A la gran mayoría de los seres humanos nos atraen las comodidades, la vida fácil y cómoda. Nos acostumbramos desde pequeños, sobretodo cuando tenemos padres responsables y complacientes a ver la vida color de rosa, cuando la realidad es que la vida es dura en sí misma, y para contrarrestar ese sino hay que buscar paliativos eficientes internamente.
Nadie aprende en cabeza ajena y para crecer como ser humano hay que pagar con penurias, carencias y sufrimientos el aprendizaje, para equilibrarnos como ente, como ser social. Los golpes del destino inicialmente suelen ser leves, por breves momentos con intérvalos, te están enviando una señal de que endereces el rumbo.
Si no obtemperas al llamado de las leyes de la naturaleza humana, en una segunda ocasión te quitan lo que más disfrutabas, lo que más querías y que te hacían sentir orgulloso de ti mismo, las penalizaciones se extienden de periodo y hasta te dan la sensación de que nunca te recuperarás.
Hay una tercera y última oportunidad que te ceden cuando ya todo lo creías perdido y hasta las ganas de seguir en este mundo las habías descartado. Estás en esta etapa y después de esta no habrá otra, es el final del camino.
Piensa muy bien cada paso que vayas a dar. Cada vez que te tiente la mentira, la farsa, la arrogancia, la envidia, la calumnia, el desprecio, la indiferencia, el egoísmo, la maldad y la desconsideración o indiferencia hacia aquellos que te ayudaron cuando lo necesitaste; ¡deséchalos!
Haz las paces con el mundo, cumple con tus responsabilidades y las normas conductuales que impone una sociedad organizada que irremediablemente al final se impondrá contra los corruptos, díscolos, amorales y disociadores. El bien siempre triunfa sobre el mal.
Aprovecha este último chance y disfruta tu proximidad a la meta final en paz.
Desde La República Dominicana
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