¿Merece y necesita la vicepresidencia de la República un gran presupuesto de gastos? No. ¿Debe el presidente colocar todos los organismos, encargados de tareas sociales y humanitarias del Estado, bajo la sombrilla de la vicepresidenta? No. ¿Sería perjudicial y riesgoso para Danilo Medina permitir o promover la concentración de tantos recursos y poder de convocatoria en una sola persona, sobre todo si se trata de una aspirante presidencial permanente, como lo es Margarita de Fernández? Sí, por supuesto que sí.
Es de muy reciente recordación el roce entre ambos, resultado de un desigual enfrentamiento por alcanzar la candidatura presidencial. La entonces primera dama, tan apabullante como puede serlo quien abusa del poder, no aceptó en buena lid la superioridad de su contrincante. Se despachó con uno de sus discursos melodramáticos. Dicen que en esta ocasión, a propósito del presupuesto que le fue asignado por orden del Presidente, no pudo contener su rabia y disgusto, cuestionando la disposición, recurriendo a las mismas lágrimas de cocodrilo.
Debe ser incómodo para la señora de Fernández asumir su realidad de segunda al mando, no de primera como lo estuvo durante ocho años, manejando presupuesto abierto y sin límites. Una de las irresponsabilidades y derroches propiciados por el presidente Leonel Fernández.
Para ver cómo han andado las cosas en nuestro país en los últimos años. Además de encabezar todos los récords e indicativos en materia de corrupción –informes de instituciones autorizadas no nos dejan mentir-, hemos tenido que soportar como buenos y válidos antojos, acuerdos -y sabe Dios si desacuerdos conyugales-, a costa del erario.
Que una persona desconocida, sin historial político, antes de casarse con el expresidente Fernández haya sintetizado una suerte de “liderazgo” y encima de eso se crea con condiciones de dirigir el Estado, no es sólo una muestra palmaria del grado de descomposición alcanzado en los pasados cuatrienios. Es, sobre todo, la muestra más dramática sobre nuestra debilidad institucional y la miseria moral que contamina el sistema social y el orden político.
Aplaudimos la decisión presidencial que, en cierto modo, sofoca las ambiciones de la desafiante vicepresidenta. No obstante, guardamos reservas, con pesimismo, frente a los nada simulados embates del expresidente. Penden, uno y otro, como espadas de Damocles sobre la cabeza de Danilo, así como es una verdad de a puño esta sabia sentencia de Benedetti: “el Vicediós es ateo”.
Eduardo Álvarez
El Nacional
http://elnacional.com.do/opiniones/2012/12/16/144750/El-Vicedios-es-ateo
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