"Soy un asiduo caminante del Parque Mirador del Sur, y no sólo lo realizo por un asunto de mantener la salud física haciendo transpirar a todo mi cuerpo al poner en normal funcionamiento el aparato cardio-respiratorio, sino que disfruto muchísimo, como tantos otros caminantes que hacen lo mismo cotidianamente, para así disipar la mente y el espíritu de nuestro muy atribulado vivir.
Todas las mañanas junto con mi esposa, después de dejar a nuestras hijas en la escuela, estacionamos nuestro vehículo en el parqueo (si hay espacio en el mismo) o en las inmediaciones del parque y comenzamos nuestra rutina matinal de una hora u hora y media, dependiendo de la distancia que recorramos, no sólo con marcha rápida o un ligero trote, sino disfrutando de la belleza de los árboles y la exuberante vegetación que exhibe ese maravilloso lugar, además de los muchos pájaros que, como las cotorras, sobrevuelan de un lado para el otro el límpido espacio bañado por la luz matinal, corroborando de veras el agradable principio de mente sana en cuerpo sano.
Pero, ¡…Ay… cuántas cosas juntas están ocurriéndole al Parque Mirador del Sur en tan breve tiempo! Primero la defenestración sin sentido de todos sus árboles en la avenida Anacaona, los cuales formaban un verdadero túnel de sombra con la tupida vegetación que se entrecruzaba, para luego construir un mamotreto, la dizque “ciclovía” iluminada (veremos cuánto duran los faroles hace poco instalados), que ha dejado un pelado horrendo que se extiende rectilíneo desde la Pedro A. Bobea hasta la Luperón (para beneficiar, como todos sabemos, a algún “compañerito” con esa contrata criminal y, por supuesto, multimillonaria), y del cual escribí un trabajo: “De Eichmann a las canquiñas”, hace algunos meses, a la remoción de tierra y construcción en el restaurant del Lago Enriquillo de algo (¿…?) que viola todas las disposiciones legales en ese tenor de lo que es un parque de uso público para instalar un negocio privado no se sabe de qué naturaleza y con qué otros “compañeritos” (¡..$..!).
Pero lo peor es lo que aconteció este viernes 20 de agosto en la mañana, y fue cuando al transitar por la vía central del Parque Mirador, que es en la que más me gusta caminar y le gusta a todo el mundo para respirar aire fresco y así atenuar un poco los inclementes rayos del sol, en ese tupido bosquecillo contiguo a la explanada de la avenida Núñez de Cáceres, verdadero universo vegetal de innumerables variedades, formas y tamaños, cercano al negocio en donde rentan bicicletas y está ubicado el restaurante que antes era una heladería (ahora funciona un mini golf), había un inmenso claro que nunca estuvo ahí, una inconmensurable depredación, espantosa, y se podían contar decenas y decenas de árboles talados, horriblemente cortados, otrora saludables y frondosos, tanto, que regocijaban el espíritu al observarse cómo los rayos solares penetraban dificultosamente a través de la densa penumbra creando un ambiente de veras pintoresco.
Al ver aquello, ese crimen lesa naturaleza junto con otras personas que transitaban y también estaban atónitas con el hecho, no nos explicábamos qué era lo que había pasado, pues el día anterior habíamos visto una brigada de la gente que trabaja allá y estaban supuestamente podando esos árboles, según nos respondieron a una pregunta que les hicimos, pero el día después, esa mañana del viernes 20, comprobamos que la poda no era tal sino que nos habían engañado a todos los transeúntes del día anterior para derribar no se sabe con qué fines, insisto, un montón de esas bellas y enormes especies vegetales.
Indignado, me devolví hacia la zona en donde se supone están las oficinas del parque, en donde me informaron que debía volver más tarde, a partir de las 9:00 AM, y como era aún temprano y como debo cumplir, como todo el mundo, con mis obligaciones laborales, debí partir; pero a las 3:00 PM volví y conversé con la persona encargada de dicho departamento, quien me informó que eso fue una disposición de foresta, y si foresta, según esa persona, mandó a hacerlo, ellos sabrán porqué lo hacen.
Molesto y a la vez acalorado por la respuesta, le dije a la persona a cargo: “Sí, tal vez sepan mucho, muchísimo más que yo y todos los que caminamos en el parque, pero que no vaya a ser la misma sabiduría que quería nos convencer como mongólicos para sembrar a la fuerza una cementera en el mismo corazón de Los Haitises”.
Y sí amigos lectores, los responsables de esta barbaridad, sean los de Foresta, Medio Ambiente o el Ayuntamiento (hoy Alcaldía), o vaya usted a saber, pues da lo mismo, han vuelto a sus andanzas y al parecer no se han cansado aún de depredar todos los frondosos árboles de la ciudad con los argumentos más baladíes o grotescos que imaginarse uno pueda: que si son perjudiciales para la salud, que si son dañinos para las calles, que si no son autóctonos, etc., sino que están dejándonos a los ciudadanos ante “el inspirador panorama de ruido, smog y cemento” que se puede contemplar en el horizonte citadino, quitándonos lo poco que nos queda como área verde de esta calamidad urbana llamada Santo Domingo del siglo XXI.
Invito a los amigos lectores a que vean las imágenes fotográficas que tomé de esta brutalidad contra la naturaleza, y que a la vez vayan al lugar de los hechos, esto es, como dije, en la zona aledaña en donde alquilan bicicletas ( por el restaurante del mini golf) que está cerca de la explanada de la Núñez de Cáceres, al caminar por esa zona semiboscosa usted puede aprecia perfectamente el vacío, viéndose todos los troncos y ramas caídas junto a los tocones mutilados (a lo mejor después de mi conversación con el incumbente de la oficina del parque los han hecho desaparecer, para que no haya cuerpo del delito).
Hagamos amigos paseantes, deportistas y simples ciudadanos de Santo Domingo, un gran movimiento cívico a través de los medios electrónicos o impresos (tal vez hasta de reunirnos físicamente), para que el atropello que se está gestando en el Parque Mirador del Sur no continúe, porque de lo contrario, los negociantes y sofistas politiqueros de esta gestión nos van a dejar con una mano atrás y otra adelante.
Vladimir Velázquez