Además de estratega comedido y astuto, el presidente Medina tiene fama de ser paciente. A lo largo de su carrera política, él siempre ha apostado a que en algún momento del largo discurrir del tiempo, su mejor aliado, encontraría la mejor ocasión para tomar decisiones. Finalmente, se ha encontrado en una situación de lucha en que el tiempo tiene final, un calendario cuyas fechas le obligan a tomar una decisión: postularse o no para una reelección.
El primer paso en ese sentido lo dio en la última reunión del Comité Político, donde se vio compelido a tomar una decisión no usual en ese organismo: someter a votación un tema de extrema transcendencia sin antes hacer la acostumbrada transacción entre partes, a lo que ahora muchos seguidores de Leonel le llaman “consenso”. El tiempo no le permitió lograr la transacción y tuvo que iniciar el recorrido de un camino hasta hoy desconocido tanto por él como por Leonel: el de la lucha política interna basada en una definitiva confrontación abierta, de cuyo final dependerá el futuro político del perdedor.
Danilo no previó, quizás tampoco Leonel, que el sometimiento de esa votación desencadenaría los demonios siempre latentes, pero no manifiestos en el PLD, porque se escondían bajo la sombra del liderazgo de Bosch primero, de la troika Danilo-Temo-Leonel después y de este último desde 2004-2012. Es posible que algún temor albergaba, pero no tenía tiempo para resolver el problema. Se equivocó o no tuvo tiempo de llevarlo al Comité Central, donde los congresistas tuvieran la ocasión de discutirla y restarle argumentos a quienes se oponen a la reforma.
Y es que llevar a ese organismo el tema de la reelección, que era el procedimentalmente correcto, como expresan algunos de sus miembros apelando a los estatutos, significaba un ejercicio de democracia interna para llegar a acuerdos, para el cual Danilo no tenía tiempo, ni el PLD costumbre. Por eso apostó al voto mayoritario de un Comité Político que se confunde con el Estado y sigue al presidente de turno, porque la casi totalidad de sus miembros ocupan los puestos más importantes en el Gobierno.
Esa circunstancia ha provocado un tranque inesperadamente sólido y complejo, ayer se cumplió un mes de haberse iniciado, avanza este año preelectoral, el partido mayoritario de la oposición eligió un candidato que concita amplia aceptación, por lo cual Danilo tiene más presión que Leonel en buscar la forma de desbloquear la situación. Para eso no puede apelar a su aliado de siempre, el tiempo, para que le resuelva el problema.
Ahora está obligado a revelar un talante de líder todavía en él desconocido: tomar decisiones rápidas en temas trascendentes, donde manifieste su disposición a una confrontación definitoria. Atrincheradas en sus posiciones cada facción afila sus cuchillos, iniciando la de Danilo una búsqueda de votos, mediante la compra, para intentar la repostulación y cortejando a sectores progresistas que asustados por el fantasma de Leonel, asumen la idea de un inexistente Danilo “bueno”, favoreciendo de hecho su reelección.
Repentinamente, ambos se encuentran en un camino de retorno incierto, algo que podría presagiar el inicio de una regeneradora primavera de la democracia dominicana.
César Pérez
Hoy
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