Un día para la infamia
La sociedad dominicana esperaba una decisión en justicia, sobre el caso del senador Félix Bautista y sus cómplices. De igual manera, tenía esperanza en que otro caso de otro Félix acusado de corrupción, Félix Rodríguez Grullón, alcalde de San Francisco de Macorís, también recibiera el tratamiento justo en los tribunales.
En ambos casos este viernes 27 de marzo, viernes de Dolores en la tradición católica (¿irónica coincidencia?) los Félix fueron felices gracias a la justicia puesta al servicio de los intereses políticos.
La sociedad dominicana aspiraba y aspira a que la decencia y el respeto hacia las leyes, y el cuidado de los fondos públicos, sea una norma para todos, y no exclusivamente para los que no son miembros del círculo de favorecidos por el poder político y económico acumulado desde el Estado.
La sociedad dominicana desea que haya un final para la impunidad y para el abuso.
Las sociedad dominicana aspira a un sistema de justicia verdadero que valore las aspiraciones y necesidades del país en materia ética y de honradez.
La sociedad dominicana quiere decencia en las funciones públicas y en la administración de justicia.
La sociedad dominicana debe saber que los asuntos serios, como impartir justicia, tienen que ir más allá de los políticos corruptos y aprovechados, que se sirven del sistema judicial para su propio beneficio.
La sociedad dominicana debe respetar los mecanismos institucionales y legales establecidos por la Constitución, pero los funcionarios designados deben ser conscientes de sus responsabilidades.
El pueblo dominicano sabe que tomar la justicia en sus manos no es un camino adecuado, aunque le induzcan a ello con decisiones bochornosas, fraudulentas y prevaricadoras.
La sociedad dominicana debe conocer a los jueces que dictan sentencias en su nombre, los que “en nombre de la República Dominicana” hablan en sus decisiones para salvaguardar privilegios, impunidades y complicidades politiqueras.
La sociedad dominicana aspira a vivir en un país donde sea posible tener la certeza del respeto en los asuntos públicos.
Una sociedad que no tenga que descreer de sus magistrados, porque prevarican y no tienen sentimientos de culpa, porque lanzan por la borda hasta su propio prestigio, al que debe aspirar todo ser humano. Después de eso, el ser humano queda desnudo, despojado de toda dignidad.
Como diría el poeta nacional, don Pedro Mir, se trata de sujetos que “no tienen órbita entre las piernas”, que se tuercen y actúan al margen de su dignidad y responsabilidad.
Estos personeros actúan y no tienen objetividad ni respeto. Apuestan al olvido, a que todo pasa y todo se olvida, a que todo es posible sin temor a ninguna consecuencia.
Y de ese modo no refuerzan la dignidad ni las ansias de justicia de la sociedad dominicana.
En realidad, aúpan la impunidad.
Refuerzan la corrupción.
Lanzan coletazos nauseabundos sobre el alma y el sentimiento nacional.
Abominan de la patria.
Olvidan las personas, no tienen miramientos con su propio entorno ni respetan siquiera a su propia familia. En sus aptitudes parecen pilotos desorientados y desentendidos de la vida, y conducen una aeronave del mismo modo que lo hizo el piloto alemán Andreas Lubitz, de Germanwings. Perdieron las esperanzas de una vida con dignidad.
Este día, que pareciera planeado con la intención del olvido urgente, estamos ante un país apaleado, que no encuentra cabida para la decencia, ni para la honradez, ni para la dignidad. Los únicos que se celebran son los que no les importa el destino de un país abandonado a la peor de las suertes, en brazos de la impunidad más hedionda y nauseabunda.
Pero mantenemos firme la esperanza en que vientos nuevos vendrán, traídos por el trabajo y la dignidad, por las ansias de justicia y libertad de la sociedad dominicana, y por un firme deseo de que haya una democracia que funcione y una justicia que la dignifique.
Sin embargo, este día, viernes 27 de noviembre de 2015, quedará marcado en nuestra historia como un día para la infamia.
Editorial Acento
Acento