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martes, 4 de noviembre de 2014

Que sean los jueces quienes determinen culpabilidad o inocencia


Nuestra gran preocupación
En este país, pobre pero de economía robusta, hay fortunas que despiertan suspicacia por haber sido acumuladas de la noche a la mañana. Hay formas de bienestar que resultan ofensivas, por estar sustentadas en actividades de dudosa pulcritud. Una de las peores formas de corrupción es la doble moral de algunos individuos y grupos que predican honestidad pero obstruyen cualquier intento legal y legítimo por despejar las suspicacias sobre la moralidad de algunas actuaciones.

Desde hace mucho tiempo, y cada vez con más fuerza, se nos echa en cara, desde dentro como desde fuera, que somos un país altamente corrupto, que son comunes el soborno y la evasión, que el desorden en la jurisdicción inmobiliaria impide definir el estatus de muchas propiedades, y cosas por el estilo. Y muchas auditorías hechas para detectar posible corrupción han ido a parar a las gavetas, sin que la justicia pueda decir si hay o no lugar para persecución.

El país tiene que sacudirse esas características que hablan tan mal de nosotros. Tenemos que recuperar la confianza en nosotros mismos. La única manera de lograrlo es permitiendo que la autoridad competente lleve sus investigaciones a través de los medios institucionales del Derecho y que sean los jueces quienes determinen culpabilidad o inocencia.


Editorial Hoy
Hoy
Viñeta: El Roto

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