Bob Menéndez, senador USA. Foto: CNN
El sexo está imbricado en la política como el musguito en la hiedra. El año pasado, en el contexto de la Cumbre de Cartagena, se produjo el escándalo más sonado en la historia del Servicio Secreto de los Estados Unidos cuando doce de sus agentes fueron sacados del juego por “conducta impropia”, una categoría que designa una historia de francachelas nocturnas, excesos de Jack Daniels, encabalgamientos con prostitutas en un hotel local y hasta retribuciones monetarias prometidas y no pagadas. Después, en noviembre, un caso de infidelidad matrimonial le costó la jefatura de la CIA al general retirado David Petraeus, metido en ejercicios colaterales con su biógrafa Paula Broadwell, una graduada de la Kennedy School de Harvard y de amplia experiencia internacional como oficial de inteligencia, un dato poco socializado en medio de una historia bastante turbia. Dicen que en política lo real es lo que no se ve.
Sonrisas verticales y visitadoras tienen ahora un nuevo capítulo con el senador Bob Menéndez y el oftalmólogo dominicano Salomón Melgen, a quien el FBI le acaba de montar un operativo en su consultorio de West Palm Beach, donde tiene una casa valorada en 3 millones de dólares, en búsqueda de fraudes impositivos al Tío Sam y restos de humedad. El doctor no solo se dedica a lidiar con ojos ajenos, sino también a la noble labor de contribuir con su modestísimo óbolo a las campañas de políticos de ambos partidos –aunque evidentemente tenga sus propias preferencias demócratas. Entre estas se encuentra la del senador por Nueva Jersey, con quien además ha compartido momentos de su tiempo libre, tales como emprender varios viajes en su avión privado a su mansión en Casa de Campo, en el este quisqueyano, para disfrutar por un rato del Trópico y tener sexo rentado con prostitutas menores de edad, una información dada a conocer en noviembre de 2012 por The Daily Caller, hecha llegar a Carrie Levine, director de investigaciones del Citizens for Responsibility and Ethics in Washington (CREW) y que huele fuertemente a festines fetichistas y promiscuos de dos tíos a las puertas de la tercera edad.
La noticia tiene, como todas, su propia historia y sus madejas, entre ellas que el FBI envió a uno de sus sabuesos especiales a Miami para rastrear/entrevistar a una de las trabajadoras sexuales dominicanas implicadas, por entonces en la ciudad. Este le mostró una foto de Bob Menéndez y ante la insistencia de que la volviera a ver, la muchacha, ya de 19 años, respondió: “No necesito mirarla otra vez. Estoy completamente segura de que este es Bob Menéndez, el amigo de Salomón Melgen con quien tuve sexo en distintas ocasiones, y no puedo olvidar su cara. Me lo presentaron como Bob, pero yo sabía que era el senador de los Estados Unidos Bob Menéndez”.
Al final, no hay casi nada nuevo bajo el sol. Bobbie habría hecho lo que muchos norteamericanos al descender a los “paraísos sexuales” del Tercer Mundo, un constructo típico de un imaginario por definición colonizador, machista y sexista. Hechos como este los protagonizan también turistas ordinarios en todas partes a pesar de la Protect Act, una legislación del año 2003 que define como un crimen federal tener relaciones sexuales con menores de 18 años incluso fuera del territorio norteamericano, con independencia de que la prostitución sea legal o no en los países que visitan o de la edad en estos aceptada para el sexo consentido. Y también ha cometido los mismos errores que ellos, como ese de tomar chocolate y no pagar lo que se debe. Un agente del Servicio Secreto quiso abonar por el otro servicio unos insultantes 30 dólares en vez de los 800 pactados, según Dania Londoño Suárez, la prostituta colombiana de 24 años que puso a lucir su esbeltísima figura en las páginas del New York Times y en la televisión norteamericana. Dicen las malas lenguas de la prensa anglo que Bob les prometió a las dominicanas 500 dólares, pero solo les pagó 100 a cada una y las mandó de regreso a sus casas.
Sin embargo, sobre la cabeza del inefable Menéndez pende, cual espada de Damocles, una peculiaridad adicional como senador de los Estados Unidos. Y es la acción de regulaciones éticas específicas del Congreso prohibiendo a sus miembros involucrarse en actividades y conductas ilegales debido a la posibilidad de chantaje. De demostrarse, incurrir en ellas los inhabilita de cuajo para el desempeño de sus cargos. De ahí que Bob y su equipo de estrategas y colaboradores cercanos harán lo inimaginable, y más, por manejar el “control de daños” de manera que pueda disfrutar plácidamente de su nuevo estatus de presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, formalizado el 29 de enero último en sustitución de John Kerry. De ser ciertas esas alegaciones, ya habrían llevado a cabo, al menos, dos maniobras: la primera restar legitimidad a la información brindada por The Daily Caller al atribuirle motivaciones políticas; la segunda, afirmar que pagó por los viajes en el CL-60 de Melgen con fondos de su cuenta personal. Y no es descartable una tercera: desaparecer a las visitadoras de la escena a cambio de una generosa donación en metálico.
Ya es otro escándalo nacional. Los medios de difusión, el periodismo investigativo y las filtraciones tienen (también de nuevo) la palabra.
Alfredo Prieto
7dias.com.do
http://www.7dias.com.do/index.php/noticias/134334/79/Bob-y-las-visitadoras
No hay comentarios:
Publicar un comentario