo físico dirigiendo sus acciones hacia aquellas cosas que molestan al otro; tienen una inteligencia que ponen al servicio de la maldad, con los chismes y las intrigas, siempre acompañados de alguien o que los potencializa o que sencillamente los deja actuar con absoluta libertad.

Se trata de seres que se hacen pasar como mansas “palomitas”, tratan de demostrar otra personalidad siendo amables, son simuladores y hasta complacientes con cierta simpatía que siempre es falsa. Desde esa perspectiva, se habla de una conducta perversa y no de perversión, caracterizada por inclinarse a tomar la vida aparentemente sin darle importancia a las cosas, manteniendo un hermetismo conveniente y sólo opinando cuando quieren dañar a otros lo que hacen en forma simulada.

Una sugerencia a los de conducta perversa, ya que no doy consejos porque los ignorantes no lo escuchan y los sabios no lo necesitan:

“No entreguen su alma a la perversidad y no tendrán fantasías terribles, su alma estará abandonada por Dios y se convertirá en objeto de maligna alegría de los demonios, donde de noche se imaginarán manadas de bestias que les asaltarán, y de día se verán alterados por pensamientos de vileza”.

Juan Francisco Puello Herrera
VIVENCIAS
Listín Diario.com.do

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