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sábado, 10 de julio de 2010

Violación constitucional y anacronismo



Lo rebatieron con contundencia Javier Cabreja, Rosario Espinal y Servio Tulio Castaños Guzmán. No habría que agregar nada a esas declaraciones que salieron al frente de inmediato a las aparentemente ambiguas pero con intenciones definidas expresiones del Dr. Leonel Fernández sobre la reelección presidencial.

Aunque lo que opinamos sobre el tema fue dicho concluyentemente en esas reacciones honorables, parece un deber, a la vez un derecho de ciudadana, maestra y política, sumarme “en plural” a romper lanzas junto a Cabreja, Espinal y Castaños en la jornada de develamientos, confrontaciones y posicionamientos que el propio Presidente de la República inauguró formalmente, en su inusual encuentro con periodistas, antes de viajar a Alemania.

Violar la Constitución no es la mejor credencial para un presidente que jura al asumir el cargo CUMPLIR y HACER CUMPLIR los mandatos de nuestra Ley Sustantiva. El Dr. Fernández, es cierto, la viola cada año cuando incumple la Ley 66-97 de Educación, asignándole al sector la mitad del 4% del PIB establecido. La viola cuando se torna ciego, sordo y mudo ante el acelerado enriquecimiento ostentoso de muchos de sus funcionarios.

La viola cuando impulsa restar del presupuesto aprobado por el Congreso a las instituciones públicas una partida para cubrir parte de los déficits del sistema energético; un parche que no cura el mal, que tiene que enfrentarse con soluciones permanentes y responsables.

Esos antecedentes, sin embargo, no justifican la última violación pública desafiante: el desconocimiento taxativo del Presidente del artículo 124 de la nueva Constitución, que prohíbe la reelección presidencial consecutiva.

Esta Constitución es carne y sangre de las “conceptualizaciones” y deseos del Dr. Leonel Fernández. Un Congreso complaciente que incluyó por conveniencias personales y/o grupales a muchos miembros de la oposición perredeísta, votó dócilmente por el texto emanado de una Comisión que recibió aliento y directrices del propio Presidente de la República.

Fue ese Congreso, que suplantó la Asamblea Popular por la que tanto luchó el profesor Luis Gómez, con su terco decoro y sus inmensas capacidades de maestro y de cientista social, el que ostentó la representación de esa soberanía del pueblo con la que ahora el Dr. Fernández juega equívocamente.

¿Cómo puede aceptarse que el Presidente de la República, padrino auspiciador, guía hodegético de su aprobación y satisfecho firmante de su promulgación, saque ahora la lengua a esa Constitución tan pujada por el mismo, negando la explícita prohibición que contiene el artículo 124? ¿Quién se traga este truco tosco de remitirse al pueblo, que de todas maneras ya decidió en la “consulta” inconsulta, si el tema de la reelección fue decisivo en el debate, inclusive se constituyó en piedra angular del frustrante “acuerdo” entre Miguel Vargas y Leonel Fernández? La inoportunidad de una posible reforma constitucional es evidente. Lo que se espera del nuevo Congreso es que labore acuciosamente en la elaboración del instrumental legislativo adjetivo que aterrice los postulados de la Constitución recién salida del horno. Sería un absurdo aberrante iniciar el período legislativo en agosto introduciendo dudas jurídicas sobre el texto aun calientito, metiendo a senadores y diputados en elucubraciones y choques que los alejan de sus auténticos compromisos.

Emular al Dr. Balaguer le ha proporcionado al Dr. Leonel Fernández indudables beneficios: lo ha colocado como cabeza del sector conservador dominicano, le aguzó la astucia limándole escrúpulos juveniles para permitirle usar el pragmatismo crudo y duro en el ejercicio político.

Pero todo tiene su límite y su época, recordemos al Eclesiastés; el Dr. Balaguer pertenece al pasado, tampoco conviene desdeñar la inteligencia de los dominicanos ni creer que es inagotable nuestra tolerancia.

Como expresaron la Dra. Espinal, el Lic. Castaños Guzmán y el Lic. Cabreja, parece que lo de “pedazo de papel” se copia también del balaguerismo, aunque el ciudadano presidente es buen conocedor del derecho constitucional moderno que define, por boca de Cooley, Romagnosi, Borja, Rossi, que la Constitución es “la ley que el pueblo impone a sus gobernantes para protegerse del despotismo”.

Cuidado. Hay fatigas e indignaciones represadas que pueden reventar ante esta última manifestación de desprecio o de burla, del retroceso histórico que signifi ca la reelección en República Dominicana, como expresión anacrónica de un pretérito infeliz.

La eternidad es solo patrimonio de Dios. Los gobiernos que pretenden perpetuarse, icónicos y providenciales, violando la Constitución, las leyes, los pactos, los compromisos y la ética, ni son modernos, ni generan progreso, Dr. Fernández. Y usted sabe bien que el signo de la época no es la continuidad, el “más de lo mismo”, sino el trepidar incesante y necesario del cambio, ese que usted tanto menciona y que describe magistralmente en “Mundo desbocado” Anthony Giddens, leído y admirado por ambos.
Yvelisse Prats-Ramírez de Pérez 
EN PLURAL
Listín Diario
Grabado: Wilson Morfe / Hoy Digital
http://www2.listindiario.com/puntos-de-vista/2010/7/10/149840/Violacion-constitucional-y-anacronismo

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