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lunes, 10 de febrero de 2014

La familiaridad, los negocios y los juegos de azar fortalecen el Comité Político del PLD


¡Qué vergüenza Euclides, qué asco!
La política se ha convertido en uno de los más lucrativos negocios en la República Dominicana tras la llegada al poder del Partido de la Liberación Dominicana en 1996, después de 23 años en la oposición predicando valores éticos y morales en contraposición con la corrupción, que denunciaban, caracterizaban los Gobiernos de sus adversarios del Partido Reformista y del Revolucionario Dominicano.

El fundador y guía ideológico del PLD, profesor Juan Bosch, aseguró que ningún dirigente de su partido sería capaz de tomar un peso del presupuesto nacional para beneficio propio, porque la misión de los militantes y simpatizantes de su organización era contribuir con el desarrollo y bienestar del pueblo. (¿?).

“Servir al Partido para Servir al Pueblo”, era el emblema. pero fue sólo hasta que se vieron en el Palacio Nacional, con el pobre Bosch muerto y enterrado.

Aquella “pequeña burguesía, arribista y trepadora”, vendía periódicos en las calles, hacía rifas para recaudar fondos, predicaba, cual Testigo de Jehová, la buena nueva.

Aquellos que apenas tenían para comer, que caminaban de un lado a otro sin saber qué hacer, a pies o en carros públicos, que tomaban ron en callejones haciendo serruchos, que compartían un cigarrillo, que vivían modestamente en humildes viviendas y hasta en patios de quinta categoría, que almorzaban en el comedor de la Universidad Autónoma de Santo Domingo que apenas costaba cinco pesos, que nunca tuvieron tarjetas de créditos ni cuentas bancarias, se vieron de pronto en el Gobierno. ¡Y comenzó la fiesta!

Lo primero que hicieron fue mandar el “Bochismo” a la mierda. Y adoptaron el “Balaguerísmo” y el “Vinchísmo” para enriquecerse al vapor y para mantenerse en el Gobierno. Lejos quedó aquello de “Servir al Partido para Servir al Pueblo”. Con el PLD en el poder, los pobres se hicieron más pobres, pero ellos, que eran igualmente pobres, se enriquecieron.

El PLD lo corrompió todo. No quedó un solo estamento de la sociedad sin malear. El daño moral provocado a la sociedad no tiene precedentes en los anales de la historia. (Es verdad que la corrupción parece un mal endémico en el país, pero jamás había alcanzado tal magnitud).

La política se convirtió en un negocio sin riesgos, pues la impunidad impide que se castiguen los corruptos.

Gracias a la política, pobres diablos sin ninguna prestancia, de clase media muy baja, se convirtieron, de la noche a la mañana, en potentados. Gente sin méritos, profesionales, mediocres graduados “suma dificultad”, algunos que incluso plagiaron sus tesis de grado, y otros que usurpan carreras universitarias que no terminaron, hoy forman una élite tan poderosa que compite con los grupos económicos tradicionales del país.

Los referentes morales en la política son cada vez menos. Los espacios para la decencia se reducen cada día. El PLD se propuso aniquilar el sistema de partidos. Y lo hizo a base de dinero del presupuesto de la nación.

El PRD de Miguel Vargas es una muestra. 15 millones de dólares, el Tribunal Superior Electoral y la Junta Central Electoral como soporte político, entre otros beneficios, lo prueban. En el Partido Reformista, lo mismo.

El Estado del PLD, es la fuente que nutre la corrupción que nos mantiene a todos en este “cambalache” donde “da lo mismo ser derecho, que traidor, ignorante, sabio, chorro, Maquiavelo, estafador. Todo es igual, nada es peor. Lo mismo un burro que un gran profesor”.

La elección de una parte del Comité Central del PLD, donde hubo gente que gastó hasta 50 millones de pesos, sin que nadie le preguntara su procedencia, es, más que una muestra, una vergüenza que a nadie parece avergonzar. La elección de apenas diez miembros del Comité Político es otra vergüenza que nadie parece avergonzar salvo al senador de la Vega, Euclides Sánchez, que ruborizado afirmó: “La familiaridad, los negocios y los juegos de azar fortalecen el Comité Político del PLD”. ¡Cuánta verdad, Euclides, cuánta verdad! ¡Qué vergüenza, Euclides, qué asco!

Juan Taveras Hernández (Juan TH)

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