Entonces resulta y viene a ser que fueron “las fuerzas vivas de la Nación” las que decidieron promover la reforma constitucional que le abrió las puertas a la repostulación del presidente Danilo Medina, lo que, según lo que declaró durante su alocución al país del pasado miércoles, aumenta el peso de su “responsabilidad de actuar en el próximo proceso electoral de la forma más equilibrada, justa, honesta y transparente posible”.
Y si alguien, en ese momento del discurso, creyó que alucinaba o que los sentidos le jugaban un mala pasada, las siguientes palabras del mandatario lo sacaron de dudas: “Siempre que fui consultado por mis compañeros de partido o por representantes de la sociedad civil, mantuve una posición equilibrada e imparcial.
En ningún momento estimulé o aceleré el proceso. Al contrario, me mantuve siempre con cautela y redoblada atención. Pero si no estuvo en mi estimular este proceso, tampoco estuvo en mi frenarlo, ya que brotaba de un deseo popular profundo”. Hay que suponer que, desde las alturas del Palacio Nacional, las cosas se ven muy diferentes, y hasta es preferible pensar que algún asesor de imagen que se pasó de contento le aconsejó recurrir al viejo truco de Poncio Pilatos como una forma de mantenerlo a distancia de una reforma políticamente costosa, todo eso con tal de no llegar al extremo de llamar mentiroso a un Presidente de la República.
Porque lo cierto es que a quienes vimos promoviendo y negociando con la oposición esa reforma fue a un grupo de vivos que nunca ocultaron su condición de funcionarios del gobierno o de altos dirigentes del PLD. O sea que no es a las “fuerzas vivas de la nación” a las que el presidente Medina tiene que agradecerle la oportunidad de seguir en el carguito, como nos quiere hacer creer ahora, sino a ese grupo de vivos que nunca hubieran tenido la fuerza que demostraron tener si no hubieran actuado en su nombre.
Que no es lo mismo ni es igual.
Claudio Acosta
Qué se dice...
Hoy
No hay comentarios:
Publicar un comentario