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jueves, 25 de junio de 2015

Danilo Medina: hechicero degradado de la tribu


Bitácora de la reelección
Cuando Danilo Medina saltó el primer charquito al inicio de su gobierno, del lado allá lo esperaba Joa Santana. La gente piensa que el Presidente se “comió el tiburón podrido” el día del discurso, pero el publicista-asesor Joa Santana torció el rostro al recibirlo, porque el hedor a “Tiburón podrido” era insoportable. Santana es un tipo duro, un publicista brasileño sin escrúpulos, el “plomero” de la estrategia política de Lula Da Silva y de Dilma Rousseff; y en esa virtud le fue “prestado” a Danilo Medina. Ningún trabajo sucio le espanta, un buen “plomero” brega con la inmundicia como si fuera una conducta gloriosa. Nadie como él sabía que al consumir tan ávidamente el “detritus de Tiburón” Danilo Medina corría el riesgo de ser para siempre la alternativa de sus propias mentiras.

El montaje de la reelección arrancó bien temprano. Se encaramó en dos rieles: construir una imagen de apoyo popular a la gestión y neutralizar hacia adentro del PLD las aspiraciones de Leonel Fernández. Las “visitas sorpresas” desplegaban el alarde de la caridad y la preocupación del Presidente, personalizando al máximo la gestión de Estado y el clientelismo. Al mismo tiempo se les abrían expedientes intimidatorios a las figuras emblemáticas de la corrupción, cercanos a Leonel Fernández. Amagar y no dar. Y se ponía a disposición de los danilistas todo el presupuesto nacional para derrotar a los leonelistas en las elecciones del Comité Central y el Comité Político. El uso de los recursos públicos fue apabullante, y el danilismo se impuso. Danilo Medina seguía saltando charquitos, las “encuestas” eran cada vez más exageradas, y Joa Santana aderezaba el tiburón.

Nadie sabe qué hace Danilo Medina cuando mira en el espejo el rostro con que vive, pero lo que sí todos sabemos es que él está reproduciendo esa perversidad de la historia dominicana que consiste en ensalzar figuras mesiánicas portadoras de esos signos de la dicha como si brotaran exclusivamente de su ser, y financiarlo con los fondos públicos. Todo cuanto se hizo, hasta aquí, fue a costa de los fondos públicos, de los impuestos que pagamos todos, incluyendo lo que cobra el “plomero”. Después, vino el discurso, según leemos en la bitácora. El carácter enceguecido y retrógrado de toda reelección en una historia como la dominicana llena de farsantes que han vendido en papel satinado sus ambiciones desmedidas, hizo de sus palabras un conjunto de justificaciones estereotipadas, que en el imaginario popular están cifradas en la triste contabilidad de la mentira de tantos dictadores como hemos tenido. Joa Santana no pudo ayudarlo a digerir el tiburón. Nadie puede escapar al cuestionamiento de la historia. Mientras desplegaba su discurso, Danilo Medina era el último bastión de la mitología del redentor. Un ridículo redentor cuya secreta profundidad es el despojo de la riqueza pública (Que hablen Gonzalo Castillo y José Ramón Peralta).

La bitácora indica que ahora es el candidato de la reelección. Cuenta con el presupuesto nacional entero, la JCE, el Tribunal Electoral, toda la estructura de la justicia; el 95% de los fondos públicos asignados en el presupuesto para los partidos políticos, todos los servicios de inteligencia del Estado, la prensa comprada, numerosos “partidos” y “movimientos” políticos, los millones de la corrupción, los buques insignias de la partidocracia: PRD y PRSC; los programas asistenciales del Estado (solidaridad, bonogas, bono eléctrico, bono estudiantil, etc). Y cuenta también con la pobreza material y moral de un desventurado país saqueado sin piedad por sus “líderes” tradicionales. La más perversa broma ritual de la obscena unanimidad. La ambición personal más desproporcionada fluyendo sobre la indefensión inmóvil de un país.

Las condiciones de la reelección de Danilo Medina son solo comparables a las de Trujillo, y tienen por donde quiera la mirada petrificada del cataclismo. Está dispuesto a todo para continuar en el poder, incluso hasta desguazar el territorio nacional, y darles más senadurías a unos zánganos cuya obra ha sido vivir del erario. Más que un candidato, es un abusador. Más que un redentor es una condición del artificio y la mentira tradicional de nuestros políticos, y más que un gobernante condolido es un hechicero degradado de la tribu, a mucha distancia del talento, y muy próximo a la marrulla morfológica del camaleón (“Me derrotó el Estado”).

Después de tragarse el tiburón podrido, Joa Santana no lo puede ayudar a digerir. Ni Gonzálo Castillo, ni José Ramón Peralta. Ya veremos.


Andrés Luciano Mateo
Hoy

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