Foto de archivo. Fuente externa.
SE TRATA DE UN FETICHE GASTRONÓMICO DERIVADO DEL JAPONÉS 'NYOTAIMORI'
Era solo las siete de la tarde pero en la chocolatería belga Deslkalidés, la bombonería más prestigiosa de Ibiza, ya solo quedaban bombones con alcohol.
Dos miembros del servicio de un grupo de millonarios saudíes acaban de vaciar el establecimiento para preparar un postre muy especial: degustación de chocolate belga sobre el cuerpo desnudo de una modelo.
Se trata de un fetiche gastronómico derivado del japonés 'nyotaimori', en el que una mujer sirve de bandeja para las piezas de sushi, y que se popularizó hace algunos años en algún restaurante de nuestro país.
En Ibiza, el pasado jueves, casi un centenar de caballeros procedentes de Arabia Saudí, Catar y Baréin, se dieron una cena en un chalet de lujo de la isla de Ibiza en la que a la hora del postre degustaron su adaptación chocolateada del nyotaimori.
La dependienta les suministró más de dos centenares de bombones, todos los que tenía disponibles sin alcohol, dada la condición de musulmanes de los comensales que se encargaron de recordar los miembros del servicio cuando ya había rellenado varias bandejas.
Al parecer sus clientes querían comer sobre el cuerpo de una mujer desnuda, pero a la vez preservarse de que el alcohol, tal y como recuerdan tres suras el Corán, "es parte de la labor de Satán". Por eso se vieron obligados a completar el encargo con varias bolsas de caramelos y gominolas, la práctica totalidad de lo disponible en ese momento en este establecimiento de la calle Vicent Cuervo.
"Les dije que la próxima vez avisaran y que se lo tendríamos preparado o se lo subíamos al chalet, que no nos podían dejar así", se disculpaba la dependienta el pasado jueves ante una clienta que le contestó, "yo no subiría".
Sin embargo, a pesar de haber vaciado la tienda, el desembolso no fue muy llamativo para los que están considerados los mejores clientes de Ibiza por sus descomunales desembolsos en discotecas, beach clubs y restaurantes de la isla, además de por sus desprendidas propinas, que en ocasiones también rozan la obscenidad al alcanzar varios miles de euros.
Ricardo F. Colmenero / IBIZA
El Mundo
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