Sabino presenció una violenta trifulca de Juan Carlos contra Sofía, que contempló abochornado.
Un secreto más que Juan Carlos no conseguirá llevarse a la tumba
“Me cuenta más cosas, las escenas tan horribles, yo no voy a contar
ninguna intimidad, porque me contó cosas horribles de las relaciones entre el
rey y la reina, no me prohibió que las contara, pero son tan duras, íntimas y
violentas que yo mismo tengo el pudor de no decirlo. Después hubo una
reconciliación, en años posteriores, pero en el momento en que le hizo esa
faena, Sabino me contó todo”. ¿A quien le describió Sabino Fernández Campo esas
cosas “íntimas y violentas”
de la pareja regia? El jefe de la Casa Real fue despedido por Juan Carlos porque era el
único alto funcionario que le afeaba sus irregulares conductas privadas y le
advertía del peligro de que se aireasen
sus continuos despropósitos, sobre todo sentimentales y económicos. Y ahora se
sabe que también domésticos. Cariacontecido, después de recoger
sus enseres de Zarzuela, visitó a dos de los más reconocidos críticos del
monarca: el diputado del PNV, Iñaki
Anasagasti y el pensador repúblico, Antonio García Trevijano.
También le confió parte de su memoria a su biógrafo, Javier Fernández López, y
se vio con varios periodistas, entre ellos Carlos Dávila, que se atrevió a publicar
ampliamente lo que oyó. Otros 5 aluden a esa turbia relación Juan
Carlos-Sabino-Sofía: Pilar
Eyre, Raúl del Pozo, Carmen Rigalt, José García Abad y Martín Prieto. “Espía
en el Congreso” trata de reconstruir y documentar en esta crónica, más extensa
de lo habitual, lo que los medios de comunicación no se atreven a investigar y
publicar.
La
Casa Real, un muro impenetrable ante la violencia doméstica.
Al menos a dos de sus interlocutores Sabino les desveló los
tres grandes secretos del rey, bajo promesa de que no se supieran hasta que
todos muriesen: que había sido Juan
Carlos, jugando a “aprendiz de brujo”, quien había “coqueteado”
con los generales Armada,
Milans del Bosch y el político socialista Enrique Múgica cuando
preparaban el golpe de Estado del 23-F para derrocar a Adolfo Suárez; que la
reina Sofía
estaba al borde del divorcio, harta de los constantes devaneos de Juan Carlos con sus
amantes, el principal de entonces con la decoradora mallorquina Marta Gayá. Y el secreto
más desconocido: que había presenciado una terrible escena conyugal en Palacio:
la agresión por parte de Juan
Carlos a su esposa Sofía,
un flagrante episodio de violencia doméstica que le había abochornado.
“¡Me queréis poner un pino
en la tripa!”, le dijo enfadado una vez a los periodistas.
Solo los diputados del régimen más allegados a Zarzuela saben que,
en el trato con sus
subordinados, el rey tiene muy malas pulgas. Y hay que
aguantarlo: Juan Carlos considera a toda la familia real, y particularmente a
su esposa, como personal a sus órdenes. Y para salvaguardar su fidelidad y su
silencio no se ha sonrojado al pedirle al presidente Mariano Rajoy, en pleno azote de la crisis, un sueldo
millonario para las consortes. El presidente, que no le niega
nada a nadie salvo a sus ciudadanos, ha dejado los salarios para 2014 así: Juan Carlos (292.000 euros), Felipe
(146.000), Sofía (131.000) y Letizia (102.000). El resto son
“extras”.
El
carácter campechano y abusón de Juan
Carlos no es ninguna novedad a sus 78 años: detrás de ese
aparente buen humor, está acostumbrado a pagar silencios, agredió a su chófer,
solo le gusta el dinero, las mujeres y los deportes, no lee libros, a los gays
los llama “mariquitas”… De formación militar, tuvo una infancia sórdida: mató a su hermano Alfonso en un accidente
doméstico, estuvo solo e internado en Suiza desde muy niño,
sufrió penurias económicas y continuas novatadas de sus colegas militares
cadetes que, hijos de franquistas y falangistas, no admitían la monarquía en
España.
Tal
cúmulo de desgracias hubiera dejado trastornado a cualquier ser humano. Por eso
su entorno siempre juzgó como una temeridad que siguiera empuñando rifles y
escopetas debido a su gusto por la caza. Y
esa permanente afición por las armas de fuego a veces degenera psicológicamente
en violencia: hasta ahora sólo había transcendido el momento en
que golpeó a su conductor porque supuestamente se había equivocado en una
maniobra de aparcamiento, estacionando cerca de las habituales manifestaciones
de protesta que le acompañan: el rey no quería además que se supiera
públicamente su enorme dificultad de movimientos. Pero además, esa mano larga también la empleó con su
esposa y delante de un testigo de confianza, Sabino Fernández Campo,
que se lo confió a otro para que el secreto no muriese en su tumba. Nadie lo
hubiese creído y lo hubieran interpretado como un despecho por su despido.
Juan Carlos siempre vio en
la monarquía alauita de Hassan II un modelo a imitar: se llamaban “hermanos”.
Sabino conocía bien porqué. En esa época en España era tanto el temor
reverencial al rey, –similar al que en Marruecos se profesaba antes a Hassan II y ahora a Mohamed VI– que ni
siquiera las organizaciones feministas e institutos de la mujer –en España se
cuentan por miles y todos ellos subvencionados con fondos públicos– han
levantado la voz cuando el rey ha hecho valer un moderno “derecho de pernada”:
fue denunciado por dos ciudadanos europeos que aseguran ser sus hijos, poseen
testificales por parte de sus respectivas madres y piden una prueba de paternidad, algo que la ley
española impide practicar al monarca.
Ingrid Sartiau y Albert
Solá: solo piden una prueba de paternidad pero el rey alega un moderno “derecho
de pernada”.
Ellos sí se la han hecho y aún viviendo uno en Barcelona (Albert Solá) y otra en
Bélgica (Ingrid Sartiau),
sin conocerse previamente, han dado positivo: son hermanos. Pero los políticos
españoles de la transición hicieron al rey
“inviolable” y es inimputable por cualquier delito, tanto penal como civil.
Es una interpretación muy restrictiva de su inmunidad que hace el Consejo
General del Poder Judicial, sometido también a su influencia. Ningún juez en
España se atrevería a decir lo contrario y de hecho las dos pruebas de
paternidad fueron desestimadas por dos juezas (María Isabel Ferrer-Sama y Milagros Aparicio),
para mayor escarnio del feminismo oficial y del principio europeo de igualdad
de todos los ciudadanos ante la ley.
Sabino
Fernández Campo siempre fue un testigo incómodo en la Zarzuela.
El jefe de la Casa Real siempre fue un testigo incómodo en la
Zarzuela y por eso Juan
Carlos se lo quitó de encima. Son innumerables los testimonios
que así lo acreditan, entre ellos los del propio Sabino. Todos figuran entre
las fuentes de esta crónica, pero el episodio más relevante fue el que
desencadenó su cese. Lo cuenta el banquero Mario Conde, urdidor de la trama:
“En el
verano de 1992 lo que publicó “El Mundo” fue una vinculación del Rey con Marta Gayá, así, con nombres y
apellidos. Era la primera vez que algo semejante sucedía en
España. Yo hablé con Pedro
Jota Ramírez y él me dio una información y yo dije: “No me la
des a mí, se la das al Rey”. Y ahí, Pedro
Jota Ramírez desveló sus fuentes [Sabino Fernández Campo] y
el Rey se quedó tranquilo. ¿Hubiera sido posible que, a la vista de semejante
información, el Rey hubiera podido hablar con Agnelli, que controlaba la mayoría del
capital de “El Mundo”? Hubiera sido posible. ¿Hubiera sido posible que, después
de hablar con Pedro Jota,
el Rey le dijera a Agnelli
que no hacía falta vender porque la culpa era de otra persona? Muy, muy
posible”.
Marta Gayá, una de las
muchas amantes de Juan Carlos, hablando con el conde de Barcelona.
La decoradora mallorquina Marta
Gayá ya era tan asidua en las estancias veraniegas del monarca
en el Palacio de Marivent que los “paparazzis” podían provocar con sus fotos
juntos la ruptura del matrimonio Juan Carlos-Sofía. De hecho, la reina ya había amenazado con el
divorcio y su marcha a Londres, donde reside su familia exiliada
de Grecia. La desavenencia conyugal hubiera supuesto un problema de Estado: no
se sabía como reaccionaría la sociedad española ante su mitificado y protegido
monarca. El posterior episodio de Bostwana
parece que le dio la razón a Sabino
quien, al corriente de la situación, decidió darle un “toque”. Lo cuenta el
periodista Carlos Dávila,
que lo frecuentó antes de morir:
Juan Carlos, de espaldas, a
bordo de un yate, en la revista “Oggi”, que aseguró que estaba con Marta Gayá.
“Eran momentos especialmente difíciles para los principales
colaboradores del Rey, singularmente para el propio Sabino y, desde luego,
para el director del departamento de Medios de Comunicación, una persona
extremadamente educada, gentil, inteligente y bondadosa: Fernando Gutiérrez. La revista italiana
Oggi había publicado un reportaje en el que, sin disimulos,
se refería a una cierta dama española relacionada, en información de la
revista, con el Rey. “El Mundo” se hizo eco del reportaje y el Rey,
visiblemente molesto, llamó a Mario
Conde y al director Pedro
J. Ramírez. Éste, sin ambages, le dijo: “Esto se ha publicado
por indicación del general Sabino”.
Cuando, como hice yo, alguien preguntaba al general por este pasaje, él hacía
gala de su sonrisa más templada, también la más sugestiva, y musitaba, casi en
tono inaudible: “Bueno, es cierto que alguna vez he comentado de rondón con Alonso Manglano (el
general Alonso Manglano,
director general del CESID durante el felipismo) que, de vez en vez, no está
mal darle un toquecito al Rey. Los dos estábamos de acuerdo”.
“La
soledad de la reina”, obra de Pilar Eyre.
Lo cierto es que Juan
Carlos culpó a Sabino
de haber autorizado la difusión de las fotos de “Oggi” en “El Mundo”, nunca
aceptó que sus irresponsables escapadas extraconyugales en pleno verano
mallorquín y ante mil ojos fuesen la causa y no la consecuencia. Lejos de
amilanarse, Juan Carlos
prosiguió con sus aventuras amorosas, pues creía dominada a la prensa española,
que era la que le importaba. “La decoradora balear”, “la
vedette”, “la estrella del destape de impresionantes ojos verdes”, “las dos
Palomas” o “las aristócratas” son algunas de las mujeres con las que, tal y
como relata Pilar Eyre,
el Rey habría sido infiel a su esposa, según su libro “La soledad de la reina”.
La princesa Corina
Sayn-Wittgenstein, María
Gabriella de Saboya, exmujer de Robert de Balkany, la condesa Olginha Nicolis de Robilant,
o incluso la propia Sara
Montiel aparecen en el libro como apasionadas amantes de Su
Majestad, quien, según Eyre,
decidió dar rienda suelta al gen Borbón:
A Pilar Eyre la echaron de
Tele 5 por contar la verdadera vida del rey.
“Ella se entera de la primera infidelidad de su marido poco
después de que el Caudillo falleciera. Cuando ésta se produjo, pusieron dormitorios separados y no
volvieron a funcionar como matrimonio nunca más. Tras ese
episodio, se fue a la India con su madre y sus hijos con la intención de
separarse. Luego volvió y aceptó su destino, a pesar de que desde entonces cada
uno hace su vida”, prosigue la escritora y experta en Casa Real, a la que echaron de Tele 5 por desvelar estos
episodios en antena.
¿Deben
importar los devaneos extramatrimoniales del rey a la sociedad española? Si se
producen con dinero público, sí. Y Juan
Carlos no sólo ha usado a las fuerzas de seguridad del Estado
que paga el erario público para cubrir sus infidelidades, sino que, en un gesto
sin parangón entre las monarquías cristianas o islámicas, le construyó a la
última de sus amantes una casa aneja en el Pardo.
Contrato del Estado que
cuantifica la matanza de animales en el Pardo.
1800 gamos, 800 ciervos y 900 jabalís ¿con quién los cazó Juan Carlos en el Pardo?
Corinna provocó la última crisis conyugal tras descubrirse que el monarca
le había habilitado ya esa casa propia en “La Angorrilla”, al lado de la
Zarzuela, y suscitando con ello el enfado de la paciente o cínica Sofía:
“como cualquier querida real de otros tiempos, tiene su propio chalet en el Palacio del Pardo,
una de las sedes reales en Madrid y viejo coto de caza de los Austria y los
Borbón. Allí, Corinna organiza las cacerías del Rey y además oficia como
anfitriona de los convites, usurpando
el lugar de la Reina, quien detesta ese deporte. Fue tal el
lugar conquistado por la princesa, que hace unos meses él invitó a cenar a sus
tres hijos, Elena, Cristina
y Felipe para notificarles, de una vez por todas, la verdadera
naturaleza de su relación con ella”, señaló un periodista que publicó algunos
detalles. La situación de la pareja real ha seguido deteriorándose hasta tal
punto que el periodista Raúl
del Pozo llegó a escribir: “Acabo de saber de muy buena fuente
que a principios de 2012, en el comienzo de la legislatura, el Rey planteó al presidente del Gobierno
su intención de divorciarse”.
El banquero preso Javier de
la Rosa y Manuel Prado, testaferro del rey.
Los secretos de alcoba del rey, que ya no son tan confidenciales
gracias a la valentía de todos estos periodistas, no son meros asuntos
privados. Carlos Dávila
asegura que el testaferro del rey, Manuel
Prado y Colón de Carvajal, intentó comprar el silencio de Sabino. Y
había muchos políticos en el ajo: “un enviado especial del financiero luego
procesado, le ofreció una magnífica casa de 500 metros cuadrados, una casa
antigua, decorada con todo lujo de detalles, en la zona más noble de Madrid. Sabino la rechazó así:
“Yo vivo muy a gusto en mi pisito del Centro Colón”.
“Y es
que a Sabino
la época de la corrupción generalizada que estalló en España en tiempos
socialistas le indignaba especialmente. Hasta la Casa llegó la deriva de
aquella situación fétida insoportable. Sabino
atribuía no sólo a Prado, sino incluso al rey Simeón (al que no tenía simpatía
alguna) una influencia perniciosa sobre el Rey. Afirmaba que no
había tenido empacho en “comunicar a quien procedía” que Simeón “se estaba forrando
utilizando su nombre, creo, que en vano”.
Constantino,
Sofía y Simeón: negocios con dinero público.
“Algún momento más, tremendamente delicado, vivió Sabino en La
Zarzuela. El Rey guardaba con Felipe
González una relación muy peculiar: de afecto y camaradería, se
puede decir. Cuando se preparaba la Exposición Universal de Sevilla, Felipe González era —a
ello se refería Sabino—
acosado por asesores y cómplices que querían hacer negocio a costa de la Expo.
González, franco él, se dirigió una vez al jefe de la Casa y, enfadado, se
expresó así: “Dile a Manolo
Prado que del 20% nada, que se conforme con el 2%”. Igualmente
enojado, replicó Sabino:
“No se de qué me hablas y, en todo caso, ese recado no soy el más indicado para
transmitirlo”. Según su testimonio, el Rey
Constantino de Grecia también usaba su nombre para hacer negocios con Zarzuela
y facilitar el acceso privilegiado a Juan Carlos”, concluye Dávila tras entrevistarse con Sabino.
Sabino
Fernández Campo.
El episodio de
violencia doméstica de Juan Carlos contra Sofía se lo relató
Sabino al abogado Antonio
Garcia-Trevijano, que fue amigo del monarca durante su estancia
como cadete militar en Zaragoza, donde él ejercía como notario. Sabino estaba
dolido por su cese: “¿recuerda usted si hubo un complot detrás de su
destitución como jefe de la Casa Real, en enero de 1993?, le pregunta Javier Fernández López,
autor del libro “Sabino Fernández Campo. Un hombre de Estado”. “Hay cosas que
conviene perdonar pero no olvidar, porque sirven de experiencia. Yo perdono la
calumnia, la faena, y estoy dispuesto a darle la mano a todo el mundo: no
quisiera tener enemigos. Sí,
en su día soporté la urdimbre que me destituyó de La Zarzuela,
y me demostró que soy fuerte. Fue injusto, pero Dios es muy generoso y a veces
pone las cosas en su sitio. Estoy muy satisfecho de haber sufrido. Hablando
francamente, personas que
me empujaron fuera de La Zarzuela, porque les estorbaba, están
en peor situación que yo, que ni estoy en el banquillo de los acusados ni en la
cárcel ni pendiente de condena (habla de Mario
Conde)”.
Antonio
García-Trevijano.
Sabino siempre se sintió traicionado simplemente por haber tenido la
valentía de defender ante el rey criterios de sensatez y honradez. Con ese
estado de ánimo fue a la entrega de unos premios de la Compañía de Seguros Pelayo
y allí vio al que fuera amigo del rey cuando sólo era un príncipe campechano,
algo torpe y atolondrado. Antonio García Trevijano se sorprendió al ver que
alguien le tocaba la espalda y se presentaba para felicitarle por haber tenido
el valor de acercarse a la verdad: Sabino se refería al artículo que había publicado en “El
Mundo” señalando al Rey
Juan Carlos como el instigador del golpe, a raíz de la frase de
su mensaje a Milans del Bosch: “después
de este mensaje ya no puedo volverme atrás”.
Armada llevó la “lista de
los 19″ ministros al Congreso la noche del 23-F ¿por encargo de quién?
Sabino y Trevijano quedaron para más tarde y posteriormente, en un
almuerzo a solas en el Club 31, el ya ex jefe de la Casa Real le confirmó nuevamente que Juan Carlos
era el responsable último del golpe. En ese sentido le
proporcionó varias pruebas: Alfonso
Armada se presentó el 11 de febrero en Zarzuela sin tener
audiencia y le dio la orden de que le llevara ante Juan Carlos. Y cuando Sabino le dijo que no era
posible, consultó con el monarca, “y éste le dijo que Armada tenía prioridad”.
Si no se ha destruido o manipulado, el registro de entrada de Palacio debe
confirmar que, para dar paso a Armada, hubo que suprimir la visita de su primo,
Alfonso de Borbón.
Y el télex original de la Agencia Efe con esa primera declaración –“después de este mensaje ya no puedo
volverme atrás”– fue destruido por un capitán enviado
expresamente por Sabino
desde Zarzuela a la calle Espronceda.
La propia
reina Sofía cometió la maliciosa indiscreción de contar que el rey “engañó” a
los generales diciéndoles que estaba de acuerdo con ellos (una forma de
justificar su inicial apoyo).
Los detalles del encuentro de Sabino con Trevijano se los
proporcionó al periodista Enrique
de Diego, al que le concedió una jugosa y larga entrevista
disponible en internet: “Sabino Fernández Campo le confirmó que Juan Carlos
había sido el organizador del golpe de Estado del 23-F que llevó a cabo Alfonso
Armada”. Trevijano le aseguró a los periodistas coruñeses Isabel Bugalla y Daniel Prieto
que “se sigue ocultando que
el promotor del 23-F fue el Rey Juan Carlos I. Esto lo dije
entonces”.
“Al poco
de haber publicado esta opinión mía en un periódico (“El Mundo”), Sabino
Fernández Campo –Secretario General de la Casa Real española– me dijo que yo
había sido el único que había dicho la verdad sobre aquellos hechos. Además, me
confirmó que mi interpretación había sido exacta y que el Rey había sido el
responsable de todo. En
vida, Sabino jamás lo desmintió”. Y añade que el alto cargo de
la Casa Real proporcionó varios indicios que deberían ser investigados: “el
socialista Enrique Múgica, con el acuerdo tácito de Felipe González, dio luz verde
a la operación en la cena con el general Armada en Jaca, la propia reina Sofía cometió la
maliciosa indiscreción de contar que el rey “engañó” a los generales
diciéndoles que estaba de acuerdo con ellos (una forma de
justificar su inicial apoyo) y después cumplió su promesa de que hablaría con
los jueces para que no hubiera condenas a la mayoría de los militares del 23-F,
por eso Armada
entra en la Zarzuela y en el Congreso ofreciendo un Gobierno de concentración con 19 ministros y
un avión para Tejero.
Y por eso el rey cumple: fueron indultados”.
El rey
Juan Carlos le arrojó un plato a la cabeza a Sofía en plena discusión.
Es en el transcurso de esa conversación sobre el 23-F, Sabino le describe a Trevijano la situación, a
veces intimidatoria, que supone trabajar codo con codo con el rey cuando se le
contraría: “Me cuenta más cosas, las escenas tan horribles, yo no voy a contar
ninguna intimidad, porque
me contó cosas horribles de las relaciones entre el rey y la reina, no me
prohibió que las contara, pero son tan duras, íntimas y violentas que yo mismo
tengo el pudor de no decirlo. Después hubo una reconciliación,
en años posteriores, pero en el momento en que le hizo esa faena, Sabino me
contó todo”.
El
rey tuvo una violenta trifulca con Sofía, según Sabino.
La “faena” en cuestión fue la citada agresión: en presencia del
Sabino Fernández Campo, conde de Latores, y en un almuerzo en Palacio donde
estaban solos los tres junto al servicio, el rey Juan Carlos le arrojó un plato a la cabeza a Sofía en
plena discusión conyugal. “Le hizo daño, aquello fue una
situación muy desagradable de presenciar”, le explicó el jefe de la Casa Real
al abogado para ilustrar cómo el monarca tenía muy mal vino. Un secreto más que
Juan Carlos
no conseguirá llevarse a la tumba.
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