Dignidad, nivel y estatus en el Congreso
SANTIAGO.-A raíz de que “Participación Ciudadana”, por cierto, una organización que hace un magnífico trabajo, publicara los detalles sobre las exoneraciones de los legisladores, el vocero de los diputados reformistas, Ramón Rogelio Genao y el diputado del PLD por la depauperada provincia de Bahoruco, Rafael Méndez, salieron al frente para justificar las prerrogativas que ellos, muy graciosamente, se otorgan a sí mismos, sin frenos de ninguna clase.
El primero afirmó que las exoneraciones de vehículos a los congresistas (por las que el Estado dominicano ha dejado de percibir unos 1,267 millones de pesos en la última década) son propias de la “dignidad su investidura” y el segundo habló de que las exoneraciones, de montos insuficientes a su juicio, se corresponden con el asunto del “nivel” y el “estatus” de los congresistas.
Es en atención a las alas de cucarachas que ambos diputados tienen en el cerebro y que están tan masivamente expandidas por todas partes, que me voy a permitir explicarles un concepto muy básico en torno al que ellos, responsables de hacer y aprobar las leyes, parecen tan confundidos como cualquier ladrón-arranca-carteras de las calles dominicanas. Eso dicho con todo respeto hacia los ladrones-arranca-carteras, cuyo oficio demanda más inteligencia, mayor sensibilidad y más honduras filosóficas que los exhibidos por estos congresistas, tan patéticamente limitados.
Señores legisladores, ustedes están muy equivocados si creen que la dignidad de su investidura está en el carro. Es como creer que radica en los trajes, en las corbatas o en los zapatos. De hecho, andando en carros al estilo de los que les gustaban a Pablo Escobar a ustedes no se les ve la dignidad por ningún sitio. Honestamente, cualquiera los confunde con una churretosa banda de narcotraficantes. Conste, sin ofender a los señores narcotraficantes, que merecen las mismas consideraciones de los arranca-carteras, al menos en comparación con los legisladores. Excepción hecha de los narcotraficantes asociados con los legisladores, desde luego.
La dignidad es probidad, mesura y templanza y va acompañada de justicia, bondad y sencillez, todo lo cual se contradice de manera fundamental con lo que ustedes son y representan. Se contradice con su ostentación grosera, con su aparatoso comportamiento incivil, con la fatuidad, estupidez y pobreza de sus conceptos, con la cobardía, la hipocresía, la lastimosa insensibilidad hacia los problemas sociales, con su abyecta y rastrera codicia y con el flagrante y vulgar raterismo del que casi todos ustedes suelen hacer gala.
Tony Soprano.
¿Es que nadie les ha dicho lo ampulosos y vulgares que se ven empacados como fantoches ridículos en sus carros chillones y sus trajes fastuosos? Son la viva imagen de la banda de mafiosos de Tony Soprano. No, no es dignos como ustedes se ven, con una estética y unos principios de rufianes manirrotos, con sus carros como los de los príncipes de Arabia Saudita, sacados de las costillas de un pueblo hambriento. Se ven grotescos y sórdidos. Se ven irritantes y repulsivos. Se ven como son.
Ustedes se creen que el Mercedes Benz Maybach, con valor de 500 mil dólares que se le exoneró al honorable diputado del PLD por el Distrito Nacional, Julio César Horton, le va a aportar algo a la dignidad del señor Horton, o a la función de diputado, o al Congreso?
Mercedes Benz Maybach.
De veras suponen que se va a enriquecer la dignidad de alguien, con la exoneración otorgada al diputado Julio César Valentín para un vehículo que costó 238 mil 528 dólares? O con la que le dieron a una de las botellas del Parlacen, Rafael Gamundi Cordero, para un Mercedes-Benz de 250 mil dólares? O por otras de las recibidas por cualquiera de ustedes?
A una persona que desempeñe funciones públicas en un país en las condiciones de República Dominicana y le pase por la cabeza comprarse un carro de de 500 mil dólares o de 238 mil o de 250 mil, para que se lo exoneren, le tiene que faltar algo absolutamente trascendente en un sitio que no es su garaje. Aparte de que el país debía saber de dónde sacan estos señores los cuartos para comprarse los carros y sus otras propiedades, si las tienen, y muy especialmente, si son del mismo estilo de los vehículos mencionados. Aún para un diputado, 500 mil dólares o 238 mil, son cantidades algo más que considerables. O debían serlo. También debía examinarse a cualquiera que muestre interés en comprar los carros superlujosos exonerados a los congresistas. Es probable que esa sea la más expedita de todas las vías para ubicar a la delincuencia más peligrosa del país.
Al legislador Rafael Méndez, del PLD, que si es quien yo creo, se trata de un periodista completamente obtuso, debía darle vergüenza estar hablando del “nivel” y del “estatus” de su investidura. Este pobre hombre, que sigue siendo un pobre hombre, aunque ya no sea un hombre pobre y aunque le hayan exonerado un cohete espacial para que se vuelva notable de alguna forma, proviene de la provincia de Bahoruco, un lugar en el que la mitad de la población vive en la indigencia, alrededor del 86 por ciento no tiene sus necesidades más elementales cubiertas y casi el 90% de las familias sobrevive con menos de 1,000 pesos al mes.
Pero al insustancioso señor Méndez, el “nivel” que le preocupa es el de su condición de flamante diputado. No el del analfabetismo que en Bahoruco es más alto que en el resto del país. O el de la mortalidad infantil, que también en su provincia es mayor que en los demás sitios. O el de la dificultad extrema para conseguir agua potable, que padece con mayor agudeza que en el resto de la República, la población que lo tiene a él como su representante.
La gente para la que Méndez es una autoridad, no cuenta con instalaciones sanitarias. No tiene trabajo, ni comida, ni salud, ni transporte, ni educación. Sus esperanzas están puestas en los juegos de azar. Sus refugios son la bulla y la bebida. Sus casas son covachas. Sus niños están llenos de piojos y lombrices. Tienen la piel macilenta y llena de pústulas, ñáñaras y hongos. Sus dientes están podridos. Llevan los pies descalzos. Por las narices les cuelgan ríos de mocos. Tienen las orejas enchapadas de mugre y padecen toda clase de violencia, empezando por la que ejerce el diputado Méndez solo con el hecho de pasarles por el lado en su cohete exonerado. Justo el diputado que alguna vez fue uno de esos niños con lombrices que agonizan en Bahoruco es el que hoy sale hablando del “nivel” y el “estatus” que necesitan los diputados y se queja de que el país no le paga la cuenta completa de su celular.
Podrá tener otras cosas, pero no dignidad, ni nivel, ni el adecuado estatus, un bochornoso cuerpo legislativo ignorante, inescrupuloso y corrupto, que legisla a favor de sí mismo y un reducido grupo, en contra de los intereses y el bienestar del pueblo por el todos esos parásitos mediocres y engreídos, hinchados de petulancia y rapacidad, se hacen mantener, como si fueran magnates petroleros.
La dignidad, señor Genao, señor Mendez y demás congresistas, se puede montar en carro público, voladora, motoconcho y carreta. Puede ir en bicicleta, yola, patana, motor, triciclo, patines y hasta en burro. La dignidad puede andar a pie, comer fritangas y beber cerveza, mabí y ron. O agua. A veces con su bacteria de cólera incluida.
Sí, también puede llevar perfume e incluso perfumes exquisitos. Hay una dignidad que puede andar en un buen carro, que come langosta asada, quesos italianos, españoles y franceses, jamón ibérico gran reserva o caviar y toma champagne y vinos finos y se va de viaje en un crucero por las Bahamas o en un recorrido por Europa. Y tiene casas caras, (aunque nunca con la opulencia berreadora de ustedes), se pone ropas finas, se arregla las uñas y el pelo, se da masajes y hasta se hace sofisticadísimas depilaciones brasileñas de las que no dejan un pelo ni en el sitio más recóndito del cuerpo, todo lo cual es perfectamente legítimo, perfectamente digno y está muy bien, si se paga con dinero producto de un trabajo honesto y/o una práctica profesional y empresarial adherida a ciertas normas de ética.
La dignidad, señores legisladores, se contradice con sus nominillas, con el nepotismo, con la ineptitud, con el latrocinio, con las ONGs fantasmas, con el tráfico de personas, con el tráfico de armas, con el tráfico de drogas, con las asociaciones con los traficantes de drogas, con el tráfico de influencias, con la discriminación, con el clientelismo, el macuterismo, la irresponsabilidad ante los propios hijos y los sobornos. Tanto de los sobornos que provienen del Poder Ejecutivo como del sector privado.
La dignidad no tiene desinstitucionalizantes partidas presupuestarias “para trabajo social”, que son parte de las muchas fuentes irregulares de riqueza de los congresistas dominicanos. La dignidad, el nivel y el estatus del Congreso se define con la medida en que los legisladores asumen su función, que no es hacer caridad clientelista, embolsillándose la mayor parte de los recursos, sino legislar para un funcionamiento social idóneo, preservando los bienes públicos, conciliando intereses encontrados con una distribución equitativa de las riquezas, un desarrollo económico sustentable y una organización del bienestar general, que garantice el acceso colectivo a los servicios y el propiciamiento y canalización de las potencialidades del país y de su gente.
El problema es que la mayoría de ustedes no puede asumir esas responsabilidades. Ese no es un oficio para gente que confunde la dignidad con el boato de un carro.
Sara Pérez
Acento.com.do
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