La frase se le atribuye al rey de Francia Luis XlV, aunque nunca la pronunciara aquel 13 de abril de 1655 frente al parlamento, como se le atribuye, para caracterizar el periodo de monarquía absoluta que caracterizó una buena parte de su reinado de 64 de los casi 77 años de su existencia. De todos modos, la oración ha servido durante siglos para denunciar regímenes totalitarios, despóticos y antidemocráticos.
Muchos gobernantes, durante siglos, se han colocado por encima del Estado y sus instituciones para imponer sus ideas y defender sus intereses personales o los de las clases sociales que representan.
En la República Dominicana hemos tenido toda clase de gobernantes a través de su breve y dolorosa historia. Salvo honrosas excepciones, nuestros mandatarios se han convertido en el Estado. Las Constituciones han sido pedazos de papel, como dijera Joaquín Balaguer.
Los “triunfos” electorales de Balaguer fueron puestos entre comillas por uno de sus más cercanos colaboradores. Los fraudes y la violencia estuvieron a la orden del día durante sus Gobiernos porque la Constitución era, “un pedazo de papel”. Cada gobernante quiere su “pedazo de papel”; de ahí que se haya modificado tantas veces de 1844 a la fecha.
En el 2008 el entonces aspirante a la nominación presidencial Danilo Medina dijo, abatido y abrumado por la inversión millonaria de recursos públicos que “el Estado lo había vencido”. Su compañero de partido, su amigo y socio de años, utilizó el dinero del presupuesto para derrotarlo en la contienda interna.
En el 2012 Leonel Fernández, para evitar ser sometido a la justicia junto a sus seguidores más cercanos por corrupción, dispuso de 40 o 50 mil millones de pesos, miles de millones de raciones alimentarias para los pobres y asfalto del Gobierno de Venezuela, para imponer al propio Danilo Medina que lejos de quejarse, lo aceptó gustoso. El uso de los recursos era inmoral para derrotarlo, pero no para favorecerlo.
El Estado que lo venció, cuatro años más tarde, lo hizo presidente de la República, favor pagado con la impunidad que protege a los corruptos.
Leonel se convirtió en el Estado no sólo para imponer a Danilo, sino para comprar, con un préstamo “impagable” de 15 millones de dólares (645 millones de pesos a la tasa actual) del Banco de Reservas (del Estado) al presidente del PRD, más la complacencia del Tribunal Superior Electoral y de la Junta Central Electoral para que le garantice las tres letras de un partido de 75 años de historia, entre otros privilegios.
Durante la elección de una parte del Comité Central del PLD, la pugna se pone de manifiesto entre el sector de Danilo y el de Leonel. El senador de Moca, José Rafael Vargas, dijo que el Estado los había vencido tras la inversión millonaria de funcionarios del Gobierno de Danilo.
Durante la asamblea del Partido Reformista para escoger sus autoridades, el Estado se convirtió en un factor contra de Amable Aristy Castro. La negociación de Carlos Morales Troncoso con Danilo Medina decidió selló la suerte de Aristy Castro y del PRSC que ahora está en manos de Medina, no de Leonel.
En los países donde el Estado y sus instituciones políticas y jurídicas funcionan, ningún presidente puede, sin pagar las consecuencias, convertirse en el Estado y utilizar los fondos públicos como si fueran suyos. Mientras los presidentes tengan la capacidad de utilizar el Estado para imponer candidatos hasta en las primarias de sus propios partidos, no se puede hablar de democracia. Si no hacemos algo, pronto, en las próximas elecciones el Estado será un factor decisivo, como en otras muchas ocasiones.
Si bien es cierto que la ley de partidos y la de garantías electorales no resuelven el problema de comprar las elecciones, por lo menos crean un marco jurídico que puede convertirse en banderas de lucha contra el uso de los recursos del Estado en las campañas electorales.
Juan Taveras Hernández (Juan TH)