Los congresistas de este país, esa casta de “honorables” servidores públicos que con el sudor de su frente acuden cada día al congreso para honrar a la patria adjudicándose una gran porción del erario, no sintieron ningún remordimiento para tener la cachaza de subirse sus lujosos sueldos, en adición al “barrilito”, exoneraciones, prebendas y demás obsequios que cobran del Estado.
Congresistas que en las provincias que dicen representar ni las cucarachas que merodean sus rincones los conocen.
Esa raza especial y privilegiada donde muchos llegaron al Congreso con los talones cuarteados y hoy miran por encima del hombro.
Simples “cobradores” de barrilitos, decidieron que es el momento oportuno de resarcir su inversión y su apoyo a la reelección del presidente Medina, quien por cierto y como siempre, es el más permisivo de todos con un silencio que hastía.
Y como si esto no fuera poco, la guinda al pastel recientemente la puso la volátil senadora de Dajabón, Sonia Mateo, cuando justificó la subida de sueldos en el Congreso con que “a veces no tengo ni para comprar una botellita de agua”.
Esta mujer, conocida por varios escándalos y quien solo en el año 2010 amasó una fortuna de 33 millones de pesos, al parecer necesita más millones para compensar su eficiente labor congresual.
Si este país se respetara y el Ejecutivo fuera otra cosa, el Congreso debería ser disuelto y renacido con caras nuevas y convertido en un congreso unicameral. ¿Cuál es la necesidad de dos cámaras llena de cobradores que llevan años sentados y no hacen nada por sus comunidades? Ninguna.
En ese sentido, el tema de la subida de sueldos en el Congreso puede ser un paliativo para distraer a la sociedad de los congresistas envueltos que cobraron sus comisiones del caso Tucano.
Dunia De Windt
El Dia
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