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lunes, 13 de abril de 2015

La Cordero


Ella, tan temida
Vehemente, intransigente, agresiva. Ama con la misma intensidad que desprecia. A veces arriesga todo para nada ganar. De rencores breves y animadversión perenne que no intenta disimular. Regia polemista, asume en el pleito la insensatez con donaire. Provoca la derrota de quien la reta hasta olvidar la compostura, aunque un requiebro la enloquece y guarda a ratos la daga de su prosa.

Vela el estilo tanto como a la progenie cuya defensa encara con fiereza de leona. Cuando de la protección del clan se trata, es capaz de bordear el ridículo, único temor que confiesa.

La adversidad fue fragua temprana. Conjuró la carencia con los sueños, con ese indómito deseo de trascender traspatios y callejones. Más con rabia que con dolor venció la acera de la abulia y la premonición de fracaso. La estética de latas con tierra negra y geranios, la presintió orfebrería, por la ternura paterna de la siembra. Imaginó manjares cuando compartía el locrio de la dignidad con su madre, sus hermanas y un hermano protector, demasiado querido.

Militante precoz del 14 de junio, muchacha de abril. Su osadía garabateó paredes pidiendo “armas para el pueblo” y supo estar donde la necesitaban. Cuando era el tiempo de la libreta y el lápiz, de micrófono y riesgo, de humillación e incertidumbre, también estaba. Desde la redacción urgente y peligrosa hasta el ahora de mando, todos los medios donde ha laborado tienen su impronta de calidad.

Vivió en el exilio la desesperación inédita del desarraigo. Sin armas para batir la desolación de su primogénita, que vestía su ternura con abrigos deshilachados y zapatos rotos. Lejos descubrió la solidaridad insospechada de quienes adversó en el terruño.

Cruel consigo, de exigencia prusiana. Hasta con el halago es severa. Busca en la lisonja la sintaxis. Sin embargo, no necesita permiso para el disfrute y el desgarro ardiente de madrugadas infinitas.

Ha pagado por su libertad el precio de la injuria, empero, logró la indiferencia ante el insulto. Si la diatriba no afecta su entorno, se solaza con la vileza ajena que no logra intimidarla.

Su imparcialidad es con los principios. Cuando sólo era permitido pregonar, sin culpas, la consigna del anti balaguerismo, ella, con su historia de subversiva, con la leyenda que le endilgaba aptitudes propias de Mata Hari, asumió su adscripción al proyecto de Majluta. Admiró y apostó a Juan Bosch. Después, su devoción por Peña Gómez fue estandarte.

Su designación como miembro del Consejo Directivo de INDOTEL, cargo que desempeñó durante el gobierno de Hipólito Mejía, provocó una tolvanera. Enfrentó el agravio y sus detractores luego fueron aliados.

Feminista legendaria. Por razones ideológicas defiende causas y conductas que jamás consentiría para sí. Expuesta al improperio por esa actitud, no reniega ni se arrepiente.

Del Neruda de su adolescencia, compañero de amores y trinchera, pasó al desenfado de Sabina y a la melancolía del fado, pero cede al primer toque de atabal. Gastrónoma por decisión y placer, su cocina es templo. Como sacerdotisa, transforma ingredientes en oda para el deleite de comensales y vanidad de la alquimista. Coqueta, cumbanchera, sibarita, racional hasta la necedad y la herejía. Musa de indiscretos que cuando no podían vencerla en la intimidad propalaban la endecha del desprecio.

Tiene momentos de hastío, de rechazo a la mundanidad, entonces, se abraza a sus gatas, a su nieto, repudia la insulsez de algunas tertulias y sólo conversa con Savater, Lobo Antunes, Kertesz y prosigue el interminable diálogo con su irremplazable Aníbal.

Gracias a esa costumbre nuestra de decir tarde aquello que antes debió divulgarse, Margarita Cordero Guerrero es Premio Nacional de Periodismo 2015. Ojalá permita el galardón la admiración tardía, más allá de la euforia mimética o la complicidad fugaz. Ojalá las escuelas de periodismo muestren sus trabajos.

La Cordero aceptó ufana el reconocimiento. Tranquila y orgullosa. Sin falsa modestia. Su alforja está colmada. Es el momento de creer que ha sido más amada que temida.


Carmen Imbert Brugal
Hoy

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