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jueves, 17 de febrero de 2011

Así cualquiera firma un contrato con una tarjeta de crédito



Mi contrato de adhesión
Yo firmé un contrato de adhesión. Hace ya 20 años desde que acepté aquella tarjeta de crédito y todavía la tengo, agradecido y más maduro, conmigo.

Me acompañó durante la universidad, en mi primer trabajo, cuando me casé y al momento de nacer mis dos hijos. Sobreviví un divorcio y me rehice profesional y económicamente y en más de una ocasión fue gracias a aquel plástico de 1991.

Yo firmé un contrato de adhesión. Gracias a ese contrato, recibo un estado de cuenta donde mensualmente no solamente me indican cuánto y en qué gasté.

El banco al que me adherí, como muestro en el ejemplo hipotético de la tabla, cada mes me acuerda que si solamente hago el pago mínimo sobre un consumo de US$3 mil, tardaré 11 años en cancelar la totalidad del crédito.

Mi banco me sugiere otro monto, algo mayor al mínimo, y cada vez me resalta (en un cuadro bien sencillo) que si realizo este pago mayor en vez de 11 años, saldaré en 3 años y que en vez de pagar US$4,745 me ahorraría US$1,033 en intereses.

Debajo del cuadrito (aunque no lo reproducimos aquí), el banco reconoce que quizás se me dificulte realizar los pagos. Me refiere a una línea telefónica 800, para que yo acceda a un servicio de asesoría crediticia gratuita que trabajará conmigo personalmente.

Yo me adherí a un contrato que obliga al banco a distinguir a un cliente pagador de uno moroso, motivando al primero y castigando al segundo con las tasas de interés y los límites que otorga.

Si me atraso en el pago de mi tarjeta, hay un límite al cargo por mora que me cobrarán y me indican, de antemano, la tasa de interés con que me penalizarán.

El contrato limita al banco a penalizarme por solo seis meses con esa tasa mayor.

Mi contrato de adhesión obliga a mi banco a revisar mi historial finalizado los seis meses, reduciéndome el interés si, en efecto, me reivindiqué como un buen pagador nuevamente.

En mi contrato, la tasa de interés la determina el costo del dinero en el mercado y mi comportamiento de pago.

A diciembre 2010, mi banco solamente me cobraba 1.3 veces (o 30%) más que lo que cobraba por un préstamo de consumo. Otros, como muestro en la tabla, cobran en sus tarjetas hasta 5.1 veces (o 410%) más.

La tasa de interés es la que es. No hay gato entre macuto, ni "cargos bonificables". Se indica, naturalmente, en términos anuales, no con el maquillaje "mensualizado" de otros.

Sepa que no soy el único que firmó. Muchos banqueros locales también se adhirieron.

Sólo me falta un pequeñito detalle. El contrato está en inglés. Lo firmé en Estados Unidos.

Cuando lo encuentre en español, y de una entidad criolla, sabré que "nuestro pueblo progresó en base a cooperación, buena voluntad y un esfuerzo conjunto." Ojalá no perdamos 20 años más.

¿Pescando en río revuelto?

Hace 4 años y 11 meses

En "Una revolución silente en la banca", escribimos: "Es mejor ser parte integral de la revolución silente del consumidor bancario, que ya existe en otros países, y que más temprano que tarde llegará al nuestro, a que les coja a los bancos de sorpresa y en su contra."

Hace 4 años y 8 meses

En "Transparencia ante el usuario", escribimos: "Paradójicamente, el único servicio bancario que en el país mantiene una forma de cotización particular es el de las tarjetas de crédito, donde por costumbre se impuso hablar de un "7%" (pero en términos mensuales) cuando en realidad se trata de un 84% anual."

Hace 3 años y 9 meses

En "Yo tengo un sueño", escribimos: "Educar al consumidor bancario es, para abusar del cliché, lo socialmente responsable. ¿O es que también apostamos a la ignorancia de la población? De ser así, prepárense para su pesadilla."

Hace 1 año 10 meses

En "El silencio de la tumbas", escribimos: "Yo denuncio que el costo de las tarjetas no guarda relación con su costo principal, el del dinero."

Hace 1 mes

En "Carta a Altagracita", escribimos: "Transparente esa tasa. Divúlguela como el mercado exige. Utilice la información para motivar a la competencia. Concientice al millón de almas que han caído en ese gancho de plástico."

Alejandro Fernández
Argentarium / Diario Libre
http://www.diariolibre.com/noticias_det.php?id=280096

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