Profesor Juan Bosch.
El robo que acaba de avalar Danilo Medina nos confirma que el país está regido por una dictadura corporativa
Después de la imposición del sello presidencial al robo de Bahía de Las Águilas ya es certeza consumada e incontrovertible que en medio siglo de farsa democrática el pueblo dominicano fue arrastrado de lo malo a lo peor.
De la dictadura unipersonal del ajusticiado en 1961 Rafael Leonidas Trujillo Molina el pueblo ha sido remolcado hasta la dictadura corporativa del PLD y sus aliados, regida por los aviesos principios de Leonel Fernández, quien en paz descanse. Guillermo Moreno lo ajustició con un grueso expediente por lavado de activos y moralmente Leonel está muerto. Lo prueba que su alma maliciosa se conservará en capilla ardiente en el Parlacen hasta el momento de su definitivo entierro político.
Mire, al voltear hacia atrás, sobrecoge la aflicción al recordar cómo fueron sofocados uno por uno los intentos del pueblo por darse una democracia. Todo empezó con el golpe de Estado a Juan Bosch, a quien el poder de facto solo le permitió siete escasos meses de genuino ejercicio democrático, período que solo sirvió para que Bosch decidiera abominar volver a ser presidente, decisión para la cual tenía plenitud de facultades. Algo que mantuvo en secreto lo desilusionó del cargo a pocos meses de ejercerlo, razón por la cual optó por no hacer nada cuando el pundonoroso coronel Rafael Fernández Domínguez le informó sobre la gestación de la asonada y, además, le garantizó que él estaba en capacidad de abortar su consumación.
Digamos que Bosch tenía razón para desencantarse de la presidencia. Pero no tenía derecho a mantener ese desencanto en silencio, conociendo que sería extremadamente pernicioso para el pueblo. Sufrimos una pérdida de tiempo mayúscula con un costo de sangre y sacrificios humanos inconmensurables invertidos en el propósito de reinstalarlo a él y su Constitución en la silla presidencial que él no tuvo la sinceridad de anunciar que no quería.
La experticia histórica es la que se encargó de arrojar luz sobre el oculto rechazo de Bosch al mandato presidencial del país. El primer eslabón de la cadena de sus actos consecuentes con esa actitud fue el cruce de brazos tras escuchar al coronel Fernández Domínguez. Obviando lo referente a la Revolución del 65, hay que agregar la campaña para las elecciones de 1966, la cual realizó desde un encierro insólito, lo que facilitó las cosas para que nos impusieran a Balaguer. Salió del país y regresó hablando de dictadura con respaldo popular, al tiempo que paradójicamente dictó una purga en el PRD, tras encontrarlo muy fortalecido antes de las elecciones de 1970.
Como sus seguidores no cogíamos la seña e insistíamos en que fuera nuestro candidato eterno, decidió marcharse del PRD para fundar al PLD en 1973.Ese fue su movimiento cumbre para distanciarse por completo de la posibilidad de regresar al poder y dejarle el campo abierto a Balaguer. Dicho así, porque mucho mejor que cualquier ciudadano común y corriente, Bosch sabía que en el país sólo había dos partidos con opción a gobernar y que el PRD obligatoriamente alcanzaría el poder, tal y como ocurrió en 1978.
Para más señas de qué era lo que le interesaba, hizo del PLD un partido de cuadros, con masa cero, una especie de logia para mantener una limitada vigencia en los medios.
Enerva pensar que en el ínterin de su reniego silencioso atravesamos por el sacrificio de Manolo Tavárez Justo, la revolución con su consecuente intervención militar del país, el asalto al Hotel Matum, el sacrificio de Los Palmeros y el de Francisco Caamaño y sus hombres, entre otros dolorosos hechos y pérdidas humanas conectadas al propósito del pueblo de regresar a la constitucionalidad de 1963.
Lo más terrible de todo es que Bosch no se conformó con alejarse personalmente de la presidencia sino que concentró sus esfuerzos para que Balaguer se mantuviera en la misma, llegando hasta a proponer el escamoteo del triunfo de Antonio Guzmán, lo que le dio fuerza a Balaguer para robarse cinco senadurías. Con esto se frustró en gran medida otro intento del pueblo de regalarse una democracia genuina, por primera vez sin Bosch a la cabeza.
Indigna pensar que un ápice de sinceridad de Bosch le hubiera ahorrado mucha sangre al pueblo. Indigna pensar de que en su afán por ser líder en la oposición, que era a lo único que aspiraba, procreó algo tan monstruoso como la jauría de lobos que hoy se engulle el país, y que acaba de sellar como bueno y válido el despojo al pueblo dominicano de una bahía de más de 10 kilómetros de playas vírgenes, un robo como nunca antes se había hecho.
Leonel Fernández y Danilo Medina.
Por hoy, me voy. Que Dios le llene de bendiciones, y se apiade de la República Dominicana.
Rafael Calderón
rcalderon10@hotmail.com
Periodista dominicano residente en Nueva York.
ENTRE USTED Y YO
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