Estremecedora.
Así resultó la lectura en el día de ayer de una columna, firmada por César Medina, en Listín Diario, con el título “Bosch “asesinado”. ¿A qué se podría referir?
Lo más violento estaba en su contenido: Medina se anima a decir que existen “Quienes se aprovechan de alguna cercanía, no importa si genética, para intentar dañar al PLD atribuyéndole negación a los principios boschistas” y que esas personas “probablemente nunca hayan sido peledeístas y tal vez ni siquiera conocen los sacrificios que conllevó hacer ese partido”.
No sé si el señor César Medina conoce en detalle a la familia de la que se digna hablar, pero me parece, a primera vista, que no. Ni tampoco conoce en su intimidad la vida de Juan Bosch. El señor Medina, que habla de “conocer sacrificios”, no tuvo -estoy casi seguro- nunca nada que ver con alguno de los forjadores de la libertad en República Dominicana. Nunca ha sabido lo que es tener un hijo, un hermano, un padre, un tío, un esposo, un abuelo como Juan Bosch, cuya familia vivió (y ha vivido) atravesada a lo largo de cuatro generaciones por la persecución, el miedo, los destierros, el exilio, los desgarramientos, las separaciones, las carencias y hasta la pobreza. El señor Medina no sabe tal vez lo que es para una familia estarse jugando siempre la vida. El señor Medina desconoce -de esto si estoy seguro, pues nunca lo vi en mi entorno familiar- que, en toda lucha de Juan Bosch, incluyendo la fundación, creación y construcción del PLD, participábamos todos y todas, porque todo lo que hacía Juan Bosch era una obra de amor y entrega, y por tanto obligación y compromiso de todos.
Juan Bosch no se dedicó nunca a vivir del erario ni de riquezas ajenas; ni siquiera de su pensión como expresidente. Jamás dedicó un segundo a vivir “la buena vida”, a disfrutar privilegios, a cobrar o ganar favores, ni de aquello por lo que no sudaba él mismo, y esa fue y es la ética de toda mi familia, y esa fue la manera en que tuvimos que vivir, convivir y compartir cada proyecto que él impulsó, incluyendo -repito- el Partido de la Liberación Dominicana.
Si algo el PLD suscita y suscitará en nosotros es admiración por la obra gigantesca que significó, y dolor si se le destruye y se le erosiona, si se le daña o si se le corrompe. Precisamente porque lo vimos nacer y crecer, y porque vivimos en carne propia los sacrificios que significó. Empezando por doña Carmen Quidiello Castillo, mi abuela, a la que no sé si es la primera persona a quien el señor Medina se atreve mandar a callar. Fue Carmen Quidiello quien -entre 1998 y 2000- hizo las primeras críticas al nuevo proceso del PLD, y ninguno de los que hoy el señor Medina trata espantosamente de defender como “agraviados” por alguien de esta familia, se atrevió a hacer ni decir lo que Medina hace hoy.
Pero lo del señor César Medina – prestigioso comunicador, conocido como diplomático en los últimos años- fue aún más lejos. Se permitió agregar que “Si aún viviera, posiblemente don Juan renegara de alguna gente que se halla en su entorno familiar y que nunca ha trabajado pero vive del cuento”.
Lo primero que debería saber practicar el señor Medina es el principio básico de la valentía y la honestidad, y dirigirse con nombre y apellido a la persona a la que se quiera referir. Hacerlo como un caballero, de cara al sol, y asumiendo las consecuencias. Así se debate en democracia y entre personas serias.
Luego, el señor Medina debería disculparse por su insulto, porque en esta familia no hay nadie que “viva del cuento” y no de su trabajo. Pero sobre todo el señor Medina debería tener mucho cuidado con su nivel de intolerancia y escasa aceptación de las diferencias.
Antes de pretender leerle la cartilla cívica y delimitar los derechos de cualquier persona (incluidos los y las integrantes de la familia Bosch) debería saber que en este país hace rato que se terminó el Foro Público del trujillato y los desmanes de Bonillita Aybar. Está bueno ya que en este país alguien quiera demostrarse como leal acusando a los demás de traidores. República Dominicana ya sufrió altas sobredosis de adulonería, culto a la personalidad y al poder y de rechazo a la disidencia, que siempre terminaron en crímenes atroces y en ningún favor a la convivencia civilizada. Yo estoy seguro que ningún líder democrático puede avalar ni agradecer que este tipo de cosas se hagan en pleno 2016.
Y finalmente, es bueno que el señor Medina sepa que Juan Bosch no renegó ni renegaría de ningún ser amado por dar su opinión, libremente y sin tapujos, ejerciendo sus derechos. Juan Bosch nos enseñó a todos y todas en su familia la virtud de la coherencia, la valentía, el compromiso y la honestidad, y nos enseñó a venerar la libertad, la democracia y la dignidad humana. Nos enseñó a ser libres y a no tener miedo. Nos enseñó a luchar y no a temer. Nos enseñó a defender las ideas propias y los principios. Se sentiría muy mal, decepcionado y renegado si nos comportáramos como pusilánimes, obedientes, temerosos, indecisos u obsecuentes, sin respeto por nosotros mismos.
Nuestra lealtad a Juan Bosch -a diferencia de lo que parece creer el señor Medina- no radica en ser iguales ni en pensar exactamente como él, ni en actuar como siervos agradecidos de alguna deidad. Eso es totalitarismo y culto a la personalidad. Eso es pasado, oscuro y terrible. Nuestra lealtad más bien se sustenta en ser responsables, honestos y coherentes, y defender los mejores ideales de este Pueblo, cueste lo que cueste, guste o disguste, duela a quien le duela.
Matías Bosch
boschlibertario[@]gmail.com
El Día
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