En política los errores se pagan y muy caro. Los de Leonel han sido muchos y consecutivos. En Juan Dolio, en la reunión del Comité Político, perdió la candidatura y el liderazgo de su partido, porque el líder nunca pierde una votación y mucho menos si es orgánica, le iba suceder a Peña Gómez en la Convención del PRD de 1985, lo evitó la paralización del conteo que estaba muy avanzado en favor de Majluta.
Leonel se equivocó cuando puso en agenda la reelección sabiendo que no tenía los votos y sin negociar previamente. Se sobreestimó. Su caída política comenzó cuando privilegió la rápida acumulación sobre lo político, lo que nunca hace un líder de verdad. Actuó como empresario. Tenía el dilema de distanciarse de Félix Bautista o apoyarlo en las Altas Cortes, escogió mal y los juicios populares terminaron el trabajo, con efectos parecidos a los de la medicina que formuló y usó para destruir primero al Partido Reformista y luego al PRD.
Otro error fue declararse en rebeldía sin tener municiones para responder cuando perdió la votación; ahora luce atrapado en un camino que conduce a ningún sitio. Tirará la toalla ratificando que ya no es el líder. Además arrastra lo de pésimo administrador de las finanzas públicas, hablan los números de sus gobiernos (2005-2012), dejó en desequilibrios todos los sectores, porque aplicó una política expansiva sin tener ahorros internos.
Aumentó el gasto público en 3.14 puntos del PIB, y no fue para invertir en pequeños proyectos para las comunidades en todo el país, sino para financiar gastos corrientes (aumentaron 1.02 puntos) y pagar los intereses de la deuda (aumentaron 1.05 puntos) que en conjunto representaron dos terceras partes del incremento del gasto total. Como consecuencia elevó el déficit del presupuesto en 6.03% del PIB y en 6.59% del PIB el balance del sector público no financiero (gobierno central y sus instituciones descentralizadas), duplicando la deuda consolidada (de US$12,496 millones en 2005 a US$25,216 millones en 2012).
Como es el campeón de los déficits, en lugar de dejar una filosofía positiva en el manejo del presupuesto, condicionando el gasto a los impuestos y con ahorros internos financiar faltantes excepcionales, repite que cambió la macroeconomía porque en su gestión el PIB creció 5.8% como promedio anual. Sin explicar por qué, gastando una enorme cantidad de impuestos y préstamos, dejó la pobreza en 40% de la población; es decir, más de cuatro millones de dominicanos no podían conseguir el equivalente en pesos de dos dólares al día. Porqué dejó la indigencia en 11%, más de un millón cien mil dominicanos viviendo en condiciones infrahumanas.
Como piensa que es el único que conceptualiza, su ego no le permite aceptar que fue sustituido como líder principal y que se considere reliquia su estilo de gobernar. Lo dice el BID en su reciente informe El Laberinto: Cómo América Latina y el Caribe pueden navegar la economía global, sostiene, entre otras cosas, que a los países muy endeudados (como República Dominicana) se les hace difícil financiar políticas fiscales deficitarias.
Pero no tiene más camino que tirar la toalla y aceptar que no es el líder, un trago doblemente amargo, porque lo es y porque es su fórmula.
Arturo Martínez Moya
Hoy
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