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miércoles, 8 de junio de 2016

Tres militares y un policía en la batalla contra la delincuencia


Testimonio
Vivo en el Mirador Sur, en las inmediaciones de la televisora TeleRadio América, que está ubicada al final de la Avenida Enriquillo; que no es más que la prolongación de la Avenida Sarasota. Acostumbro a ir todas las tardes caminando a un supermercado que se encuentra justo enfrente de la emisora en una plaza comercial a comprar los abarrotes de consumo diario para el día siguiente.

Desde hace un tiempo atrás existe una vigilancia de militares uniformados con pantalones y camisas rameadas en esa área, algo que a todos agrada pero que no está funcionando como debiera.

Anoche, cosa rara, hice mi habitual caminata hacia el negocio de comida pasada las ocho de la noche. Antes de que pudiera percatarme cuatro hombres pasaron a mi lado lentamente en un auto de color blanco, todos con aspecto descuidado y con clara evidencia de no andar en buenos pasos. En segundos miré a todo mi alrededor y no había nadie en la calle en ese momento, por lo menos en el lugar que me encontraba. Me sentí atrapado por cuatro veinteañeros y sin posibilidad de escape.

No fue así, aparentemente mi perfil no les convenció de que valía la pena el riesgo de robarme o de matarme.

Como a cien metros me encuentro con un militar de rameado en la esquina de la emisora, hablaba por su móvil de espaldas a la calle, tuve la intención de advertirle de los sospechosos pero al verlo tan involucrado en su tarea desistí. Cruzo al parque que queda enfrente del lugar al que me dirijo y ahí estaban otros dos rameados conversando animadamente sentados en un banco del área verde, totalmente despreocupados y en franca camaradería, alcancé a ver a lo lejos el vehículo de los sospechosos que se perdía en dirección al Norte.

Justo en el otro parque que queda al cruzar la calle había estacionada una camioneta del programa de protección barrial, un policía dormitaba en el asiento delantero del pasajero.

Entré al supermercado donde estuve unos veinte minutos entre lo que miraba, compraba y hacia fila en uno de los escasos cajeros. Cuando caminaba en el parqueo tenía enfrente al vehículo blanco con los cuatro sospechosos quienes salieron hacia la Avenida Enriquillo y se perdieron en la lejanía.

El policía de la camioneta que ahora quedaba a mi izquierda seguía dormitando, los dos rameados en su amena conversación y el tercer militar ya no estaba en la esquina que lo dejé cuando pasé.

Es posible que esté paranoico y que esos cuatro jóvenes solo estuvieran paseando, de lo que sí estoy convencido es de que nuestros militares y policías no están entrenados para enfrentar la gravedad de la situación con la delincuencia o seguridad ciudadana, o, simplemente están cumpliendo un horario en la más absoluta vagancia.

Dos cosas urgen a las autoridades implementar, más entrenamiento y más supervisión si de verdad desean enfrentar con éxito a la criminal delincuencia que diezma a la sociedad dominicana. Un  personal cualificado y una supervisión efectiva mejoraría mucho la situación actual.



Alberto Pérez González
Santo Domingo, R.D.

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