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sábado, 10 de septiembre de 2016

De la ratería a los grandes desfalcos en el Estado


LAS CABEZAS ESTÁN PODRIDAS 
Recientemente, la cúpula del Consejo Nacional de la Empresa (CONEP) dijo a los periodistas en un encuentro con los medios de comunicación que la sociedad dominicana está desesperada por la ratería.

Uno de los significados de la palabra ¨ratería¨ es ¨hurto de cosa de poco valor¨. Hay muchas otras definiciones pero todas se refieren a los actos de los ladrones chiquitos.

A menudo, vemos al cardenal Nicolás López decir que las autoridades tienen que aplicar ¨manos duras¨ a los delincuentes callejeros de los barrios.

Es una constante que las autoridades, cuando se refieren a la ¨criminalidad¨, hablan de programas para controlar los actos de violencia en los barrios pobres y de frenar los ¨robos y atracos¨ que cometen los rateros.

Los medios de comunicación y ¨comunicadores prestantes¨, con frecuencia escriben editoriales y artículos sobre ¨el flagelo¨ de la criminalidad en las calles de nuestros barrios.

Pero ni la cúpula empresarial, ni la jerarquía de la iglesia, ni las autoridades, ni los medios de comunicación se refieren a los principales responsables de la alta criminalidad que nos afecta.

Ellos no quieren cuestionar que un alto porcentaje de los guardias y los policías, arriba y abajo, son parte del problema y no de la solución.

No quieren decir que los órganos que deben trabajar para prevenir y evitar la delincuencia, están al servicio de funcionarios, congresistas y empresarios delincuentes.

Ellos no hablan de los sueldos ¨cebolla¨de los guardias y los policías mientras funcionarios y políticos se roban el dinero que se necesita para garantizar a los responsables de la seguridad ciudadana una vida decente.

A ninguna de ellos se les ocurre cuestionar por qué recientemente los principales jefes del Departamento Antidrogas de la Policía (DICAN) robaban las drogas a los narcos y las vendían más adelante.

Ellos ni siquiera comentan que recientemente se descubrió que el departamento completo de Material Bélico del ministerio de la Defensa, responsable del control de las armas de fuego, comenzando por un general de brigada, se dedicaba a traficar con armas ilegales.

No quieren hablar del grupo de oficiales de la Autoridad Metropolitana de Transporte, encabezado por un subdirector, que se dedicaban a imponer multas irregulares a los conductores y a robarse el dinero de dichas multas.

Los empresarios, el cardenal, los principales dirigentes políticos y los medios de comunicación no quieren discutir qué impacto tiene en la criminalidad el uso de sumas millonarias de dinero público para comprar la modificación de la Constitución y viabilizar la repostulación de Danilo Medina.

No tocan, ni con el pétalo de una rosa, el fraude en la licitación de las plantas de carbón de Punta Catalina, en el cual medios de comunicación internacionales involucran directamente a Danilo Medina.

El gobierno ha tratado de impedir, golpeando y arrastrando a ciudadanos decentes, las protestas para que se identifique y se someta a la justicia a los que se roban el dinero del cuatro por ciento de la educación, a los que multiplicaron el presupuesto del hospital Darío Contreras para robarse la mitad y a los que ordenaron construir una carretera clandestina con fondos públicos para favorecer a un amigo del gobierno.

Al CONEP, al cardenal, a los medios de comunicación y a los demás poderes fácticos de esta ¨suciedad¨ no les merece ninguna preocupación que un hijo del ministro de Interior y Policía que cobra sin trabajar en varias instituciones del Estado le pase por encima en su vehículo a un miembro de la AMET, quiebre su pie, después de haberse pasado una luz roja, y que en vez de recibir una sanción, el sancionado sea el agente de la autoridad.

Tampoco les preocupa que el presidente del partido oficial en Puerto Plata y viceministro Alfonso Crisóstomo se presente a un cuartel de la autoridad y atropelle a todos los miembros de la autoridad porque una novia suya violó la ley de tránsito y le retuvieron el vehículo.

En fin, a esos sectores, que dicen estar cansados de las raterías, no les interesa discutir las causas de la criminalidad callejera, porque ellos saben que ese fenómeno es consecuencia directa de que las cabezas que dirigen el Estado están podridas. Y ellos son parte.



Marino Zapete C.
5 febrero, 2016

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