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viernes, 4 de diciembre de 2009

Miguel Aceves Mejía y el mariachi Vargas en un “enanicidio”








                                     Miguel Aceves Mejía

Me tocaba presentarlo todas las noches en La Voz Dominicana

Voy a viajar en la alfombra mágica del pensamiento y me voy a transportar al año de 1954. Me tocaba presentar todas las noches en La Voz Dominicana, a Miguel Aceves Mejía, el amo y señor de la canción ranchera, acompañado por el mariachi Vargas de Tecalitlán, dirigido por don Silvestre Vargas y donde fulguraba la trompeta de oro de México, la de Miguel Martínez.

Llevaba como un mes haciendo esas presentaciones radiales, cuando un día por la mañana me causó sorpresa ver a Aceves y al mariachi Vargas, vestidos con sus típicos trajes como si fueran para un proscenio.
Le manifesté mi asombro a Aceves, al verlo a él y al mariachi en actitud festiva. Y éste en tono alto me contestó: “Pues bien hermano, aquí estamos porque nos llamaron. Y la razón es que vamos a hacer bulla para un enanicidio”.
Y sucedió que cerca se encontraba el director de la radiotelevisora, el señor Santamaría, quien con una señal me llamó hacia él.
Me le acerqué y caminó hacia un pasillo, yo lo seguí. Y el director me dijo: “Compai Núñez, esas son las cosas de nuestro querido fundador, presidente y tesorero. Si un hombre serio lo invita a un bautizo o a unas bodas, no va. Y mira a lo que se presta, a matrimoniar a un enano que priva de payaso”.
El enano en cuestión era de Guatemala y lo nombraban “Pulgarcito”. Me parece que el nombre de este osado liliputiense era el de Aliro Paix.
 El locutor Lincoln Guerrero que se burlaba de todo, cuando lo saludaba le decía: “¿Cómo está usted señor Alirito?”
Pero señores: Las solfas, los bemoles y las semifusas de este estrambótico connubio, era que el valiente enano, se matrimoniaba con una beldad cabal, con una soberana hija de Eva, con una exuberante hija de la gracia y el salero.
Una hembra que caminaba con la gracia de Dorothy Lamour y se sentaba con el donaire cautivador de Bonita Granville.
A esa mujer mentalmente yo la llamaba “Glaméland”. Esto así, porque usaba el “gla” que corresponde a las primeras tres letras de su nombre.
El “me” por las dos primeras letras de su apellido paterno y el “land” que en inglés es igual a tierra, equivalía a las cuatro letras iniciales de su segundo apellido.
Así salen las cosas algunas veces. Pues “Glaméland” puede tomarse el “gla” como glamorosa, el “me” como meliflua y el inglés “land” que significa tierra.
Entonces tenemos “Glamorosa y meliflua de esta tierra”.
Cuando se casó con un pequeñuelo, pensé yo, que lo hizo así, para darle a entender a dos galanes, que Pulgarcito pudo más que ellos.
JOSÉ ANTONIO NÚÑEZ FERNÁNDEZ
Hoy Digital

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