Victoria Clark y Melissa Scott escribieron un libro sobre los gustos culinarios de los dictadores en el que ponen en evidencia sus excesos y su compleja relación con la comida, que utilizaban para imponer su poder y atemorizar a sus enemigos.
De todo lo que leí en el artículo sobre esta publicación que hiciera Begoña Gómez Urzais, en el diario El País de España, me causó un shock leer este pequeño párrafo:
“Una leyenda que surge a menudo al buscar información sobre los dictadores latinoamericanos es que bebían sangre de los recién nacidos para mantenerse jóvenes. Se decía del dominicano Trujillo y del paraguayo Stroessner”.
De Rafael Leónidas Trujillo Molina he leído de todo, bueno y malo; pero esto no lo había escuchado nunca. De seguro que la controversia vendrá, sea mito o realidad.
Otra cosa que me chocó y que de seguro voy a probar fueron las langostas de Fidel Castro, sobre todo por el tiempo de cocción.
"Hay que cocinar la langosta (11 minutos al horno o seis minutos si se hace a la brasa en un espeto, para aliñar después con mantequilla, ajo y limón).
Estos huevos los pruebo antes de morirme.
"A Franco le gustaba la ternera, el cocido, la sopa al cuarto de hora, que se hace con merluza, almejas y mejillones, y los huevos a la Aurora, rellenos y napados con bechamel".
Marihal / Desde La República Dominicana
Fuentes: Victoria Clark y Melissa Scott
Begoña Gómez Urzais / El País
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