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domingo, 12 de febrero de 2017

Estamos asqueados ante el descaro de ciertos “politiquitos”


¡Camaleón, gracias por el traje!
El camaleón es un reptil prodigiosamente dotado por la naturaleza del poder de transformar su apariencia exterior para poder sobrevivir a cualquier circunstancia en que se vea envuelto.
El animal humano pensante, aprovechando esa misma capacidad mental desarrollada en el transcurso de su evolución, se vale de la misma de manera magistral, para falsear sus opiniones, actitudes o imagen con gran facilidad y según le convenga. Sin ir más lejos, en nuestra ex-República Dominicana, puesto que me parece que no pueden arrebatarnos nuestra nacionalidad, tenemos a un modelo ejemplar de Camaleón humano, nada más y nada menos, que en el presidente Danilo Medina.
Muy pocas veces antes, el ser humano, en este caso el dominicano, había sentido la necesidad de tomar prestado al camaleón, su afortunado recurso de simulación o disfraz. Esto así, porque las deformadas circunstancias que nos envuelven en este panorama de incertidumbre y falsedades descaradas que se nos enrostran e imponen, no le dejan la posibilidad de ser honestos y demostrar honestamente, sus verdaderas y auténticas personalidades.

Luego del discurso pronunciado en el Almuerzo de la Cámara Americana de Comercio el año pasado, por el ex Embajador norteamericano en nuestro país, James (Wally) Brewster, donde con licencia diplomática o sin ella, denunciara todas las verdades que nos duele admitir sobre la “corrupción” que ahora nos limita en la opinión mundial sobre nuestro país, recientemente incluido en el listado de los países más corruptos, todos cifrábamos una vez más nuestras frustradas esperanzas en una respuesta idónea y sin recurrentes medias tintas de parte del presidente Danilo Medina, en su discurso enunciado en el mismo lugar. Mientras aumentaba el delirio de una audiencia robotizada y expectante, de igual manera, seguían fluyendo tanto las palabras de nuestro presidente, tratando temas alejados de lo concerniente al asunto, cuanto más ensayaba su indiscutible recurso de apología en defensa de lo indefendible, y sentenciando al mismo tiempo sus teorías que cual camaleón, intenta inútilmente convencer a una audiencia ya adiestrada a la falacia.

Pero resulta ser que desde todo punto de vista, tanto el locutor como el oyente, se han visto en la imperiosa necesidad de utilizar el mismo recurso “camaleónico”, que caracteriza al afortunado animal. Esto así, porque ya el dominicano no dispone de tabla de salvación alguna, para recurrir a los derechos que le otorga un triste papel, que lleva el respetable título de Constitución. Papel que nuestro presidente y su Poder Ejecutivo han reformado antojadizamente para la Reelección e innumerables irregularidades, mientras le prohíbe intervenir en la reforma de los “derechos inalienables” destruidos, de los otros Poderes: Legislativo y Judicial, que armado de valor, muy bien podría cambiar el curso actual de nuestro destino con la total transformación del Poder Judicial, indudable y medularmente prostituido en todas, repito todas, sus instancias.

Señores actores; poderosos genios del populismo que corrompe todo lo que toca, como bien ha sido históricamente demostrado por los valientes países que han logrado sobrevivirlo e intentar sustituirlo (Guatemala, Perú, Brasil etc.); no somos ya, al menos los muchos seres pensantes, dignos y honestos que aún sobrevivimos y somos dominicanos, insisto, no somos un pueblo de ingenuos imbéciles, aunque bien pudiéramos parecerlo ante sus ojos y mentes obnubiladas por la adulonería de sus cortesanos. Estamos asqueados ante el descaro de ciertos “politiquitos” que, aunque disfrutan de algunos “carguitos”, gastan descaradas fortunas en su propaganda agobiante y repetitiva, para engañar a los conformistas y así seguir escalando otras posiciones aún más remunerativas. Dicha propaganda horroriza y hastía a la población indefensa ante la demostración de despilfarro de recursos obtenidos con el sudor de muchos años de trabajo honesto. La política se ha convertido en el único oficio, que no profesión, que puede regalar a los ineptos e incapacitados “homo erectus” actuales de la dominicanidad y otros pueblos, una muy fácil y comodísima manera de vivir sin prejuicio alguno, con el mero recurso de la astucia para metamorfosearse en el “camaleón” que habita nuestro secuestrado país. Amén.



Lisette Vega de Purcell
Hoy

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