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miércoles, 29 de julio de 2015

Aprender sobre la sexualidad no produce depravados sexuales


Sexualidad: el grito de las iglesias
En este país se niegan derechos sexuales y reproductivos en nombre de un puritanismo que en nada refleja la verdadera realidad social dominicana.

Este país es exportador de trabajadoras sexuales (comúnmente conocidas como prostitutas) porque aquí no hay empleos suficientes para que esas mujeres permanezcan en su tierra en labores alternativas. En el distrito rojo de Ámsterdam hay una sección de dominicanas, y se encuentran también en esa ocupación en otros países de Europa, Sur América y el Caribe, e incluso en el Medio Oriente. Esas mujeres se buscan la vida como puedan y donde puedan en condiciones sociales adversas para subsistir y enviar remesas a sus familias. Nada de eso levanta el grito al unísono de las iglesias.

Aquí mismo, sin ir muy lejos, en las zonas turísticas hay abundancia de transacciones sexuales de parte de hombres y mujeres, incluidos muchos jóvenes, y hasta niños y niñas sumidos en la pobreza (¿recuerdan el ex nuncio?). Con simplemente observar en cualquier poblado playero se detecta rápidamente quién anda en qué. Pero nada de eso levanta el grito al unísono de las iglesias.

La República Dominicana registra uno de los índices más altos de embarazos de adolescentes en América Latina, y para combatir ese problema está probado que predicar abstinencia no ha dado buenos resultados. Muchos jóvenes dominicanos siguen practicando el sexo sin controles adecuados y reproduciéndose a destiempo. Que es un grave problema lo saben hasta las iglesias, pero de ahí a resolverlo hay un gran trecho.

También está comprobado que a mayor pobreza, menor acceso a la educación y a los servicios de salud; por tanto, los pobres tienden a procrear más hijos que la clase alta y media. Resultado: se empobrecen más. Nada de eso levanta el grito al unísono de las iglesias.

La República Dominicana es un país superpoblado (y Haití peor), pero tampoco eso levanta el grito de las iglesias. Por el contrario, se oponen a la educación sexual y algunas, como la católica, se oponen hasta al uso de métodos anticonceptivos. Creced y multiplicaos es el mandato como si esta isla estuviese aún despoblada.

Todo intento de legislar a favor de la educación sexual ha terminado engavetado en el Congreso porque las iglesias se oponen rotundamente. Ahí sí levantan el grito al unísono y proclaman que no le toca al Estado, sino a los padres, la educación sexual de los hijos.

Pero sucede que la sexualidad es generalmente tema tabú entre padres e hijos. Cuando los padres botan el miedo para hablar con sus hijos sobre la sexualidad (si es que lo botan), ya los hijos tienen relaciones sexuales o incluso han procreado. La inmensa mayoría de los niños y jóvenes aprenden sobre la sexualidad con los amigos y en los medios de comunicación.

Como muchos padres no hablan de sexualidad con sus hijos, es importante que el Estado asuma el rol de educar a través del sistema escolar, pero ¡oh no!, las iglesias se oponen rotundamente. No quieren que se toque el tema a menos que sea a su manera, y los legisladores no quieren problemas con curas ni con pastores para que no los ataquen en sus prédicas. Puro chantaje y cobardía. Resultado: todo se queda igual. Mucho sexo sin ley ni conocimiento.

En este puritanismo hipócrita, las mujeres jóvenes son las grandes perdedoras. Muchas quedan embarazadas a destiempo, y una vez procrean, aumenta la probabilidad de vivir sin marido en la pobreza, y así, sucesivamente.

Aprender sobre la sexualidad no produce depravados sexuales. Estigmatizarla sí es de alto riesgo sexual y social.

Rosario Espinal
Hoy

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