Margarita Cordero.
No hubiera querido nunca escribir el epitafio de 7días, porque es hacerlo sobre la muerte de un sueño personal. Pero me lo pidió, y creo que desde el hondón del alma desde el cual también escribo, una persona de esas a las que digo “primero eres mi amigo y, después, lo que te dé la gana”.
Esa persona es José Ramón Brea, a quien, con genuino orgullo, considero amigo. Sí, puede ser lo que le dé la gana; desde el presunto socio de la Sun Land hasta el dueño de 7días que me permitió denunciar, sin antes advertírmelo ni luego censurarlo, pese a tener intereses propietarios, el espurio negocio con Bahía de las Águilas que había montado César Pina Toribio mediante un “acuerdo transaccional” con los depredadores. Gracias a esta denuncia, este bien público canibalizado por la corrupción volvió a las manos del Estado, su legítimo dueño. Como tampoco se dio nunca por enterado de mi visceralidad contra un político al cual lo unen profundos y viejos afectos personales. Es mi amigo, y por él escribo.
Cada vez son más escasos los espacios en los cuales poder decir lo que pensamos. Hasta hoy, cuando cierra para siempre, 7días ha sido uno de ellos. Su mudez funeraria se agrega al silencio de otras voces que han luchado por un periodismo digno y han sido contrapeso del poder. Duele e inquieta. No le pregunté a José Ramón Brea por qué ha tomado la decisión de cerrar a 7días, pero lo imagino. Puedo o no estar de acuerdo, igual lo lamento, aunque sirva de nada.
Cuando en el 2007 Félix Calvo me hizo parte del proyecto de este periódico digital, me enfrenté a un reto que puso en tensión todas mis capacidades. Era el tiempo en que comenzaban a surgir los medios en la Red, y andábamos a tientas. Fuimos poco a poco construyendo un espacio y 7dias se convirtió en referente. No fue fácil, pero lo logramos.
Años después, los avatares hicieron que 7días cambiara de dueño. Mis incertidumbres de entonces fueron muchas. El adquiriente no venía precedido de buena fama. Pero, una vez más, la realidad demostró ser más rica que los esquemas: nunca, absolutamente nunca, 7días sufrió ni por asomo, mientras lo dirigí, la censura directa o indirecta que el prejuicio podía anticipar. Doy testimonio agradecido de ello.
Me fui de 7días hace casi tres años. Durante ese tiempo, lo he mirado con los ojos de la madre que sabe y acepta que su hijo es un pájaro de libre vuelo y que el camino del cambio es (debería ser) cada día menos largo. Wilkin Amador supo siempre hacer lo que correspondía y abonó el futuro. Y yo me regocijé.
Sufro que 7días desaparezca del universo mediático. Deja un hueco que, con toda seguridad, ocuparán quienes no merecen ni siquiera existir. Esa parece ser la ley inexorable del mercado canalla. No hay que resignarse, sin embargo. No hay que dejar que la largura del túnel nos impida ver la luz que nos espera a su final. En eso creo y confío. En eso creyó y confió siempre 7días. En eso debemos seguir creyendo y confiando todos y todas. Aunque parezca iluso, resistir es vencer.
Por Margarita Cordero, periodista.
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