A nosotros no nos ha podido contactar. Yo no sé si él tenga esa intención, pero yo no le presto atención a ‘Popeye’ porque el Tribunal Superior de Bogotá lo declaró un testigo envidioso, mentiroso. O sea, hay una antecedente que la justicia ha evaluado de que ‘Popeye’ ha mentido en muchos procesos y esta no es la excepción. Aparte de eso, yo fui sometido a investigación. No es que a mí no me hayan investigado, al contrario, cuando yo estuve sometido a la protección de la Fiscalía después de la fuga de mi padre de La Catedral, la Fiscalía me acompañó protegido al juzgado de menores para que yo declarara en esa misma causa. Siempre he estado presto a dar todas las explicaciones necesarias.
En ese caso me voy a tomar el atrevimiento de compartirles a ustedes que en ese momento yo pedí que se me mostraran las evidencias que había en contra mía durante ese proceso. Había un reporte en una carpeta que medía dos milímetros de espesor, y la juez me dijo: “Hay un informe del diario El Tiempo donde dice que eventualmente usted habría participado en…”, pero nada concreto. También conocí la declaración de una persona que dijo que me había visto participar en ese operativo.
Días después esta persona le mandó una carta a mi papá diciéndole que no me había conocido nunca, que había sido torturado y obligado a decir eso como parte de una estrategia de montaje para perseguirme a mí y a mi papá, para que a través de mi persona se ubicara a mi padre. Esa persona aclaró, de su puño y letra, que fue torturado. Dijo cuándo, cómo y por qué para salvar su vida.
Dijo lo que tenía que decir, que no tenía otro recurso, que si no hacía lo que querían, moriría.
Aquí no nos vamos a poner con tapujos de ninguna naturaleza. Creo que aquí hay que entender que los medios o las autoridades, a su conveniencia, le han dado una autoridad a ‘Popeye’ para hablar acerca de Pablo Escobar que a mí me sorprende. Porque el ‘Popeye’ que yo conocí era otro. El que contaba los chistes, el hazmerreír de todos. Entonces realmente es más una búsqueda de protagonismo de parte de él que cualquier otra cosa, yo no entiendo cuáles son los motivos que lo llevan a él a decir semejantes barbaridades. Pero bueno, respeto que sea esa su postura. A mí ya me han investigado hasta la saciedad.
Pero me tengo que seguir acostumbrando a que continúen atacando a este niño de 14 años con cierta impunidad porque, como se trata del hijo de Pablo Escobar, alegremente se pueden violar todos los códigos.
Pero justamente, mientras peor me quieran pintar, mejor ejemplo puedo ser de los jóvenes de esta sociedad que quieren entrar en un mundo de violencia, de conseguir el dinero y el poder que da el narcotráfico por las peores vías.
¿Cómo puede constituirse el hijo del mayor asesino de Colombia en un ejemplo para los jóvenes?
Si yo no le presto atención a todas estas lecciones de la vida estaría muerto seguramente, porque habría ingresado al mundo del narcotráfico y habría terminado envuelto en un círculo de violencia. Esta familia está más que acostumbrada a parecer siempre culpable ante los medios, ante la justicia, ante todos los que tengan prejuicios, pero nadie más que esta familia para estar convencidos de que justamente tenemos que apartar este camino de violencia que recorrió mi padre de una manera soberana. Nuestra lucha pasa para que sean respetados los derechos de los individuos y no se nos meta toda una familia en la misma bolsa por los pecados de mi padre. Yo voy a responder por mis faltas y mi padre responderá por las de él. Yo asumo la responsabilidad moral de tener que enfrentar y andar con esta ropa machada de sangre y de muerte, la asumo con la mayor humildad posible, tratando de no abandonar mi dignidad y de entender que el asesino más grande de Colombia también era mi padre.
Sobre todo porque la mayoría de crímenes que cometió su papá se quedaron en la impunidad
Me acuerdo en Argentina con un escándalo fortísimo de lavado de dinero, nos pintaron como la organización más peligrosa de lavado de dinero, lo más horrible del mundo, y siete años después, todo se aclaró de una manera opuesta. Hoy todos los comisarios y los que participaron en esa organización están en la cárcel. La Corte Suprema de Justicia de Argentina nos investigó durante 13 años, participaron las embajadas de Estados Unidos, de Suiza de Uruguay, la justicia colombiana. La realidad hay que demostrarla y nosotros lo único que hemos demostrado es que nos hemos querido alejar de un pasado que nos sigue persiguiendo y nos va a perseguir hasta el último día de nuestras vidas. Lo que pedimos es que la sociedad nos dé una oportunidad para recorrer nuestro camino y que en todo caso esperemos a ver si nos equivocamos o no, que no nos dejan ni siquiera avanzar porque yo he vivido la mayor parte de mi vida explicando las acciones de mi padre como si yo le hubiese sugerido a él que cometiese algún tipo de crímenes y delitos. Yo le apunto a que se nos respete el derecho a ser individuos y que se nos juzgue por nuestros actos y no por los de mi padre.
Este encuentro en El Espectador es de las mismas dimensiones que el que tuvo con las familias Lara o Galán. Pablo Escobar asesinó a Guillermo Cano, a varios periodistas y funcionarios del diario, quemó camiones en Medellín en los cuales se enviaban el periódico y le puso un bombazo a la sede del periódico en 1989…
Yo no quería desaprovechar esta oportunidad para pedirle perdón a Fidel Cano y a todo El Espectador por el proceder tan violento y bárbaro de mi padre frente a este diario. Yo soy consciente de que mi padre vio en El Espectador a otro de sus enemigos y quiso, literalmente, borrar del mapa todo lo que tuviese que ver con este medio. Me duele profundamente porque yo nunca estuve de acuerdo con ejercer ningún tipo de violencia. Básicamente yo me dediqué mientras pude, mientras estuve al lado de mi padre, desde mi postura de adolescente, de niño o de adulto de 14 años si les parece que así debe ser, de detener toda esa violencia que no pudo detener toda la Policía colombiana, ni todos los organismos del Estado, ni la DEA, ni la CIA, ni el FBI, ni todos los carteles que se opusieron a mi padre. Yo creo que él era un tipo que sólo lo podía detener su propia muerte. Desde mi postura de hijo tengo la tranquilidad de que le manifesté abiertamente y me pude apartar de todos los aduladores que lo aplaudía por todas sus acciones para manifestarle mi rechazo por la violencia. Sin embargo, creo que él reconoció cuando se entregó en La Catedral esa postura pacifista de su hijo de 14 años.
¿Para usted quién fue Guillermo Cano?
Definitivamente, una persona que quería mostrarle al país las cosas tal cual eran, que no estaba dispuesto a negociar ni a maquillar la realidad en ninguna de sus formas. Creo que por amor y esa pasión de contar las cosas tal cual ocurrieron destapó lo que destapó, y terminó desatando una ira en mi padre que acabó con su vida. Rescato esos valores que él quería transmitir y el valor personal que tenía como persona de enfrentarse a esos poderes nada más que por la propia convicción de saber que estaba haciendo lo correcto.
¿Qué le responde a los que piensan que el documental es una disculpa por todo lo que hizo su papá?
La ropa la tenemos más que manchada. Tenemos que aprender a caminar con lo único que nos podemos vestir, con la mayor dignidad y humildad y respeto por todas esas víctimas porque no es nuestro deseo ocultar nada. El sol no lo podemos tapar con las manos. Y en este documental quedó claro que una de mis condiciones fue: “Nicolás, ni se te ocurra tapar nada”. Yo quería la verdad tan cruda como pudo haber ocurrido. Son 90 minutos para meter 25 años de historia, por supuesto que quedan muchas partes sin tocar, muchos temas sin desarrollar, definitivamente es muy difícil contarlo todo en ese breve espacio de tiempo. Pero yo, simplemente, digo: me tocó este padre, tengo que asumirlo con dignidad, nací en una cultura que dice “honrarás a padre y madre” y lo único que he hecho es justamente ser muy respetuoso con su memoria hasta donde me lo permite mi conciencia y de entender quién era mi padre como persona, como ser humano, como asesino, narcotraficante, delincuente y jefe de la mafia.
¿No cree que muchos socios de su papá pasaron de agache?
Yo casi que los cuento a todos y están muertos. La justicia es la que tiene que seguir haciendo su trabajo. Mi papá siempre manejaba las cosas de una manera absolutamente separada, justamente con el ánimo de evitar más represalias que las que ya venía sufriendo su familia. No consultaba con nadie nada. Tomaba las decisiones y hacía lo que quería, pero sí me acuerdo que la familia se mantenía al margen. Desde el año 84 esta familia no vivía con Pablo Escobar bajo el mismo techo, con la muerte de Rodrigo Lara al día siguiente nosotros amanecimos en Panamá, salimos huyendo, yo no entendía por qué, tenía 7 años cuando todo eso ocurrió. Rodrigo Lara tenía un hijo de 8 años y desde ese día nosotros no vivíamos con mi padre. Convivíamos cuando se podía cuando la clandestinidad se lo permitía ir los fines de semana a visitarnos. Mucha gente tiene la expectativa de que yo tengo un montón de cosas para contar acerca de Pablo Escobar, pero tristemente, habiendo sido su hijo, fui de las personas que menos compartió con él. Fue una persona que estuvo siempre en la clandestinidad y yo seguí mi vida normal, entre comillas, tratando de ir a estudiar o estudiando en mi casa, siempre al lado de mi madre y de mi hermana cuando nació esos días después en Panamá.
¿Cuándo le dijo a su papá que estaba en desacuerdo con la ola de barbarie que desató?
Hubo una oportunidad unos meses antes de la entrega de la Catedral. En ese momento Colombia sufría una ola de narcoterrorismo, explotaban bombas indiscriminadamente en cualquier lugar, al paso de los transeúntes. A mí me llenaba de tristeza ver a niños, ancianos, civiles de toda la sociedad, muriendo sin ninguna responsabilidad o culpa de lo que sucedía. Me parecía que era una forma de resolver las cosas con la que yo no estaba de acuerdo y yo le decía a mi padre, aún cuando él justificaba esa violencia, que ya era suficiente. Nosotros fuimos las primeras víctimas del narcoterrorismo en Colombia cuando explotó el carro bomba en el edificio Mónaco, yo estaba ahí adentro, mi hermana estaba ahí, tenía meses de edad, el marco de la ventana de los niños le cayó en la cuna y le partió el tetero en dos. Bombas recibimos más por montones. Todas las propiedades nuestras fueron voladas en pedazos. Yo he sido víctima, no estoy muerto porque Dios no lo ha querido.
Creo que mi padre en algún punto buscó la entrega también por la presión familiar, porque nosotros no aguantábamos más ese nivel de violencia y de clandestinidad en que estábamos viviendo. Yo vivía encerrado. Mi papá salía a matar gente y a mí me tocaba esconderme y correr y huir igual que si yo lo hubiera hecho. Es que no había diferencia. Nos tocaba vivir igual, como unos delincuentes, escondidos de todo. Entonces yo no estaba dispuesto a soportar más esa tortura, yo viví prácticamente encerrado 16 años de mi vida hasta que murió él. Recuerdo solamente ir al colegio hasta cuarto de primaria. De ahí en adelante yo estudié todo en mi casa, cuando se podía o cuando no mataban a los profesores.
Su padre pagaba $2 millones por policía asesinado. ¿Les pide perdón a las viudas y huérfanos de esa violencia?
Hace un tiempo en Buenos Aires di una entrevista en televisión con Nicolás, donde reconocía que la Policía, en mi concepto, fue una de las instituciones democráticas que quedó con más víctimas de toda esta guerra que desató mi padre. Es a la que más respeto le debo por todo ese dolor causado. Por supuesto que todos ellos se merecen un pedido de perdón de esta familia por los actos cometidos por mi padre. Nosotros rechazamos la violencia en todas sus manifestaciones y defendemos la idea de que no hay excusa válida para ejercer más.
Yo no discrimino a la hora de pedir perdón. Se lo he pedido a la familia Lara y a la familia Galán por los delitos que mi padre cometió asesinando a los líderes. Tengo que tener la capacidad y la humildad para pedirle perdón hasta la última de sus víctimas, hasta la que uno menos tiene en cuenta o imagina. No se puede quedar nadie afuera.
¿Cómo cree que la gente recibe esas disculpas?
Yo no digo que pasen la hoja. El perdón y la justicia son dos cosas separadas. El perdón nos permite liberarnos del pasado, liberarnos de perpetuar ese dolor que nos causó ese victimario durante tanto tiempo. Yo nunca invito a que renunciemos a la memoria, a la justicia, mi invitación es renunciemos al odio, aprendamos que reconciliarnos es posible. Las familias Galán y Lara nos han demostrado que podemos avanzar en comunidad, pero que vivir atado a un pasado a través del odio y no de la memoria es lo que no nos ha permitido enfocarnos a hacer futuro.
¿Cómo fue su relación con Pablo Escobar?
Yo no participaba de sus reuniones, sólo lo veía los fines de semana cuando se podía y compartíamos en familia, no era que yo me sentara con mi papá al desayuno y él me dijera: “Pásame el cereal, hoy van a explotar tres bombas y voy a matar a 54 personas”. Eso nunca ocurría en esta familia. Mi papá era un tipo que me cantaba las canciones del Topogigio, ese fue el personaje que yo conocí. Eran dos hombres en un solo cuerpo: un padre de familia y un asesino.
¿En el documental, además del asesino, se da a conocer la faceta del padre?
En parte se da a conocer a través de archivos familiares, de ver la manera en la que compartimos en la cotidianidad en aquellas épocas. Archivos que aparecieron milagrosamente porque nosotros habíamos dado la orden de que fueran destruidos. En el momento de la guerra, cualquiera que apareciera en ese material fotográfico o de video, al día siguiente aparecía muerto. Por preservar la vida de nuestros familiares y de los que aparecíamos en esas fotos, habíamos dado la orden de que se quemara el material.
¿Toda su familia estuvo de acuerdo con este documental?
Al principio hubo grandes dudas. Primero, porque pensábamos que al convocar a los hijos de Galán o de Lara, recibiríamos un no y, lo más probable, que nos tiraran la puerta en la cara por el mismo dolor. Íbamos a ser muy respetuosos con las respuestas que las familias nos dieran. Así que al principio fue toda una apuesta personal y familiar por este deseo de búsqueda de reconciliación. No sabíamos qué iba a pasar. Mi madre siempre estuvo temerosa pero de acuerdo en acompañarme a mí y mi hermana en este proceso, porque era una apuesta y no sabíamos cómo podía salir. Solamente dependíamos de la respuesta que las familias Lara y Galán nos pudieran dar.
¿Y uno cómo hace para darles la cara a esas familias, siendo el hijo de su verdugo?
Nadie se prepara. Es encontrar un punto de máxima humildad para uno acercarse con todo el respeto sin ofender en una sílaba el dolor legítimo que esas familias tienen. Ayer tuve la grata oportunidad de conocer a Jorge Lara, uno de los hermanos de Rodrigo, justamente porque esto no está hecho solamente para quedar bien y posar para la foto.
Esto es una búsqueda personal. En todo caso, una parte de ella quedó retratada ante los ojos del director, pero no termina allí, continúa. Justamente ayer tuvimos un almuerzo con Jorge para continuar charlando abierta y sinceramente de todos estos dolores que a todos nos han pegado y lo sentí una persona muy cálida.
Gratamente también nos dimos un abrazo, que no está registrado en ninguna cámara porque esto va más allá de la publicidad. Es un deseo genuino de la búsqueda de esta familia por reconciliarse con el país y con cada una de sus víctimas de los actos de mi padre. Realmente pienso que esta familia está bien dispuesta a reconciliarse con todas las esferas de la sociedad que quieran escuchar este llamado respetuoso.
Es un camino difícil de recorrer, en el cual hay que poner al techo los nervios por todas estas cuestiones, pero si lo hacemos con respeto, con humildad, no debería ser malentendido o malinterpretado. Es comprender que la paz es gratis, que no nos cuesta nada hacerlo, pero no nos animamos a dar el paso siguiente.
Y lo que ocurrió en este documental fue animarnos a contribuir a la paz del país, desde un lugar personal, desde un lugar íntimo, pero también desde la búsqueda del ejemplo para que todos los demás que todavía viven atados a ese rencor y a ese pasado vean que hay otra posibilidad de salir adelante. Eso no significa que se renuncie a la justicia. Estamos invitando a renunciar al odio y no creo que eso deba ser de mayor dificultad para ningún ser humano que tenga los valores que debiéramos recuperar, pero que seguro perdieron a lo largo de esta camino de violencia que recorrió mi padre.
Policía recauda pruebas
En relación con la muerte del capitán de la Policía Fernando Hoyos Posada, a la que fue vinculado Juan Sebastián Marroquín por John Jairo Velásquez Vásquez, alias ‘Popeye’, fuentes de la Policía señalaron que están recogiendo evidencias y testimonios para demostrar la presunta participación del hijo del capo del cartel de Medellín. El general Óscar Naranjo Trujillo, director de la institución, se encuentra al frente de las indagaciones por el hecho que ocurrió en diciembre de 1992 en Medellín. La Fiscalía precluyó el proceso en marzo del año 2000.
Redacción Judicial | Elespectador.com