Se posó en cuclillas justo frente a la entrada del edificio y sin ningún pudor se meó por encima de sus bragas en el pavimento. Gritaba incoherencias sobre un tal Pedro. Se halaba los moños de la cabeza y su rostro estaba bañado en lágrimas y con el maquillaje desparramado como una máscara negra.
Los vecinos se asomaban cautelosamente por las ventanas, los peatones no podía creer que semejante espectáculo se estuviera escenificando en uno de los residenciales de más postín del polígono central.
Los reclamos a gritos por su amado llegaban hasta el alma del más indiferente de los mortales, su orgullo de mujer, herido de muerte, le nublaba la realidad. Tomó unas piedra y fue rompiendo uno por uno los cuatro faroles redondos que adornaban la verja.
Se dirigió hacia donde se parqueaba un todoterreno de color gris perla, sacó de su bolso unas llaves y comenzó a rayarlo por todas partes, luego fue a buscar más piedras y le reventó todos los cristales al coche.
Habían pasado más de 15 minutos de la llamada al 911 y no aparecía la autoridad. Para cuando llegaron, el desastre era total. El trauma incluía niños que presenciaron la expresión salvaje de una mujer despechada.
Pedro la había enamorado acosándola a la salida de la universidad, la compró comprándole regalos y brindándole cervezas. Le había regalado un móvil inteligente y un iPad. La llevó de motel en motel durante meses, le suplía lencería del más actualizado porno y le juraba que era un hombre soltero, ingeniero y que viajaba mucho.
Pedro era casado, tenía tres hijos y aunque no era ingeniero sí tenía un buen cargo en el gobierno. Cualquiera aplaudiría las acciones de la joven ante el farsante que la sedujo y prostituyó, un amigo mutuo le dio la dirección y aunque la jeepeta era del mismo color y de la misma marca y año, Pedro no vivía allí.
Marihal / Desde La República Dominicana
Ñññoooooó!!!
ResponderEliminarEl que se fuñó fué el otro Pedro dueño de la otra Jeepeta.
A lo mejor el "amigo mutuo" le tenía una guardada al Pedro equivocado.
Al mejor estilo a lo crónica de una muerte anunciada.