El presidente Danilo Medina limita sus viajes al exterior a los estrictamente necesarios y por espacios muy breves de tiempo, regresando al país el mismo día o a lo sumo al día siguiente. Esta modalidad ha sido observada en algunos medios acostumbrados a aceptar como natural las prolongadas y frecuentes salidas de su antecesor, quien solía viajar con cualquier pretexto, en muchos casos a eventos ajenos a sus compromisos protocolares como jefe del Estado, los que aprovechaba para impulsar su fundación y comer en caros restaurantes en un turismo presidencial que le permitió conocer casi todo el mundo.
En el caso del presidente Medina he leído y escuchado que se le dice que anda siempre muy de prisa o con un bulto de mano como equipaje. Sea que tenga prisa o ande con equipaje ligero, lo cierto es que el mandatario actúa correctamente en lo que atañe a su presencia en las cumbres presidenciales, que muy pocas veces sirven para algo. Sus breves visitas al exterior limitadas a lo absolutamente indispensable, con muy pocos acompañantes además, constituye una forma de respeto a la nación que lo eligió para atender los problemas, muy serios que enfrentamos, y no para andar de un lugar a otro fuera del país “sin ton ni son”, como se dice en buen dominicano, y por supuesto, una muestra de austeridad en lo personal, con gran alivio para las finanzas públicas.
El cambio que esto representa es de enorme importancia, porque establece una norma de conducta presidencial y le será difícil a quien le sustituya, el año próximo o en el 2020, si se reformara la Constitución para permitírselo, actuar de manera distinta, abusando del presupuesto nacional como si se tratara de un patrimonio propio. El estilo modesto y de bajo perfil del presidente ha demostrado ser más efectivo en materia de resultados en política exterior, que el protagónico y personalista estilo de su antecesor, a quien el boato de los grandes escenarios deslumbraba.
Miguel Guerrero
La Columna de Miguel Guerrero
elCaribe
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