Fueren cuales fueren las circunstancias en que el periodista y presentador de televisión Claudio Nasco perdiera la vida este viernes en la noche, la opinión pública debe ser comedida en sus juicios y respetuosa de su integridad moral.
Más allá de las motivaciones del crimen, lo relevante –y amargo— de este hecho es que engrosa la lista de evidencias de la violencia que atraviesa transversalmente a la sociedad dominicana.
En este caso, como en ningún otro, la vida privada de la víctima debe convertirse en pasto de la maledicencia, del morbo canalla que encuentra caldo de cultivo en las redes sociales.
Los medios de comunicación están llamados a cumplir con su responsabilidad de informar sin agregar detalles innecesarios que alienten a los desaprensivos. Lo reiteramos: lo fundamental es que un profesional capaz, un ser humano con cualidades que sus compañeros de labores y amigos exaltan y cuya pérdida lloran inconsolables, se ha ido a destiempo víctima de la violencia.
El propósito unánime de la sociedad dominicana debe ser en estos momentos que el crimen de Nasco no quede impune. Como no debe quedar impune ninguno de los crímenes que a diario se comenten en el país por las más diversas razones, y frecuentemente por la mano de la propia autoridad.
Ninguna razón da derecho a matar. Cada crimen que se comete disminuye nuestra humanidad. Las campanas no doblan solo por la víctima, doblan por todos y todas.
Margarita Cordero
Editorial 7dias
www.7dias.com.do
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