Marino Zapete
Con escasas excepciones, los empresarios dominicanos son malhechores y farsantes. No cumplen con sus deberes y reclaman privilegios sin límites.
Por lo general, contratan a contadores públicos mediocres, delincuentes, ambiciosos y sin la más mínima idea de lo que es la ética profesional, para que les organicen un sistema contable fraudulento.
Los empresarios dominicanos presentan al fisco unos estados financieros que no se corresponden con la realidad de sus empresas, con la finalidad de timar al Estado. Eso explica que en este país un porcentaje elevado de las compañías declaran haber perdido o no haber tenido beneficios durante décadas, sin que nadie se pregunte cómo se mantienen operando.
Hasta hace poco, aquí era normal que las empresas pagasen “por la izquierda” hasta el 80 por ciento de los sueldos de sus principales ejecutivos, con la intención de evadir el pago de impuestos.
Un tiempo atrás, el director de Impuestos Internos declaró a la prensa que en el país existían casi 15 mil empresas cuyos empleados mejores pagados recibían un salario que no excedía los RD$ 22,000 mensuales, y sin embargo, poseían vehículos lujosos, villas en La Romana, o eran socios del exclusivo Country Club”.
Muy pocos dominicanos creen que la composición de un producto elaborado en este país se corresponda con lo que dice la etiqueta. Mucho menos se puede confiar en que los envases contienen la cantidad que aseguran dichas etiquetas.
¿Quién puede asegurar que los animales que se sacrifican diariamente en los mataderos dominicanos para comercializarlos o para procesarlos, llenan los requisitos sanitarios que exigen las leyes?. La Realidad es que el dominicano no sabe lo que come, gracias a los empresarios que tenemos.
Aquí abundan las empresas de servicios que engañan descaradamente a sus clientes. Por ejemplo, hay compañías de televisión por cable que le venden un paquete de canales a un usuario, y a los pocos días eliminan una parte de los canales ofertados y obligan a dicho cliente a comprar el mismo servicio nuevamente.
Ni hablar de las clínicas que cargan a las cuentas de los pacientes una serie de productos y servicios que no ofrecen, o de los supermercados y restaurantes que mezclan productos comestibles de pésima calidad y los venden como si fueran de primera.
Y ahora, como colofón, se les ha ocurrido la brillante idea de reducir sus costos robando el sudor de los trabajadores.
Marino Zapete
Marino Zapete
Periodista y escritor, autor de Jarabe para la Memoria.
Caricatura: Mercader
No hay comentarios:
Publicar un comentario