El que esté libre de pecado
Fuerzas de ocupación no podían permitir reinara libertad expresión
Funcionarios de empresas periodísticas se rasgan las vestiduras al opinar sobre el financiamiento de tres mil dólares que la embajada de Estados Unidos aportó a Clave Digital en el año 2004 para que pudiera empezar a publicarse.
En aquel momento, Clave Digital era apenas la ilusión de un grupo de jóvenes periodistas que buscaba eludir el implacable bloqueo de muchas noticias que los grandes periódicos consideran impublicables. Esos soñadores buscaban que el pueblo dominicano se enterara del código del silencio que impera entre gobiernos y empresas periodísticas. Una especie de “omertá” que los grandes capitales tácitamente aceptan para reforzar la complicidad entre el poder político y el poder empresarial.
Aprovecharon en estos días una declaración pública de la legación estadounidense para calificar ese financiamiento parcial como “cuestionable y limitante para la independencia periodística”. Otro funcionario empresarial calificó este hecho como grave y dijo lamentarlo mucho. “Muchísimo”, agregó. Estos funcionarios aprovechan el histórico descrédito de la política estadounidense en República Dominicana para presentarse como referentes éticos. A pesar de que comparten complicidades, negocios, secretos y silencios con los gobiernos y con la embajada estadounidense, ahora quieren presentarse como arquetipo del ejercicio profesional.
“El que esté libre de pecado que tire la primera piedra.”
La historia de las principales empresas periodísticas dominicanas está íntimamente vinculada a la tiranía de Trujillo y a las ocupaciones militares de Estados Unidos. Para no hurgar muy lejos en el pasado recordemos el gobierno provisional que siguió a la gran crisis nacional de 1965. Luego de firmada el Acta de Reconciliación, el propósito fundamental de los ocupantes estadounidenses fue celebrar unas elecciones, supuestamente, democráticas. Pero para que los comicios pudieran ser creíbles, el país debía recibir las informaciones desde una sola fuente, la controlada por los ocupantes. Los que trazaban esa política, consideraban imprescindible que los periódicos conservadores de mayor circulación en el país, El Caribe y Listín Diario, volvieran a circular. Sus ejecutivos habían desertado desde la zona constitucionalista porque su perversa manipulación de las informaciones fue evidenciada.
Se buscaba entonces el predominio de un tipo de pensamiento único como el creado por Walter Lippmann, durante la Gran Guerra Total, 1914 a 1919. Lippmann consideraba que, para implantar un nuevo modo de gobernar, había que movilizar las conciencias ciudadanas a favor del poder predominante. Las fuerzas estadounidenses de ocupación no podían permitir que la plena libertad de expresión pudiera reinar en República Dominicana. Los medios escritos que circulaban desde la zona constitucionalista, la Revista ¡Ahora!, Patria y La Nación eran los únicos medios que había tenido el pueblo dominicano para establecer diferencias entre las fuerzas enfrentadas. Y el gobierno de Estados Unidos estaba decidido a hacer lo que fuera necesario para impedir que esas ideas de soberanía continuaran difundiéndose.
Fue así como alrededor de la medianoche del martes 5 de octubre de 1965, un enorme estruendo conmovió la ciudad de Santo Domingo. El edificio donde estaba instalada la revista ¡Ahora! fue destruido por una explosión de gran magnitud. No había lugar a dudas de que aquella era una acción de sabotaje con fines políticos. El ocupante necesitaba el silencio de ese medio de comunicación que defendía la soberanía. Era imprescindible que no se escuchara más el mensaje patriótico que pregonaba la Revista ¡Ahora!, así como los periódicos Patria y La Nación.
Menos de un mes después del brutal acto de sabotaje contra la Revista ¡Ahora!, el 3 de noviembre de 1965, el Listín Diario y El Caribe volverían a ser publicados. Esta reaparición fue posible en gran medida gracias a una donación de Estados Unidos por 300 mil dólares a cada uno de esos medios. Esa cantidad de dólares de 1965 equivaldría a más de dos millones de dólares de 2010, algo así como 77 millones de pesos dominicanos de estos días. Mientras, la Revista ¡Ahora!, La Nación y Patria fueron impedidos de circular.
He ahí el punto de partida de una historia de complicidades, secretos, silencios y negocios que no pueden olvidarse. Esa larga soga que llevan a rastras las principales empresas periodísticas conlleva gran riesgo porque, cada vez que pretendan pontificar sobre lo que no son, alguien podría pisarla y hacerlos caer.
Hamlet Hermann
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