El empleado de Pepín Corripio desde 1981 ("en licencia los últimos 27 años sin disfrute de sueldo") trabaja arduamente en su nueva obsesión, desmantelar al equipo de ejecutivos de los medios de comunicación del magnate de la información en República Dominicana.
Como ya logró llevarse al cubano para su cuadra y no ha podido hacerlo con los otros pesos pesados, el fuego de artillería que manda desde un medio del cual es accionista el señor Corripio es inaceptable. No es solo contra Juan Bolívar Díaz, Huchi Lora, Bienvenido Álvarez Vega y otros; ahora también le tocó el turno a Morillito.
Miguel Franjul ha sido permisivo hasta el oprobio con el mayor difamador de la prensa nacional, este pleito tiene que terminar obligatoriamente con cabezas rodando y estamos convencidos que luego de pasar el Rubicón como ha sido cruzado hoy, no hay vuelta atrás.
A Pepín Corripio no le gusta el ruido, le disgusta estar recibiendo cobas desde los medios donde participa, mucho más que un intrigador sin escrúpulos quiera desmantelar a su equipo de ejecutivos que tantos años costó conformar y con logros brillantes que exhibir; con una guerrilla sistemática contra todos los que no comulgan con su poco profesional proceder, y peor aún, que lo haga desde uno de sus medios.
Esto ha pasado de rabietas de un chismoso y envidioso a un escándalo nacional, que un columnista pida públicamente la amonestación de un director de un medio y que se mantenga calumniando a las columnas más sólidas del periodismo nacional; y que nadie haga nada no procede con la filosofía empresarial del Grupo Corripio, situación que mantiene anonadada a la sociedad.
Llegó el momento de que el señor Corripio enfrente esta situación que al parecer se le ha escapado de las manos, enfrentarla tomando decisiones firmes. Ha sido desafiado públicamente y los espectadores estamos a la espera de un desenlace final, porque este show de muy mal gusto no puede continuar indefinidamente.
Desde La República Dominicana
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