La delincuencia, envalentonada con la impunidad que le dispensa la inoperancia del aparato represivo, ha ido haciendo su propia antología de estilo para seguir tomando a su antojo los espacios sociales. Su más reciente estreno fue el sábado y tuvo como víctimas a los invitados de una boda en un club de Santiago. Dos sujetos armados cargaron con carteras, prendas, celulares y otras pertenencias de todo el que estaba allí, y huyeron de la misma forma que llegaron, en una motocicleta.
La semana pasada, cinco individuos vestidos de militar interceptaron un minibús y despojaron de sus pertenencias a los pasajeros y al conductor y se esfumaron. Eso ocurrió en la carretera Neyba-Santo Domingo. El asedio delictivo también afecta a los estudiantes del Instituto Politécnico Loyola, en San Cristóbal, quienes se han quejado de que frecuentemente son víctimas de asaltos.
En fin, que debido a la carta de impunidad, los delincuentes se sienten amos y señores de cada vez más espacios. La gente ha reducido a la mínima expresión la diversión nocturna, los ejercicios matutinos y otras actividades que se practican en espacios comunes. Pero ya tampoco hay garantía de seguridad en clubes, vehículos del transporte interurbano y otros lugares. Estas modalidades de asalto hacen que la sociedad se sienta tan desprotegida como a sus anchas se siente la impune delincuencia.
Editorial Hoy
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