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domingo, 26 de abril de 2015

Si solo nos dejan dos caminos a elegir


Mil veces preferimos esto a lo otro
Unos años atrás cierto líder político perteneciente al grupo dominante que ha forzado a transformar una sociedad que se manejaba con la prudencia del siglo XIX en ciudadanos activos del siglo XXI advertía que aquellos que no estudiaran y que no se formaran intelectualmente quedarían rezagados e irremediablemente fuera del mercado laboral y de las bonanzas que proporciona el saber.

Tres lustros hemos quemado desde aquellas predicciones y miles de jóvenes se han titulado en diversas profesiones, han adquirido idiomas adicionales, formación en manejos de programas digitales de oficinas y redes sociales. Muchos tienen maestrías y hasta doctorados. Se han leído a Neruda, a Borges, al Gabo y a Vargas Llosa; y en su gran mayoría están desempleados, otros, en empleos informales con salarios de miseria que no tienen nada que ver con su formación académica o enganchados a improvisados comercios destinados al fracaso en un mercado competitivo y saturado como el que prima entre los que no tienen acceso al financiamiento y capital de aguante para los periodos anuales cíclicos de baja rentabilidad.

De una nación reglamentada tradicionalmente por principios éticos y morales, donde la decencia y la honorabilidad en su gran mayoría reinaban, nos hemos convertido en un pueblo indolente y egoísta, donde cada quien tienen como meta única salvarse a sí mismo, llegando incluso a ignorar a su propia sangre.

De la misma forma en que la cabeza (padre o madre) impone las reglas del juego internamente en un núcleo familiar, así mismo el Estado y las diferentes religiones son las que dictan las normas a seguir por una sociedad, que no es más que el conjunto de las familias de un país.

En los últimos 15 años hemos visto de todo, realizado ante nuestros ojos sin que entendamos el por qué de todo este abuso. En el año 2000 al asumir un nuevo gobierno la deuda pública dominicana era de US$3,680 millones, para el año 2004 fue aumentada significativamente a US$7,380 millones, según cifras aportadas en 2009 por José Javier, en Diario Libre. Al 2015, el Ministerio de Hacienda revela que la deuda pública consolidad dominicana alcanza la escandalosa cifra de más de US$27,000 millones de dólares, esta representa el 50% del PIB de la nación, en palabras llanas, RD debe la mitad de lo que vale su economía. Este desenfrenado endeudamiento a un promedio anual de US$1,500 millones se utiliza solo para pagar los intereses de los préstamos adquiridos y para sostener un clientelismo político que da sustento a los mandantes, según el economista Miguel Ceara-Hatton tomamos préstamos para pagar intereses de deudas, y esta sigue creciendo bestialmente.

Con una promesa de progreso y de bienestar para todos que no ha llegado en 15 años ni siquiera para aquellos que están más cerca de la corte, hoy vemos pasmados en lo que han convertido a nuestra otrora bella y habitable islita.

Cientos de miles de vagos mantenidos en unos programas sociales que nos cuestan miles de millones de pesos anualmente sin que se sepa si existe uno solo de esos privilegiados a quienes se le hayan resuelto definitivamente sus carencias diarias.

Metro, hospitales, carreteras, edificios públicos farónicos, obras multimillonarias financiadas con dinero ajeno sin que el país produzca para su mantenimiento o rehabilitación futura.

Una economía sustentada en servicios a otros, sin un aparato de producción tecnológico, de bienes o productos que generen las divisas para la creación de riquezas o empleos y para pagar lo adeudado.

Una delincuencia maldita y asesina que encuentra su caldo de cultivo en el desempleo y la pobreza creciente. Una justicia que apadrina la impunidad con fuerzas represivas que actúan del lado opuesto de la ley y líderes religiosos que accionan como políticos y políticos que se manejan como narcos.

Las autoridades que asumieron en 2012 las riendas del país a pesar de todas las limitaciones han sido un respiro para los dominicanos. Sería injusto no admitir que la decencia, la prudencia y el respeto que mana del poder actual han evitado una confrontación entre los dominicanos. Podríamos llenar cientos de cuartillas criticando al actual gobierno porque de pecados no está libre, pero las cosas han cambiado y la prepotencia, la altanería, el derroche y la vagabundería han sido contenidas, tan drástico ha sido el cambio que los más enconados opositores al Sistema nos hemos convertido en defensores de los actuales administradores de la cosa pública.

Si solo nos dejan dos caminos a elegir preferimos mil veces un Estado respetuoso y austero a que vuelva la incapacidad, el desorden, la corrupción desmedida, la parafernalia, el boato, la corte de la realeza. Mil veces preferimos continuar con esto a volver con lo otro, a pesar de todas las quejas y de todo lo que falta por corregir.


Juan Santos / Desde La República Dominicana

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