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miércoles, 27 de julio de 2016

No solo es que los haitianos están tomando pacíficamente el país


Estado de la Nación
Estrenando siglo XXI parece que terminaron las aventuras emocionales e intelectuales y nos han dejado un país triste, ramplón que sólo le emocionan las vulgaridades de programas de televisión con presentadores chillones acompañados de mujeres de nalgas enormes y bailes obscenos. Un país entristecido y sometido por la ex izquierda que hoy es funcionaria deshonesta; que hoy viste de marcas con lentes bling-bling.

Las aventuras revolucionarias ya no existen ni siquiera en el arte, antaño peleón y arriesgado. Hoy, con pocas excepciones, sólo pensando en captar clientes o en dirigir sindicatos de artistas. No hay ni siquiera aventuras emocionales particulares de los antiguos locos disfrazados que poblaban la ciudad colonial. El arrabal lo cubre todo.

¿Qué es una nación? Difícil definirla según criterios extra constitucionales. La objetividad se pierde y entran los intereses y las emociones “objetivas”. ¿La raza?, en nuestro país no aplica, tenemos de todo y muy variado y, el concepto raza resulta peligroso. Puede llevar a extremos como el de querer la muerte de otros o el riesgo de la propia en nombre de la nación. ¿En la lengua? la mexicanidad no es la dominicanidad o la españolidad, y hablamos la misma lengua con matices locales. ¿El dominicano de clase media alta o alta ve la dominicanidad igual que el pobre hombre que debajo de semáforos, entre carros, calor, sucio y hambre, vende aguacates en una mano y un par de perritos en la otra? La dominicanidad varía según la situación y la relación en que se encuentre, y esas circunstancias hacen cambiar sus valores. La sensibilidad, la manera como reaccionamos o nos sentimos ante hechos y realidades también son nación. ¿Está amenazada la dominicanidad?

Sí, y no solo por los haitianos que están tomando pacíficamente el país. Está amenazada también por los dominicanos que nos hemos desentendido de nuestra nación y la tenemos en su peor momento emocional y de cohesión. Está amenazada por la cultura de corrupción con aparatos de impunidad a su servicio. Por el voto comprado a precio de tarjetita de solidaridad tramposa. Por el aire de ilegitimidad que se siente casi en todo: gobierno, modas, deseos, lengua, universidades y aspiraciones. Una bandera, un escudo y un himno surgen después que existe una nación para darle visibilidad a un sentimiento. Pero cuando esos símbolos solo se usan para vender celulares, política o planes de préstamos bancarios, algo anda mal. El estado de nuestra nación no es el mejor, aunque el Gobierno insista en lo contrario dando cifras que nadie cree. Es la desbordante, compleja y contradictoria realidad de un país desigual en todo: ingresos, educación, oportunidades, logros, o el lugar social que se ocupa.


Fernando Casanova y Llaca
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elCaribe

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