El amigo se me acercó apesadumbrado:
- "Este país se jodió. A nadie le importa el otro, todo es un inmediatismo, una falta de cortesía y de buenas maneras que abruma. Lo mío primero, y no importa lo que pase..."
Y seguía haciendo el catálogo de los males que afectan al dominicano, y que tienen enferma a nuestra sociedad.
No quise interrumpirlo, pero pensaba entre mí qué nos ha pasado en apenas dos generaciones, en que la brecha se ha ampliado tanto que está destruyendo el tejido de nuestra sociedad.
Intelectualmente, puedo encontrar mil razones, desde la pérdida de los valores tradicionales, y la no internalización de los valores modernos, hasta explicarlo por el "familismo amoral" que he expuesto tantas veces en estos escritos.
Pero lo que nos ha pasado es más hondo. Los diferentes gobiernos que hemos tenido desde el ajusticiamiento de Trujillo, trataron de domesticarnos. Usaron nuestra pobreza y nuestra ignorancia para mantenernos en un estado de infantilismo, donde todo es blanco y negro, y para el que le tocó lo negro, -la mayoría- sólo quedará la esperanza del favor del gobierno, porque ya estaba con el cuchillo en la boca, buscándosela en la calle.
Nuestros políticos, y no se puede dejar fuera a los empresarios con poder político, nos envilecieron a sabiendas que en esas circunstancias "el hombre es el lobo del hombre".
Hace falta una revolución moral para que crezca de nuevo la esperanza.
Adriano Miguel Tejada
atejada@diariolibre.com
Diario Libre.com
http://www.diariolibre.com/opinion/2014/07/11/i695321_reflexiones.html
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